Escrito por Rodrigo Carbonell
Riff-Raff es una palabra del argot inglés (de corte peyorativo) que se usa para designar a los malvivientes e indeseables. En este caso, a ex convictos, desempleados y drogadictos. Todos se integran en el mundo de los trabajadores de construcción civil, un mundo olvidado por los políticos y el resto de la población, pero necesarios para edificar la metrópoli. Las relaciones que entablan los trabajadores pueden llegar a ser tirantes por momentos pero la imagen que trata de vender es el de solidaridad y buen humor que usan ellos para encarar la difícil situación que les ha tocado vivir.
La historia transcurre en Londres de comienzos de los noventas. Presenta tres personajes arquetípicos de la clase obrera británica: Robert Carlyle interpreta, con mucha solvencia, al protagonista Stevie, un escocés que trata de ganarse la vida como obrero. Él acaba de empezar a trabajar para una constructora, y es aquí donde se gesta el germen loachiano de crítica dura y directa en contra del sistema establecido y cómo éste aplasta a los más débiles (en este caso obreros) y la poca defensa que ellos poseen ante el voraz monstruo. Larry (Rick Tomlinson) ex marino mercante, es un trabajador experimentado que funge como voz de la razón del grupo de trabajadores. Además, es el único que expresa su posición política ante sus compañeros y superiores, pero con resultados poco fructíferos. Emer McCourt le da vida a Susan, una joven desempleada que se trata de ganar la vida como cantante, pese a tener poco talento. Ella tiene una relación con Stevie. Si bien su personaje es dependiente del protagonista y solo se desarrolla cuando esta con él, es un claro ejemplo del desempleo y las secuelas que deja este gran problema social, tanto físicas como psíquicas.
Los planos iniciales de la vida en la calle nos sumergen en la atmosfera depauperada que el director quiere mostrar como propio de los estratos más bajos de una ciudad de primer mundo. Loach acierta al usar el humor de forma concisa para crear escenas hilarantes que aporten a la narración de la película sin desvirtuar su tinte dramático. Se trata de un director que utiliza el ejercicio cinematográfico como un afilado dardo contra el sistema político y económico imperante en la Gran Bretaña de comienzos de los noventas, centrándose en los estragos dejados por la administración de Margaret Tatcher en los movimientos obreros.