Revista Cultura y Ocio
Siempre he pensado que Leonardo di Caprio es un actor muy bueno, sobre todo cuando interpreta a escritores reales. Baste recordar, no sé, cuando hizo de un joven Tobías Wolf, en Vida de este chico, junto a un de Niro sensacional. O cuando encarnó al poeta maldito Jim Carroll, en Diario de un rebelde. Pero, a mi entender, donde realmente lo borda es en Vidas al límite, dando vida al inmortal poeta maldito Arthur Rimbaud. Joder, si parece su gemelo. Pero en el clip de video que viene acto seguido, más que la interpretación, lo que a mí me importan son las palabras, los diálogos. El mensaje. Es cierto, no cabe la menor duda, que ser un poeta maldito es una jodienda, pero, por otra parte, el hecho de poder permitirte la libertad, lujo para la mayoría, de decir lo que piensas, caiga quien caiga, aunque seas tú mismo el que caiga, no tiene precio. No hay dinero que lo pague. Sube el volumen y escucha:
¿Es que está prohibido intentar desaprobar la carnicería que está haciendo con la poesía francesa?