Empecé sin ganas a ver el show de entrevistas de Risto Mejide y apagué el televisor a los pocos minutos. Reconozco que ni lo hubiera encendido si no fuera porque el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero era el personaje que inauguraba un espacio tan desperdiciado en Cuatro. Nada hay más frustrante que la representación en la que se aparenta ser lo que no se es. Y el entrevistador de gafas de sol impertinente no es periodista, sino una figura mediática que busca la provocación en programas de entretenimiento. El papel de crítico fustigador de personajes cuya coraza ha de ser traspasada por preguntas que desnudan lo que en realidad piensan, sienten y desean, le queda tan grande a Risto como los trajes de David Byrne, el líder de Talking Heads, en Stop making sense. Un auténtico agitador que sacude sensibilidades abotargadas.
La fórmula no es nueva, sólo el nombre que evoca un estilo de sofá bastante hortera para los tiempos que corren y que no conduce a ninguna parte. Más que “Viajando con chester” habría sido más apropiado titular al programa como “Arrumbados sobre el chester”, para prevenir la sensación de pérdida de tiempo que derrocha este canal de televisión en vez de ofrecer un espacio informativo de entrevistas que esté al nivel del ciudadano medio, no al que está acostumbrado este conductor, famoso por sus broncas de estercolero en concursos que buscan el espectáculo más arrabalero.
Lo más profesional del nuevo espacio de entrevistas de Risto Mejide fue la promoción previa de la cadena, en la que se dejaba entrever a un Zapatero supuestamente acogotado por el reconocimiento (constaría en el guión) del entrevistador de que se sentía traicionado por el expresidente. Quitando el tuteo, las impertinencias, la falsa agresividad, una sinceridad impostada, desparpajo ensayado en lo anecdótico y las posturitas y gestos que, al menos, desfilaron en los primeros minutos que pude soportar, el programa no sólo no acorraló con preguntas al entrevistado, sino que le permitió lucirse en lo ya conocido, eludir lo que consideraba inoportuno sin que el conductor ni se diera cuenta y hasta devolverle algún que otro golpe, como aquel de “Risto, has estado más político que yo”, que ya es hundirte en lo insustancial.
No cabía esperar otra cosa y seguramente el propósito de Viajando con chester no sea el de competir, aunque coincidan en la franja horaria, con el Salvados de Jordi Évole, que multiplicó por tres la audiencia del primero. Pero si como espacio informativo no tiene ubicación, como programa de entretenimiento es sumamente aburrido. A mi, al menos, Risto me aburre, especialmente cuando se disfraza de intelectual.