La otra tarde, quedé con mis futuras socias (sí, futuras socias, ya os enteraréis, espero poder contar los detalles dentro de poco) para hablar de negocios. Estábamos en la cafetería de un centro comercial cualquiera. Cuando ya llevábamos un rato allí, entraron varias personas con niños que ocuparon la mesa de atrás.
Nosotras seguíamos a nuestros asuntos hasta que un bebé empezó a llorar desconsoladamente. Y como el llanto de un niño desgarra el alma, pues miramos. ¡Y en qué hora!
El bebé tenía unos 6 meses y estaba llorando desconsoladamente porque su madre había sacado la merienda, un puré de fruta creo que era. Esa reacción exagerada del niño ya nos hizo sospechar algo raro. Pero hasta que no vimos cómo se desarrolló la merienda, no acabamos de ver la magnitud del problema.
El niño no quería comer, eso era obvio, pero los padres estaban decididos a que el niño comiera, sí o sí. De pesadilla. El padre sujetaba al bebé medio tumbado hacia atrás, mientras le sujetaba los brazos para que no se moviera. El pobre niño, evidentemente, lloraba. Y la madre aprovechaba que el niño abría la boca para coger aire, para meterle la cuchara llena de papilla y acto después, ponerle el chupete y sujetárselo allí para que el niño no escupiera. Y así, cucharada tras cucharada, mientras los llantos del bebé iban en aumento. Nosotras mirábamos boquiabiertas la escena, sin saber si teníamos que intervenir o no. Ese momento, creo que no era el adecuado para decirle a esos padres lo mal que lo estaban haciendo y el peligro en que estaban poniendo a su bebé. Siempre que veo cosa así, dudo sobre si intervenir o no. Bueno, esto lo comento más adelante.
Desde entonces, no dejo de darle vueltas al asunto. La necesidad o la extraña creencia que tienen los padres de que sus hijos deben comer a la fuerza la cantidad que ellos, los adultos, creen necesaria. Pero vamos por partes.
Lo principal de este asunto es el peligro en el que estaban poniendo estos padres la vida de su hijo. La vía aérea y la digestiva comparten espacio en la faringe. La faringe conecta la nariz y la boca con la laringe y el esófago. Eso quiere decir, que aire y comida pasan por el mismo sitio, y en un punto, sus caminos se separan. Como nuestro cuerpo es muy sabio, existen mecanismos para impedir que la comida y los líquidos vayan a parar al sistema respiratorio. Las cuerdas vocales cierran la tráquea cuando tragamos. Del mismo modo, la epiglotis cierra la entrada a la laringe al tragar y se abre después para dejar pasar el aire.
Ahora, podemos ver claramente que el bebé, al llorar, tiene las cuerdas vocales abiertas, puesto que está emitiendo sonidos. A la vez, está respirando, para coger aire y seguir llorando, lo que hace que su epiglotis se abra, para dejar pasar el aire. Si en ese momento se mete comida en la faringe, es bastante fácil que la misma pase a la laringe y la tráquea, en vez de al esófago. Es MUY peligroso meter comida en la boca cuando un bebé llora. Del mismo modo que debemos concienciar a nuestros hijos de esto cuando se van haciendo mayores. Cuando se está comiendo, no se debería llorar, reír ni hablar, ni tampoco saltar ni correr, puesto que la comida se puede equivocar de camino. Hay que comer sentados y tranquilos.
Aquí no acaba el problema de la alimentación de este bebé. El organismo tiene varios mecanismos de defensa, para evitar que la comida llegue al árbol bronquial. Uno de ellos es la tos. De este modo, la laringe intenta expulsar el alimento que ha pasado. Si el bebé está sentado erguido, como se debe comer, es fácil que el alimento salga con la tos por sí solo. Pero, si el bebé está reclinado hacia atrás, la tos tiene que trabajar contra gravedad, de ahí el riesgo de comer reclinado. No porque el hecho de estar tumbado conlleve peligro en sí, sino por el hecho de que se hay un atragantamiento, al alimento le cuesta más salir. Por ello, en caso de ahogo, en bebés y niños pequeños, hay que intentar ponerles con la cabeza más baja que el culo o echados hacia delante.
Y el último acto fatal que estaban haciendo estos padres, era ponerle el chupete a la fuerza después de meterle la comida. En caso de que la comida se fuera a las vías respiratorias y el niño tosiera para intentar expulsar el alimento, el chupete impediría la salida del mismo. O, una arcada, también para expulsar el alimento, vería su salida cerrada.
Creo que muchos padres no ven el peligro real que hay en esta forma de alimentación. Cuando mi pequeña tenía 6 o 7 meses y comía trozos sólidos y grandes, muchísima gente me decía de todo, que si se iba a ahogar, que si era muy pequeña para comer así…La realidad, es que hay más atragantamientos en niños alimentados con purés y con cucharas que le meten los adultos en la boca, que en niños que se alimentan solos con sólidos. Por favor, sirva esta experiencia que viví el otro día de ejemplo para abrir los ojos a muchos padres que obligan a sus hijos a comer. Porque imagino que esos padres no sabían el riesgo que estaban corriendo. Y que siguen haciendo, pues mucho me temo que esa es la forma de obrar que tienen cada día.
Ahora voy al otro punto. ¿Por qué los padres obligamos a nuestros hijos a comer? Yo me incluyo en la pregunta porque yo también creía que comer era una obligación, cuando mi mayor era pequeño. Me dejé llevar por consejos y opiniones de otra gente, que me decía la cantidad que tenía que comer ni hijo y claro, si no se la comía, yo me enfadaba, le regañaba, incluso le obligaba y acababa vomitando, lo que era peor. Por suerte, supe reaccionar a tiempo y cambiar el chip.
En la mayoría de las consultas de pediatría, a partir de los 6 meses, a los padres se les dan unas pautas de alimentación para sus hijos. Unas hojas en las que dicen lo que debe comer, como deben hacerlo, y en algunos casos, hasta las horas a las que hay que darle de comer. También nos guiamos por tamaños de vajillas infantiles o de tarritos de comida preparada que poco se ajustan a la realidad. Y la realidad es que pocos niños se pueden comer las cantidades que los adultos piensan que son las adecuadas. Si nos paramos a mirar y comparamos el tamaño de un bebé con la cantidad de comida que le queremos meter, seremos conscientes de que es una burrada. Los percentiles y las comparaciones entre otros niños de la misma edad, terminan de hacer el resto.
Seamos realistas. Hay adultos de todos los tamaños y pesos. ¿Por qué se pretende que todos los bebés pesen y midan lo mismo? ¿Qué todos los niños estén en el percentil X o más? Es que no se tiene en cuenta que lo mismo los padres son pequeños o que, simplemente, el niño no necesita comer más cantidad y con el peso que tiene está estupendamente. Tenemos que dejar que los niños regulen la cantidad de alimentos que comen. Si en vez de poner un plato lleno y que se deje la mitad, le ponemos un plato casi vacío y se lo come todo, veremos las cosas desde un punto de vista mucho más relajado.
En el caso del bebé de la cafetería. El niño ya tenía miedo de la hora de la comida, posiblemente le obligaban a comer más cantidad de la que su estómago requería. Como le metían la comida a la fuerza, el niño lloraba aún más, los padres forzaban más la situación y cada vez que llegaba la hora de la comida, era un momento angustioso para toda la familia.
Recuerdo una historia de hace unos años, de una compañera de trabajo. Su hija comía “poco” (según la valoración de la madre), era una niña alta, delgada y perfectamente sana, pero la hora de la comida era siempre una batalla campal, tanto, que empezaron a acudir a un terapeuta. Y a la madre le dieron unas pautas muy sencillas. Cada vez que había que comer, a la niña le tenían que poner en su plato sólo una cucharada de comida. Y dejarla tranquila. Sin amenazas, sin presiones. Y así, la madre empezó a relajarse, si se lo comía todo, genial y si quería más cantidad, pues muy bien también.
Sin ir más lejos, vivo una historia parecida muy cerca de mí. Mi sobrina tiene casi 6 años. Siempre ha sido una niña que no ha comido mucho y que come despacio. Mi hermana, siempre ha estado obsesionada con el tema. Y la hora de la comida es horrible. No soporto cuando comemos en familia, porque se pasa todo el rato pendiente de la niña, regañándola, amenazándola, chantajeándola y ahora también, comparándola con lo que come mi hija. Cuando algún día mi sobrina se ha quedado a comer en mi casa, sin la presencia de su madre, las cosas has sido totalmente distintas. Yo pongo los platos, a ella menos cantidad, y nos ponemos a comer tranquilamente, no la miro, no le digo, no le comento. Ella come a su ritmo, lo que le apetece, y así, pasamos una comida distendida y agradable. Y para sorpresa de mi hermana, casi siempre se come todo lo que le pongo. Pero por más que le explico a mi hermana que tiene que relajarse con el tema de la comida, ella siempre sigue haciendo lo mismo.
Bueno, para terminar con el tema que empecé, el del bebé alimentado a la fuerza y con riesgo de atragantamiento. En varias ocasiones, me he acercado a algún padre que porteaba en mochilas no ergonómicas o con bebés mirando al frente, a decirles que esa no era la mejor manera. Siempre lo he hecho sin ánimo de ofender, sólo de ayudar. Pero en la mayoría de las ocasiones, lo que me he encontrado ha sido a padres enfadados y ofendidos, porque piensan que les atacaba o que les criticaba. Nada más lejos de la realidad. Luego, poniéndome en su lugar, si fuera yo y alguien se me acercara a decirme, por ejemplo, que porqué le doy la teta a mi hija “tan mayor”, yo también me sentiría atacada. Así que opté por no decirles nada a los padres. En el caso de este bebé, me pasó lo mismo. Si me acerco a sus padres y les digo que esa forma de dar de comer a su hijo puede hacer que se atragante, seguramente, estarían enfadados en vez de agradecidos. Así que esperemos, que de algún modo u otro, les llegue esta información, y si por lo menos, algún padre que alimenta así a su bebé, ve el peligro potencial del acto y deja de hacerlo, esto habrá servido para algo.