Ahora que los años han dibujado arrugas en mi piel y
pintado mi cabello en blanco; ahora que he recorrido muchos kilómetros y
atravesado montañas y sembrados, recuerdo la primera escuela donde me quedaba
absorto escuchando al maestro contando historias sobre el inmenso río Duero que
recogía el agua escasa que pasaba por los campos de mi aldea.
He subido otra vez al Pico de Urbión, he bajado
hasta su maternal falda donde acuna al pequeño Duero en sus primeras aguas,
apenas unos chorros de lágrimas de niño amamantado por la leche materna de la
montaña. Suena en mi corazón el Concierto para piano número uno de Chopin
(Varsovia 1810 – París 1849) con la ternura y suavidad de este río niño de
cauce leve culebreando porel valle en
ligera pendiente, mientras el sol calienta la tibieza de sus aguas de montaña. Paso
a paso quiere recorrer entre la nieve y el poema los ochocientos noventa y
siete metros hasta el océano Atlántico, incontable y misterioso.
El nacimiento del río Duero
contiene muchas anécdotas y carteles. Aquí una piedra con los primeros versos
del conocido poema de Gerardo Diego: Río Duero, río Duero / nadie a acompañarte
baja / nadie se detiene a oír / tu eterna estrofa de agua…
Y añade el siguiente texto: “Aquí en las faldas del
Pico Urbión, en la localidad e Duruelo de la Sierra, a 2160 m de altitud inicia
su andadura el Río Duero que tras recorrer 697 km entrega sus aguas al Océano
Atlántico en la ciudad de Oporto”
Muy pronto comienza a hacer amigos el amigable
Duero. De la alta sierra, por donde anduve con paso lento, le abrazan el
Ebrillos que juega entre los pinos por su derecha y el Revinuesa por su
izquierda que cae a plomo desde la Laguna Larga y da nombre a todo un valle.
Caminan juntos entre canciones, pinares y múltiples setas hasta calmar su
acelerado ritmo en Embalse de la Cuerda del Pozo, también llamado el embalse de
la Muedra pues tal era del nombre del pueblo oculto por sus aguas. Allí en la
Playa Pita tienen los sorianos su playa a falta de otro mar cercano. Más arriba
ha quedado la Laguna Negra de belleza hipnótica, inmortalizada por su
grandiosidad y por Antonio Machado en La Tierra de Albar González.
Duruelo, silencioso pueblo como su Cristo de las
Maravillas de estilo gótico en el templo de San Miguel a cuya sombra se cobija
una necrópolis medieval. Covaleda lugar de serenidad y poesía sobre su
historiado puente de piedra, entre pinares y verdor; desde hace algunos años se
celebra una de las más célebres carreras de montaña de nuestra península:
Desafío Estreno Covaleda Urbión. Salduero, con la Fuente del Carretero junto al
río y su puente. Tres pueblos entre montaña y pinos, entre verdor y misterio
que pronuncian con sus nombres el río Duero, músico en estas latitudes entre
peñas y senderos.
Allá,
en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños...
ANTONIO MACHADO
Laguna Negra
El Duero se aplaca entre largas colinas y llanuras
de la tierra soriana, donde el trigo brilla de verde y amarillo en primavera,
donde los llanos son grises, salpicados de pino y frutales, en el verano. Se
encrespa entre recodos de la Sierra de Carcaña, entre robles y pinos donde
antaño bebieron agua los pobladores pelendones y, acaso, primitivos humanos
antes de tener tribus con nombre.
Se abrazan varias sierras antes de las llanuras de
Soria, el Tera llega hasta el Duero (son varios los ríos que mantienen ese
nombre Tera), allí en el otero de la Muela se levantó Garray como recuerdo a la
antigua Numancia poblada por tribus de pelendones celtiberos hasta que Roma la
destruyó después de largo tiempo de asedios y de luchas en el año ciento
treinta y tres antes de Cristo a las órdenes de Publio Cornelio Escipión “el
Africano”.
Desde la cumbre del Pico de Urbión
contemplo una parte amplia de la inmensidad de la tierra. Debajo la Laguna de
Urbión, una de las numerosas que encontramos por estos paisajes de ensueño.
Numancia suena a misteriosa resistencia, a luchas y
llanto, a esperanzas y duelos en la obra de Cervantes “El cerco de Numancia”
(1585). Pero Numancia fue antes pacífica ciudad agrícola y ganadera, ruda y
trabajadora entre los antiguos pinares y el agua clara del Duero que comenzaba
a ser ancho río con el agua que ya recogía del Urbión, de las Sierras Cebollera
y el Puerto de Oncola. Existen textos que aseguran que en sus excavaciones
arqueológicas se encuentra el más valioso legado de la cultura celtibérica
entre necrópolis, tallas, vasijas pintadas…