Revista Deportes

Reyes del Mundo: Argentina

Publicado el 06 mayo 2010 por Miguelangelh


MEX: World Cup Final 1986 - Argentina v Germany

Dos Campeonatos del Mundo: 1978 y 1986   Siguiendo con nuestro repaso a los Reyes del Mundo, sin lugar a dudas Argentina completa el póker de países que han grabado su nombre a fuego en las leyendas mundialistas. Cierto es que Uruguay atesora tantas conquistas como sus vecinos, pero éstas quedan ya demasiado lejanas en el tiempo. Además, en el segundo Mundial conquistado por la albiceleste se consagró un mito, el de Diego Armando Maradona, que por momentos se puso al nivel del mismísimo Pelé.  

 

Pero ya llegaremos a El Diego y explosión el Mundial de México’86. Porque la historia mundialista de Argentina arranca antes, mucho antes. En 1930, fue el primer subcampeón, cayendo en la final ante Uruguay (4-2), país con el que ya rivalizaba en el clásico del Río de la Plata.   

 

Argentina pidió la organización del siguiente Mundial, pero no la obtuvo. En realidad, tuvo que esperar más de 40 años para conseguirla. Y no le llegó en un buen momento. Dos años antes del evento, en 1976, se había iniciado la tenebrosa dictadura de Videla y sus secuaces. Como es habitual en estos casos, el torneo pasó a ser cuestión de estado, y es innegable que el contexto político influyó en el devenir del campeonato. Johan Cruyff, el mejor jugador del mejor equipo, rehusó participar como protesta ante las sistemáticas violaciones de los derechos humanos del régimen argentino, aunque en su decisión también pesaron razones menos altruistas. Sea como fuere, el caso es que no jugó, y Argentina salió ganando.   

 

Si la baja de Cruyff en Holanda es un hecho objetivo, muchos recurren a otro, la célebre goleada de Argentina a Perú, para ensuciar el triunfo final de la albiceleste. El hecho objetivo es que Argentina necesitaba golear a Perú, una buena selección, para superar a Brasil y jugar la final, su final, y lo logró. En opinión de muchos, opiniones siempre subjetivas, Perú se dejó humillar en ese encuentro. Lo habitual en el fútbol: acusaciones sin pruebas.   

 

Muchos se olvidan de un hecho sin duda más grave: la segunda derrota de Holanda en una final de Copa del Mundo. Porque, en efecto, Argentina no era gran cosa, pero en la prórroga de la final -espectacular el ambiente del Monumental, con aquellas míticas nevadas de confetti- no dio opción a la Naranja Mecánica, aquel equipazo, el de Rep, Neeskens, Haan, Krol, los hermanos Van de Kerkhof… La albiceleste tampoco andaba coja (Ardiles, Pasarella y, sobre todo, Matador Kempes), pero hubiera sido hermoso que la audaz propuesta oranje hubiera tocado pelo. En fin…  

 

La base de aquella Argentina campeona fue la misma que acudió al Mundial de España’82, aunque la estrella ya no era Kempes, sino Maradona. El pibe, que, pese al clamor popular, no fue convocado por César Luis Menotti para el campeonato anterior -tenía 17 años-, defendía su condición de megaestrella mundial, el jugador más caro del mundo, fichado por el Barcelona por 1.200 millones de pesetas. Pero a Diego no le dejaron brillar. El italiano Gentile le hizo un marcaje cuartelario y el joven Diego perdió los nervios. Él fue expulsado y Argentina se fue para casa en la segunda fase.   

 

Maradona pasó de eso de tomarse la venganza en frío. En la primera ocasión que tuvo, demostró que la Copa del Mundo no le venía grande. Más bien al contrario: en el fútbol moderno, de los 70 hasta ahora, ningún jugador ha sido más determinante para el triunfo de un equipo de fútbol, y menos en un torneo de tanta importancia, como Maradona en el Mundial de México’86. Argentina ganó ese Mundial porque Maradona quiso, y lo hizo como y cuando quiso el 10. Así de simple. Fue siempre el faor de un equipo en el que, además, figuraban los Valdano, Burruchaga, Ruggeri… Es decir, gente fiable, pero no estrellas mundiales.   

 

En ese papel se metió sólo Maradona, cuyo protagonismo en los partidos decisivos fue casi insultante. Ante Inglaterra, vengó la derrota militar de su país en la Guerra de Las Malvinas con dos goles para la historia. El primero, de pillo pero ilegal, con la mano. El segundo, posiblemente el mejor gol de la historia, cogiendo el balón desde su campo y driblando a todos los futbolistas pross que trataron de salirle al paso (hasta seis), además de al meta Peter Shliton. Dos goles con denominación de origen (La Mano de Dios y El Gol del Siglo) obra de un Maradona que, siempre excesivo, los firmó en cosa de cuatro minutos. Para qué más.  

 

En aquel Mundial, Diego temía sobre todo a un equipo: España. Tras el KO de los hispanos ante Bélgica, el crack tranquilizó a Bilardo: “Míster, la Copa es nuestra”. El propio Diego fulminó a los belgas en semifinales con otros dos goles, uno de ellos sublime. Fue fácil, casi tanto como el comienzo de la final, ante Alemania. La albiceleste se puso 2-0 recién iniciado el segundo tiempo, pero la proverbial testarudez germana amenazó con llevar el partido a la prórroga. Hasta que Maradona logró conectar con Burruchaga, al que habilitó para poner el broche al segundo Mundial de Argentina. O al primero de Maradona, como prefieran.   

 

El efecto Maradona estuvo a punto de dar otro Mundial a su país, pero en Italia’90 fue Alemania la que alzó la Copa. En USA’94 llegó su encandoloso positivo, el principio del fin del ciclo maradoniano. Desde entonces, pocas alegrías ha dado la albiceleste a su hinchada, posiblemente la más fiel y entregada del mundo. Porque Maradona sólo hay uno. A no ser que Leo Messi diga otra cosa, claro.  


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