Richard Ford, 1846

La navegación de los ríos españoles es oriental, clásica e imperfecta: las barcas, barcazas y barqueros datan de la época medieval y son más aprovechables artísticamente que para el comercio. El «gran río», el Guadalquivir, que en tiempo de los romanos era navegable hasta Córdoba, hoy es apenas practicable hasta Sevilla por barcos de vela de mediano calado. Los pasajeros encuentran toda clase de facilidades concedidas para los buques que hacen la travesía entre esta capital y Cádiz. Estas ventajas, ni que decir tiene, son obra de Inglaterra, aun cuando el primer barco de vapor que surcó los mares fuese invención española y se botase al agua en Barcelona en 1543; pero el entonces ministro de Hacienda era un rutinario oficinista y se opuso a proteger la invención y no se volvió a hablar más del asunto. Los buques de vapor que hacen el servicio del Guadalquivir son seguros. En nuestro tiempo siempre se decía en los anuncios de salida de los vapores que se diría una misa antes de zarpar en la herética invención, lo mismo que hoy, cuando se inaugura en Francia un camino de hierro, las locomotoras de Birmingham son rociadas con agua bendita y bendecidas por un obispo, lo cual puede ser una «indirecta» para míster Hudson y el primado de York.
Imagen: El Tajo a su paso por Toledo, De Shaila Pereira

Richard Ford
Hispanista ingles (Londres, 21 de abril de 1796-Exeter, 31 de agosto de 1858)
1844 Manual para viajeros por España
1846 Cosas de España