Es difícil decir qué es lo que nos lleva a leer un autor que nadie nos recomendó jamás. El ansia de aventura, resto raído de la infancia, tal vez... Pues, a fin de cuentas, leer un nuevo autor es como ir a un nuevo bar. Y en los bares siempre hay cerveza, ¿no? Siempre cerveza... A veces también uno prefiere algún trago raro. (Nunca de color azul, ni flúor, por dios...) A veces incluso uno quiere ir a un bar solo para escuchar qué música pasan. Y cuándo tiene esas ganas, justo ve desde el colectivo un portal con cartel bonito, y al asomar la cara por la ventanilla para ver mejor ya siente el olor a tabaco e incluso imagina qué tipo de mesas y sillas tendrá, y su luz, y entonces tocamos timbre y nos metemos a ese bar para tomarnos una birrita, traguito, soda, etc...
Pues bien, hay bares que tienen una cerveza espantosa. Y la música no tiene swing y el barman es un tipo hincha pelotas, un bagre y nos cobra el doble por que sí...
Y así, uno piensa: después de todo, en cada libro hay literatura, ¿es o no? Y así como la cerveza, que puede parecer pis, pero a fin de cuentas tiene alcohol, y eso está bien, pensamos que en los libros siempre habrá, como decía Plinio el Joven y repite el Lazarillo de Tormes, algo para aprender.
Sin embargo, hay bares inútilmente bares y libros inútilmente libros...
Y peor, hay libros que no son ni tan tan, ni ton ton.
Rímini es novela que tiene páginas lindas, personajes que ya están, y el resto es pura basura, cliché, tanto que hasta yo, humilde lector que todo lo acepta, no puedo más que despreciar.
Y conste que a Tondelli lo editaron tan bien, lo tradujeron tan bien, el ejemplar es tan bello, y el color turquesa, y la contratapa, etc. E incluso era gay y murió de sida, lo cuál no quiere decir mucho, pero algo es algo.
Tondelli, permitame hablarle, oigame allí donde esté, en un cielo turquesa, o un infierno sin color: su libro es malísimo.
Sin embargo, Tondelli, ha podido meter algunas páginas muy interesantes, unas muy pocas páginas, en medio de 350. De la cosa larguísima que es su novela, usted pudo haber escrito un hermoso poema en prosa, de media página. ¿Por qué optó por algo tan largo y malo? Quizá en la muerte, Tondelli, que me tocará, usted tendrá su retruque y me dará un sopapo por haberlo menospreciado en este blog, pero, se lo aseguro, volveré a preguntarle: ¿por qué alargó tanto una historia tan barata?
Así estamos. Lerdos ante la pregunta.
Y así quedaremos, lerdos.
La literatura es así, lerda.