Revista Cultura y Ocio

Ríndete tú – @reinaamora

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Me lavo la cara y me quedo mirando a los ojos del reflejo de mi imagen. Pienso, mirando al fondo de esos ojos del espejo que miran tan adentro de los míos, que debo dejar de pensar en ella, debo dedicarme más tiempo a mí mismo y volver a disfrutar de mi verdadera compañera, la soledad.

Si aceptara que sólo la quisiese una semana… Para mí no es poco tiempo, es mucho, casi una eternidad. En una semana caben todas las palabras e historias de amor que el alma pueda sentir. Y en menos tiempo también se les pueden prender fuego, en silencio, a todos los deseos, mirando hipnotizado cómo las llamas abrasan todo lo querido, todo lo deseado…

—Entonces, ¿la quieres? — me preguntan los inquisitivos ojos del espejo.
—No lo sé — respondo esquivando la mirada.
—¿No lo sabes? Se puede engañar a cualquiera, pero engañarse a uno mismo es lo más triste que puede hacer un ser humano.
—Igual no la quiero.
—Si no la quieres, ten el valor de decírselo.
—¿Y si la quiero?
—Si la quieres, entonces márchate lejos y que jamás vuelva a saber de ti. Si realmente la quieres. En el fondo de tu corazón, sabes que nunca será feliz a tu lado — me recrimina el reflejo enfadado.

Esa conversación regresa cada noche. Me saca de la cama y acabo frente al espejo. La cara que aparece frente a mí siempre es la misma, la de un imbécil cobarde incapaz de hacer frente a sus sentimientos. Con las hostias que me ha dado la vida y no aprendo, me veo incapaz de hablar claro incluso conmigo mismo… ¡Cobarde y estúpido!

Aquí me veo de nuevo, mirándome fijamente. Tal vez se me ocurra alguna nueva estupidez que pueda echarme en cara.

—¿Ya sabes lo que sientes? — indaga.
—Siempre lo he sabido — le confieso.
—¿Y te vas a atrever a reconocerlo? Permíteme dudarlo — me recrimina irónico.
—¿Para qué? ¿Para volver a sufrir?
—Para no engañarte a ti mismo. Para mantener algo de dignidad.
—¿Y de qué me serviría eso?
—¿De qué te ha servido engañarte? ¡Mírate! — me exige.

La evidencia es aplastante. Cualquier excusa para contradecirme sería absurda.

—Yo…
—Tú, ¿qué? ¿Que eres un cobarde? Ya lo sé.
—No la quiero.
—¿No la quieres?
—No, no la quiero simplemente… La amo.

Nos quedamos un instante en silencio, yo y el del espejo, mirándonos.

—La amo por cómo es y cómo se muestra a los demás. Por lo que no se atreve a hacer y por las osadas locuras en las que se mete sin pensar. Porque no es capaz de renunciar a su vida por mí, aunque alguna vez me consta que se lo haya planteado.

La amo por la persona que es y por la persona que, estoy seguro, llegará a ser, comigo o sin mí. Por cómo me hace sentir y lo que me puede llegar a hacer sentir. Porque a su lado no llevo máscaras ni las necesito porque me hace sentir hombre.

La amo porque hace que piense en ella y sé que ella también piensa en mí. Por la forma en que me tortura estando lejos y la forma en que la torturo cuando me alejo de ella. La amo por lo que dice, por lo que calla y por lo que no se atreve a decir. La amo por el deseo que me despierta, por pensar en ella cuando estoy con cualquier otra mujer. Porque sólo conozco el verdadero placer si lo deletreo con su nombre.

La amo porque no quiero sólo follar con ella, quiero perderme en su amor mientras nos follamos, y llorar pidiéndole que no se aleje y que ella llore pidiéndome que no me vaya. Y, sobre todo, la amo porque no hay motivos para que la ame como la amo, simplemente por eso.

La amo, sin más, y no puedo decírselo sin evitar hacernos daño.

Levanto la vista. Unos ojos cansados enmarcan un rostro demacrado, atrapado en un cruce de caminos. Sin embargo, en el reflejo, aparece lentamente, una sonrisa triste. La miro despacio intentando comprenderla, pero no alcanzo a entender que pueda ser mía.

—Ve a buscarla y bésala, ella lo entenderá — me dice el reflejo — Las mujeres saben mucho más de nosotros, tan solo mirándonos, de lo que nosotros podamos expresar con palabras. Bésala y vete. Si estáis hechos el uno para el otro, si tan solo una brizna del deseo, del cariño o del amor que tú le profesas, se esconde en lo más profundo de su corazón, ese beso encenderá la llama que iluminará vuestro camino para siempre. Será tuya, sin limites y tendréis un nuevo vosotros por estrenar.<

Le escucho atentamente, y al levantar de nuevo la mirada, soy yo quien sonríe.

Antes de salir escribo su nombre en el espejo y le digo a mi reflejo: Si quieres, RÍNDETE tú, que yo aún tengo mucho que sentir.

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