La fama es efímera, pero no es gratuita como pudiera parecer a primer vista. No estamos acostumbrados en la televisión española a encontrar personajes que triunfen no por sus logros, sino por su desfachatez, por su falta de amor propio e, incluso, por su vileza. El circo mediático se alimenta de tropas de bufones a los que adjudica diversos roles. Los bufones, a su vez, están dispuestos a hacer cualquier cosa por destacar entre las hordas chufleteras: convierten horas de televisión en pseudodebates, gritan, chillan, fornican sin reparo, se pelean, se van de campamento, juegan a hacer supervivencia... pero siempre con un denominador común: venden su premeditada intimidad sin el más mínimo reparo. Todo por unos minutos de fama y unas apariciones en televisión.
TeleCirco, la más casposa y ruin de las corporaciones audiovisuales que operan en nuestro país, convirtió a la reina de las bufonas en"princesa del pueblo". Le dio "fama", le dio horas de televisión y le dio la palabra ante un 20% de la audiencia. Se puede hablar incluso de belenestebanización, o síndorme de la máxima chabacanería acumulada en una sola persona. Pero a pesar de todo, contaba con su tropa de incondicionales. Sin embargo, del mismo modo que su contratista la vio subir, la dejo caer estrepitosamente, para seguir exprimiéndola como cadáver público una vez que su imagen se hizo añicos tras el impacto. Fue una más, ni la primera ni la última. Ahora le vasta con vender posados que reflejen su decadencia. alfonsovazquez.comciberantropólogo