¡De vergüenza! Así podríamos calificar la actitud del presidente de una de las aerolíneas de bajo coste más polémicas del mercado. Y es que el máximo exponente de Ryanair Michael O’Leary, empresa que de ahora en adelante y para no darle publicidad gratuita ya que ellos cobran por todo llamaré “Aire de Ryan”, montó un espectáculo en el día de ayer en el aeropuerto de Bilbao al fotografiarse delante de los trabajadores de Spanair que se encuentran encerrados en las instalaciones aeroportuarias en protesta por lo ocurrido, haciendo el signo de la victoria.
Cierto es que los trabajadores que pelean por conocer cuál será su situación ante el cierre de la aerolínea Spanair se manifestaron e intentaron boicotear el acto de presentación de la apertura de rutas de la “low cost” entre Bilbao y Madrid o Barcelona como apuntan en el diario El Mundo (www.elmundo.es), pero de ahí a tener una actitud tan pueril y desafiar a aquellos que han visto como sus vidas han cambiado de un día para otro sin previo aviso, es una auténtica falta de respeto.
El presidente de el “Aire de Ryan”, además pretende que todos aquellos que se han quedado sin trabajo, entren en su compañía, cobren salarios mínimos y encima tengan domiciliada su nómina en un Banco Irlandés, ya que el origen de la aerolínea es ese país. Y de verdad que me parece estupendo que mires por tu patria e intentes que todos aquellos que para ti trabajan coticen en la región donde tiene residencia fiscal tu compañía, pero lo que no puedes pretender es que esos trabajadores que son de otro estado se rijan por condiciones tan soberanistas.
E independientemente del descaro o la osadía del personaje en cuestión, se me antojan tantas preguntas respecto a la compañía que me siento atosigado solo de pensar en que ninguna será respondida. Pero sólo por probar fortuna voy a intentar lanzar alguna de estas cuestiones a ver qué pasa. Por ejemplo: Si seguimos dando bonificaciones a compañías aéreas que ofrecen servicios paupérrimos, ¿estamos atrayendo turismo de calidad? O también se me ocurre que, sí un avión huele a quemado en su interior y tiene que hacer un aterrizaje de emergencia como sucedía ayer en Tenerife, ¿deberíamos temer que la empresa responsable no haga las revisiones necesarias y esté vulnerando la seguridad de sus pasajeros solo por ahorrar costes?
Estas preguntas y otras tantas nunca serán respondidas pero sí que se harán el día que, y ojalá me equivoque, haya una desgracia. Y aunque las estadísticas revelen que verse envuelto en un accidente aéreo te da una posibilidad de morir entre 11 millones, frente a una posibilidad entre 5.000 de morir en un accidente de tráfico, prefiero pagar un poco más y no tener que pensar que cada vez que vuele en una “low cost”, ese sea el día en el que se cumpla la fatídica posibilidad.
Esta es la crónica habitual, de un día como otro cualquiera…
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