Revista Cultura y Ocio

Rimas

Publicado el 28 marzo 2021 por Rubencastillo
Rimas

Gustavo Adolfo Bécquer me ha sorprendido por segunda vez en mi vida como lector. Lo hizo a los quince años (más o menos), cuando me adentré en sus Rimas por consejo de un profesor del instituto; y lo ha vuelto a hacer cuatro décadas más tarde (oh, Dios mío, cuatro décadas; mejor ni lo pienso), al haberme decidido a llegar a cabo una nueva visita. La primera sorpresa fue puro deslumbramiento: el brillo que provocó en mis ojos aquel poemario breve, intenso, volcánico, que me mostraba la voz tan arrebatada como sencilla de un poeta que desnudaba sus penas (y algunas esporádicas alegrías) sobre el papel. La segunda ha implicado una rectificación, porque el transcurso de los años me había ido convenciendo de que aquellos versos eran solamente aptos para lectores juveniles, bisoños, huérfanos de espíritu crítico. Ignoro por qué convertí aquella sospecha (que me hubiera costado muy pocas horas desarticular) en una certidumbre.

En esta segunda aproximación me he vuelto a encontrar con sus arpas silenciosas, sus saetas que vuelan sin destino, sus golondrinas perdidas, sus fantasmagóricas damas envueltas en tules, sus separaciones trágicas, sus tumbas donde habita el olvido, sus muertos que se quedan tan solos… E incluso con una humorada pícara que me pasó inadvertida en mi juventud y que aparece encabalgada en la rima LIX, cuando el poeta sevillano dice: “Yo penetro en los senos misteriosos / de tu alma de mujer”.

Como digo, me ha gustado desmentirme a mí mismo. Sí, Gustavo Adolfo Bécquer fue poeta de una sola cuerda; sí, algunas de sus composiciones parecen suspirillos germánicos; sí, desconoce que las pupilas son siempre negras (comete el error demasiadas veces como para juzgarlo descuido: rimas XII, XIII, XXI)... Pero la fuerza conmovedora de sus versos, sobre todo si se los lee en voz alta, es incuestionable. Bécquer te traduce. Te representa. Te toca. Dice, sintiendo lo que tú has sentido, lo que tú dirías. Es la Voz viajando en el tiempo, imperecedera. Es el Corazón, llorando.

Qué grande.


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