Revista Belleza
Si hay un personaje público del que reniego particularmente, esa es Kate Moss. No sé por qué pero la aninñada modelo fetiche de Calvin Klein tiene algo que despierta todas mis funciones reptilianas latentes y me impulsa a salir corriendo en dirección opuesta. Me supongo que tendrá mucho que ver con todo el glamour Sex & Drugs & Rock 'n' Roll que la ha rodeado siempre y, más en particular, con el hecho de últimamente vuelva a estar en la cresta de la ola.
No es por ser cascarrabias ni avinagrar la idolatría a nadie pero me fastidia, de verdad, cuando la sociedad hace "oídos sordos" a la memoria histórica en pro del glamour y el estilo de vida fashion. ¡Qué rápido se nos olvidan esas terribles imágenes de ella y su novio (o ex, ni lo sé ni me importa) totalmente colocados y dando un espectáculo de lo más lamentable!
Pero, nada oiga, un par de meses en Rehab, un lavado de cara y de vuelta al ruedo para que las adolescentes puedan volver a ponerte en un pedestal. ¿En serio? En fin, supongo que en esta sociedad Fast Food nada dura más de cinco segundos, ni la memoria histórica ni las "estrellas fugaces", o sea, que sólo es cuestión de esperar un poco a que la llama de esta vela se apague por sí sola.
El caso es que, por muy reluctante que sea yo a concederle el más mínimo crédito a la persona arriba mencionada, hay una cosa por la que muchas le tenemos que estar agradecidas (o, más exactamente, a su manager/agente/ representante o algo por el estilo): los labiales de Lasting Finish Matte fabricados por Rimmel London.
Como muchas ya sabéis, estos labiales hijos predilectos de la casa que dio nombre durante décadas a las Máscaras de pestañas son conocidos dentro del mundo bloguero por su calidad, colorido, y por su bajo precio. Pues bien, aunque lo mío me ha costado hacerme con alguno de ellos sin tener que pagar el desorbitado y ridículo precio que piden en el Corte Inglés, hoy me llena de orgullo y satisfacción anunciaros que puedo corroborar y corroboro todas y cada una de estas afirmaciones.
Como podéis ver en las imágenes tres son, de momento, los tonos que figuran en mi colección de labiales aunque espero firmemente que este número vaya aumentando. Así, el primero que obró en mi poder fue el 110 un tono rojo/anaranjado eléctrico totalmente mate y de lo más especial, adquirido en el Mercadona allá por las postrimerías del verano.
Los otros dos se vinieron tiempo más tarde gracias a la abundancia del Eroski del Max Center (un centro comercial sito en Barakaldo y de los primeros que abrió en Euskadi). Aunque a punto estuve de salirme del súper con medio stand, al final opté por la moderación y elegí sólo los tonos que creía que me iban a ser más ponibles. De esta manera escogí el 101, un rosa bebé tambi´ñen completamente mate y, algo menos convencida, el 105, un tono nude/rosa con algo de brillo.
Sin embargo, cosas del destino, ha sido precisamente este último tono el que me ha dejado enamorada hasta tal punto que se ha convertido en mi primera opción para casi todos los looks. Como se puede apreciar es un tono muy curioso pues tiene cierto acabado satinado aunque a la vez sigue siendo descrito como mate. ¿Que cómo se come eso? Buff, que me aspen si soy capaz de explicarlo. Supongo que se podría decir que es un tono ligeramente nacarado pero que tiene la permanencia y la fijación de los labiales mate de manera que aguanta carros y carretas sin moverse del sitio y sin desaparecer un ápice. En fin, me temo que las palabras se quedan cortas y que la única manera de que entendáis lo absolutamente sublime que es este labial es probándolo en vuestras propias carnes.
Por mi parte, nada más que decir salvo que ahora estoy obsesionada con conseguir el 107 de la misma colección y que espero poder hacerme con él antes de que desaparezca del mercado. Por una vez, me temo que tengo que capitular y rendirme ante la evidencia: Bien hecho, Kate!
Espero que os haya gustado esta entrada. Un besito y hasta la próxima!