Lecciones de civismo y la mala prensa
César Ricardo Luque Santana
Desde el 5 hasta el 8 de mayo, un grupo de vecinos de la céntrica colonia San Antonio bloquearon durante esos días la circulación vehicular de una de las arterias más importantes de la ciudad de Tepic: la avenida Insurgentes a la altura de la calle Ures. La razón de este movimiento fue en rechazo a la medida de las autoridades municipales por el cambio de sentido de circulación de la calle Ures que impediría atravesar en vehículo la Insurgentes hacia el centro y norte de la ciudad y dificultaría asimismo su cruce peatonal en ambos sentidos. Lo mismo se hizo con la calle Colima (hasta las Siete Esquinas) invirtiendo el sentido de su circulación. Al parecer, las autoridades pretenden con ello agilizar el tráfico vehicular en relación al nodo vial de la Insurgentes suprimiendo el semáforo de la Ures e Insurgentes colocando además unas bollas a media calle. Independientemente del resultado final de dicho movimiento, es importante destacar la determinación de un grupo de ciudadanos de luchar por defender sus derechos, pero interesa asimismo destacar el lamentable papel que jugó una parte de la prensa local que intentó de diversos modos desvirtuar esa lucha ciudadana.
Ciertamente las calles de nuestra ciudad están rebasadas por el gran aforo vehicular que circulan en ellas, pero la búsqueda de soluciones no se remediará con medidas aisladas sino con un plan integral, ni tampoco a costa de los peatones, pues por poner un ejemplo, en los pasos “uno y uno” los autos pueden pasar con relativa rapidez (aunque los conductores tienen que estar muy atentos para ello), pero se convierten en un calvario para los peatones. El semáforo permitiría al peatón pasar con más seguridad, pero haría más lento el flujo de autos provocando embotellamientos, mientras que la construcción de puentes peatonales es costosa. Sin embargo, es necesario tratar de conciliar intereses de conductores y peatones, de costos y eficiencia, o de plano, decidirse por medidas que antepongan la seguridad de las personas, lo que significa privilegiar a los peatones sobre los automovilistas.
Volviendo al movimiento ciudadano referido, me llamó la atención el manejo del problema que hicieron algunos conductores de noticieros televisivos y también de algunos periodistas de medios impresos, quienes esencialmente coincidieron en varios puntos, casi todos ellos relacionados con la intervención del PRD en ese movimiento, lo que por cierto les sirvió a algunos de coartada para actuar como incondicionales del gobierno, pero también reveló una pobreza conceptual para comprender un problema social.
Como muestra de esto último, parece moneda corriente en algunas personas tener una noción maniquea de la relación entre el Estado y la sociedad civil, además de tener definiciones confusas y vagas de ambas, estigmatizando a la primera al mismo tiempo que se glorifica a la segunda. Con base en esta perspectiva, cualquier movimiento que venga de la “sociedad civil” se ve con simpatía, mientras que la intervención del Estado se ve con desconfianza. Sin embargo, se cae en ocasiones en contradicciones cuando como en este caso no se trata con el mismo rasero (de acuerdo con dicha visión maniquea), a las autoridades del gobierno que a los partidos de oposición, sin reparar en que ambos son instituciones del Estado.
Esta confusión conceptual se dio cuando en el mencionado movimiento se señaló la participación del PRD en el mismo, sosteniendo que el PRD lo estaba “abanderando” (sic) -y se sobreentiende, deslegitimándolo- considerando con ello que los ciudadanos son menores de edad, pues en principio, ese señalamiento condenatorio no sólo cuestiona sin bases la actitud del PRD, sino que pone en duda la racionalidad de los ciudadanos, tanto de los actores que lucharon directamente por una causa que consideraron justa, como la de los que estuvieron como espectadores. A los primeros porque supuestamente se dejaron arrebatar su lucha por un partido que -suponen sin demostrarlo- trató de sacar raja política; mientras que a los segundos se les considera sin capacidad para juzgar las cosas por sí mismos. ¿Por qué no suponer que el PRD sólo acompañó o arropó ese movimiento, lo cual además es parte de sus obligaciones políticas programáticas?
Otro problema recurrente es editorializar la información. Como comunicador y/o periodista, uno tiene que distinguir entre la función de dar información con la de emitir opinión, pues en el primer caso se debe adoptar una actitud neutral, sin adjetivar o descalificar, dejando la crítica para el espacio de opiniones o comentarios, donde además se debe proceder con responsabilidad manejando con corrección las palabras, fundamentando la crítica y evitando dejarse llevar por los prejuicios. Cuando se confunden estos espacios y se magnifican los aspectos secundarios sobre los principales, se eclipsa el sentido de la protesta y por ende de los hechos desviando consciente o inconscientemente la atención del público de las causas reales del problema y de las razones en pugna.
Otro error que cometieron varios comunicadores y autoridades gubernamentales a propósito de la participación del PRD en ese movimiento, fue tacharlo de haberse “politizado” (sic). Donde quiera que haya conflicto, la política es el instrumento para resolverlo, ergo, todo movimiento social o ciudadano está por definición politizado. Desde luego que se entiende que se quiso decir con ello: “partidizado”, “contaminado”, “secuestrado”, “deslegitimizado” o cualquier otro adjetivo, pero entonces ¿por qué no usar las palabras correctamente?
También hubo otro aspecto que permeó a muchas personas, no sólo a algunos periodistas, y que tiene que ver con las incomodidades que este bloqueo ocasionó al tránsito habitual de los conductores de vehículos, pero curiosamente, cuando hay bloqueos similares por fiestas religiosas, desfiles públicos u otras causas, no suelen tener la misma actitud de linchamiento hacia quienes realizan el bloqueo. Sin embargo, realmente la mayor incomodidad es para quienes hacen la protesta porque sacrifican muchas de sus actividades cotidianas para defender un derecho que muchas veces no sólo es para ellos sino para todos y porque además deben soportar una gran presión social y política. Maquiavelo ya mencionaba esta actitud diciendo que la gente se suele molestar por las incomodidades que las luchas provocan, pero no se ponen a pensar que gracias a ellas se obtienen derechos, los cuales no son concesiones del poder ni se dan de forma gratuita, sino que son conquistas derivadas de las luchas. Desde luego que la mala prensa cuya función es desvirtuar las luchas ciudadanas o sociales y servir de alcahuetes al poder, suelen meter ruido haciendo énfasis en aspectos colaterales para desviar la atención de las demandas, por ejemplo, cuando hay una marcha se subraya el “caos vial” ocasionado, al mismo tiempo que se minimiza las causas del problema.
En conclusión, las lecciones de civilidad que nos dieron un grupo de ciudadanos de la colonia San Antonio y de otros barrios de esa zona, contrastó con la cobertura mediática de la mayoría de los medios de comunicación impresos y electrónicos por las razones antes expuestas.