La complejidad de la realidad contemporánea nos lleva a repensar constantemente la manera en que hacemos las cosas. Utilizar nuevas formas de pensar para solucionar los problemas creados por las viejas formas de pensar. Por ello, para hacer evolucionar el pensamiento -y la práctica- muchas veces hay que salirse del marco (think out the box). Por lo tanto repensar la ciudad supone repensar el urbanismo.
En el caso del urbanismo, reproducimos las mismas lógicas operativas, cuando todo a nuestro alrededor nos dice que resulta necesario replantear la manera en que transformamos nuestras ciudades. Y es precisamente en este contexto donde proponemos la idea de planificación urbana integral. Un concepto que, más que cerrar, trata de ampliar nuestra mirada hacia las nuevas realidades que nos rodean.
De esa necesidad, la de dirigir la mirada hacia nuevas realidades para poder trabajar sobre ellas, surge la idea de escuchar y transformar. Una idea que se construye desde el diseño colaborativo, pero también desde esta visión integral de la que hablábamos antes, desde una perspectiva ecológica necesaria para afrontar los retos actuales y desde las posibilidades que se abren las nuevas tecnologías vinculadas al análisis urbano. Ella define nuestra manera de entender la planificación y la innovación urbana. Es un desencadenante, una manera de mirar la práctica profesional y de entender los procesos de transformación de la ciudad que hemos ido construyendo a lo largo de diez años y en los proyectos que durante este tiempo hemos llevado a cabo.
Así los actuales retos que el desarrollo urbano sostenible ha de afrontar configuran un nuevo escenario en el que resulta necesario repensar los procedimientos e instrumentos utilizados hasta ahora. En los últimos años, desde Paisaje Transversal hemos ido desarrollando una labor teórica y práctica sobre nuevas formas de intervenir en la ciudad y el territorio desde la innovación. A través de esta conjugación entre reflexión crítica y acción propositiva hemos desarrollado diversos procesos de planificación urbana integral y participativa tanto a escala de barrio como a escala de ciudad, así como una metodología — Difusión, Colaboración, Proyecto Urbano (DCP)— y unas herramientas de trabajo —los Indicadores Participativos [InPar]— propias.
Hoy, 8 de noviembre de 2019, coincidiendo con el Día Mundial del Urbanismo, nos gustaría plantear algunas claves que nos permitan hacer evolucionar la disciplina para que pueda responder de manera eficaz y verdaderamente transformadora a los retos locales y globales a los que las ciudades se van a enfrentar en la próxima década.
El modelo de ciudad
Las ciudades que habitualmente nos resultan más atractivas suelen coincidir con aquellas que se han puesto unas metas y han trabajado para conseguirlas. Un esfuerzo que abarca por lo general varias décadas, y que constituye un trabajo colectivo en el que participan tanto los gobiernos locales —a lo largo de varias legislaturas— como la propia población, siempre bajo unos objetivos compartidos.
Pero, para ello, hacen falta nuevos instrumentos ágiles y eficaces, capaces de dar respuesta integrada a los retos ambientales, económicos y sociales, y estructurarlos a través de nuevos modelos de gobernabilidad que permitan definir y dar seguimiento a unos objetivos a largo plazo. A menudo, el desarrollo urbano ha tratado de realizar esta función a través del planeamiento general, pero los instrumentos existentes han dado claras muestras de incapacidad para afrontar la complejidad de los retos urbanos y, sobre todo, para prever la evolución futura. Unos procedimientos excesivamente rígidos y unos plazos de elaboración que hacen que, en muchas ocasiones y en momentos de cambio, los planes queden obsoletos antes incluso de su aprobación.
Originalmente surgidos como instrumentos de planificación económica, los planes estratégicos nacen como respuesta en los años setenta a la profunda crisis en los países de Occidente y a los procesos de reconversión industrial. Sin embargo, durante este tiempo, la idea de la planificación estratégica se ha ido abriendo a modelos más integrales, capaces de dar respuesta a los diversos retos de las ciudades, establecer acciones para alcanzar los objetivos planteados y definir mecanismos de seguimiento y evaluación a largo plazo.
A través de estos modelos, ciudades tan dispares como Hamburgo, Seattle, Medellín, Copenhague, Curitiba o Bilbao demuestran lo efectiva que puede resultar a medio y largo plazo una buena planificación urbana, construida sobre la base de diagnósticos realistas, contando con la participación de un espectro amplio de agentes; capaz de definir objetivos y acciones a corto, medio y largo plazo y de establecer mecanismos de seguimiento y evaluación efectivos.
Estos modelos de actuación, estratégicos, resilientes y proactivos han demostrado su utilidad tanto a escala municipal como en entornos urbanos y barrios específicos. Se trata de un planteamiento metodológico que puede aplicarse a diferentes escalas, e incluso poniendo el foco en cuestiones específicas —la actividad económica, las zonas verdes, etc.—. Casos como el de Coin Street, situado en la ribera sur de la ciudad de Londres, que desde finales de la década de 1970, y canalizando el descontento vecinal, inicia un proceso de reconversión que dura hasta nuestros días, vertebrado a través de la constitución de la Coin St. Community Builders, una empresa social creada por los propios activistas.
Más acotados en el tiempo, pero igualmente con una voluntad de revitalización estratégica, la ciudad de Bruselas dispone, desde 1999, del programa Contrats de Quartier (‘contratos de distrito’), un instrumento operativo y de financiación que se genera como acuerdo entre la Administración regional y municipal y los habitantes del distrito con el que se elabora el llamado “contrato”, un plan de actuaciones durante varios años destinada a la mejora integral de estos ámbitos urbanos. Desde su lanzamiento, han intervenido en unos 15 distritos de la ciudad, con unas inversiones que oscilan entre los 25 y los 50 millones de euros por distrito, repartidos en periodos de unos cuatro o cinco años.
Implicación ciudadana, imprescindible
El caso de Contrats de Quartier es un ejemplo de la necesidad de generar instrumentos y mecanismos capaces de canalizar la participación de la población en los procesos de transformación y mejora urbana. En este sentido, no se conciben como espacios puntuales en los que la participación se limita a un cierto contraste de propuestas ya planteadas, sino como un elemento transversal a los procesos de análisis, planificación y transformación urbana.
Se trata, en definitiva, de generar canales de diálogo eficientes y sostenidos en el tiempo, y de implementar herramientas que permitan articular esta participación y garantizar su incidencia sobre las diferentes políticas urbanas.
Este es, sin duda, un nuevo escenario, al menos en España. Regenerar, renovar y rehabilitar (las famosas 3R) la ciudad consolidada implica atender a lo ya existente y a las necesidades de las personas que la habitan. Alejados del contexto en el que la generación de nueva ciudad era la tónica dominante, resulta difícil concebir que las transformaciones urbanas próximas puedan desarrollarse sin incorporar a las personas que le dan sentido.
Integral, interdepartamental, multiescalar
El diálogo necesario para garantizar el éxito de las estrategias urbanas tiene que darse también en otros sentidos. Si bien tenemos que trabajar en la incorporación de nuevos instrumentos de participación ciudadana más dinámicos, también es cierto que existe mucho trabajo por hacer dentro de la propia Administración.
Atendiendo a la premisa de que una estrategia de ciudad debe plantear una visión integrada de los retos y problemas urbanos, resulta necesario actualizar los mecanismos de cooperación dentro de la propia Administración desde un doble eje: en primer lugar, una cooperación vertical, que podríamos llamar interadministrativa, relacionada con un nuevo enfoque de la gobernanza y coordinación multinivel —algo sobre lo que hablaremos más en detalle en el capítulo siguiente—, capaz de integrar las escalas local, regional y nacional; y, en segundo lugar, una coordinación horizontal basada en la cooperación intersectorial de los distintos departamentos y áreas que deberían disponer de espacios y procedimientos para el trabajo conjunto, tanto en la generación de diagnósticos y la definición de objetivos como, especialmente, en la implementación de proyectos y programas.
Si bien la participación de la ciudadanía resulta en cierto sentido más sencilla —depende fundamentalmente de la voluntad política y de ciertos recursos humanos y económicos—, la cooperación interdepartamental e intradministrativa resulta, por lo general, más compleja. A los conflictos sobre las competencias de cada administración y departamento administrativo, se unen dinámicas de trabajo muy instauradas, en las que las áreas actúan de manera independiente, y solo rinden cuentas ante los responsables políticos, con lenguajes y códigos radicalmente diferentes.
Por eso, si en ocasiones se habla de la necesidad de una pedagogía para participar, también debería pensarse en mecanismos de capacitación dentro de las propias administraciones que permitan que las estrategias integrales se conciban y se implementen de manera verdaderamente integrada. En esta línea, la creación de grupos interdepartamentales (espacios operativos de trabajo en los que participa personal técnico de distintas áreas y departamentos de una Administración) que den seguimiento a los procesos de planificación, desde los diagnósticos iniciales hasta la ejecución final de las actuaciones y proyectos, resultan esenciales para garantizar una aproximación integral y una adecuada coordinación de los esfuerzos.
Lo táctico y lo estratégico
La planificación urbana integral, y la creación de modelos de desarrollo efectivos, es sin duda un trabajo a largo plazo. Los esfuerzos tienen muchas veces su retorno años después de iniciar el proceso de implementación, y requieren a menudo inversiones elevadas.
Esto ha hecho que, en la coyuntura actual, hayan ido apareciendo nuevas formas de intervención, enmarcadas dentro de lo que ha venido en llamarse “urbanismo táctico”. Este concepto, surgido a principios de la década de 2010 —si bien existen ejemplos bastante anteriores—, ha puesto sobre la mesa una nueva manera de hacer, que permite acompasar el proceso de pensamiento con el de ejecución. Pensar, hacer, para volver a pensar.
Sin embargo, estos modelos también abren otras cuestiones en relación con su grado de incidencia real sobre el desarrollo de la ciudad y hasta qué punto no se convierten, en momentos de escasez de recursos, en parches para tratar de arreglar problemas de mucha mayor envergadura. En este sentido, resulta importante pensar cómo este tipo de intervenciones pueden llegar a trascender la esfera de lo meramente táctico para instalarse o combinarse con una visión-estrategia global de ciudad.
Los proyectos impulsados por Janette Sadik-Kahn, encargada del Departamento de Transporte de Nueva York, demuestran el potencial que un conjunto de intervenciones temporales y de bajo coste puede tener en el cambio del modelo de movilidad de toda una ciudad, haciéndolo más amable con ciclistas y peatones, y visibilizando, por su carácter temporal, la condición de testeo.
Se llega así a la idea de prototipos, entendidos como dispositivos con los que interactuar, que sirven para comprobar su capacidad de ajuste a las necesidades y expectativas, y acompasar el proceso de planificación con las intervenciones físicas. Esto permite extraer conclusiones con el objetivo de adaptar y mejorar las intervenciones posteriores, y plantear las transformaciones urbanas como procesos iterativos guiados por la lógica del "beta permanente".
La década definitiva
La Humanidad tiene que afrontar importantes retos y problemáticas globales a lo largo de los próximos diez años, derivados principalmente de la grave crisis climática que padece el Planeta. Y en ella, como reza el cliché, las ciudades jugarán un papel decisivo. Así lo recogen los diferentes documentos internacionales (Agenda 2030, Nueva Agenda Urbana, etc.), que establecen, además, que esta década que está a punto de arrancar es crucial para consolidar un cambio de modelo urbano y de desarrollo. Seguramente, la última oportunidad que tenemos.
Pero para que las ciudades se conviertan en una palanca de cambio en esta lucha por la sostenibilidad y la subsistencia de la especie Humana, es imprescindible que también modifiquemos radicalmente la manera como las diseñamos e intervenimos en ella.
Y para lograrlo, debemos (r)evolucionar el urbanismo hacia un escenario de mayor integralidad, democracia y sostenibilidad. En este texto hemos planteado algunas ideas que pueden conformar las bases de este necesario viraje. Ideas todas ellas que provienen una reflexión crítica elaborado durante más de diez años y una experiencia práctica de más de 100 proyectos. Y a través de toda esta trayectoria hemos llegado a una conclusión que la planificación urbana integral es una de las herramientas más poderosas para ese imprescindible cambio de paradigma y que, como ya hemos apuntado en otras ocasiones, otros urbanismo no solo es necesario, sino que es posible y es mejor.
Este texto ha sido extraído y adaptado según fragmentos de nuestro libro Escuchar y transformar la ciudad. Podéis conocer más detalles sobre sus contenidos y dónde adquirirlo aquí.
Sobre el Día Mundial del Urbanismo
Desde su primera edición en 1949, el Día Mundial del Urbanismo se celebra cada 8 de noviembre en más de 30 países de cuatro continentes. Fue promovido por el urbanista e ingeniero argentino Carlos Maria della Paolera (1890-1960) con la pretensión de que en todo el planeta se reconozca y promueva la importancia de la planificación en la creación de ciudades sustentables y sostenibles.
La cita constituye, además, una oportunidad para contemplar la planificación estratégica urbanística desde una perspectiva global, ya que su celebración apela a la conciencia de los ciudadanos y autoridades de todas las naciones. Igualmente, llama a fijar políticas gubernamentales enfocadas en el cuidado del medio ambiente por las consecuencias negativas que pueden generar en el desarrollo de ciudades y territorios.
Revista Arquitectura
(R)evolucionar el urbanismo para dar respuesta a los retos de las ciudades*
Por Paisajetransversal @paistransversalSus últimos artículos
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