Rexit: movimiento correcto por el motivo equivocado

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El presidente Trump despidió en Twitter al secretario de Estado Rex Tillerson después de un mandato de 14 meses. EE.UU. HOY EN DÍA

Tillerson falló en la gestión del Departamento de Estado, pero fue un contrapeso valioso para los peores instintos de Trump: nuestra vista

Secretario de Estado Rex Tillerson (Foto: Jonathan Ernst, AFP / Getty Images)

El despido del presidente Trump del Secretario de Estado Rex Tillerson el martes fue la decisión correcta, si es casi seguro por las razones equivocadas y se anunció de la manera incorrecta (por tweet).

Tillerson, un petrolero de toda la vida que se había convertido en el jefe ejecutivo del gigante ExxonMobil, fue una opción poco ortodoxa el año pasado para convertirse en jefe de la diplomacia de Estados Unidos, y nunca llegó a aceptar el desafío.

Se ganó su partida, a partir del 31 de marzo, porque el Departamento de Estado bajo su liderazgo fue vaciado y desmoralizado a medida que las crisis diplomáticas ardían en puntos calientes de todo el mundo.

OTRA VISTA: Pompeo tiene una oportunidad

Preocupado por la reorganización de la agencia en expansión, Tillerson accedió a grandes recortes presupuestarios que el Congreso ignoraba en su mayoría. El hecho de no ocupar puestos cruciales dejó vacíos siete de los nueve puestos administrativos , una tasa de vacancia del 60% entre los diplomáticos de carrera de alto nivel y una caída libre de nuevas solicitudes.

Un ejemplo crucial de la fuga de cerebros: justo cuando Trump accedió a ascender al Everest de las negociaciones: una reunión cara a cara con Kim Jong Un, de Corea del Norte, no hay embajador de Estados Unidos en Corea del Sur, secretario de Estado adjunto para Asia Oriental y Asuntos del Pacífico, o subsecretario de Estado para el control de armamentos y la seguridad internacional. Y, oh, sí, el enviado jefe de Estados Unidos a Corea del Norte acaba de retirarse abruptamente.

Sin embargo, no hay evidencia de que Tillerson haya sido despedido por sus fallas administrativas. Más bien, fueron sus frecuentes enfrentamientos con Trump los problemas en los que los instintos pragmáticos de Tillerson estaban en lo cierto, entre ellos mantener el acuerdo climático de París y mantener el acuerdo nuclear de Irán. “No estábamos de acuerdo en las cosas”, dijo Trump a los periodistas después del tiroteo.

Tillerson, que apenas mencionó a Trump en los comentarios del martes en el Departamento de Estado, nunca hizo clic con su impulsivo jefe y nunca se recuperó del comentario filtrado de que había llamado a Trump “imbécil”.

Trump, quejándose a los subordinados de que los puntos de vista de Tillerson eran “totalmente establecidos”, con demasiada frecuencia dejaban a su secretaria de Estado pareciendo tonta. Una vez, el presidente tuiteó que la oferta de Tillerson de negociar con Pyongyang era una pérdida de tiempo; luego, unos meses más tarde, lo sorprendieron al acordar mantener conversaciones directas con Kim. El resultado fue que los gobiernos extranjeros nunca estuvieron seguros de que el jefe de la diplomacia estadounidense hablara por Estados Unidos, o incluso por la Casa Blanca, una situación insostenible.

La elección de Trump para suceder a Tillerson, el más duro director de la CIA, Mike Pompeo, disfruta de una relación mucho mejor con Trump. La elección fue largamente rumoreada. Pero en sus próximas audiencias de confirmación, Pompeo, quien tiene poca experiencia diplomática, merece un escrutinio minucioso por parte del Senado por sus controvertidos puntos de vista sobre temas que van desde la tortura hasta la investigación rusa.

Además, debe preguntarse a Pompeo sobre su extraña decisión, aparentemente a instancias de Trump el año pasado, para reunirse con un teórico de la conspiración que argumenta que el robo de correos electrónicos demócratas fue un trabajo interno en lugar de una malversación rusa. Aunque la química personal es importante, a Trump y la nación no se les serviría la instalación de un sí en una publicación tan delicada.

El cambio que se avecina ofrece una oportunidad para un restablecimiento en el Estado, y el riesgo de que una política exterior de Trump se aleje aún más.

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