Un detective afronta un caso de asesinato imposible de resolver y digno de Sherlock Holmes, que desencadena una serie de muertes también relacionadas con crímenes anteriores irredentos e irresolutos, los cuales parecen obra de una entidad improbable y fuera de lógica.
Esta es la premisa donde nos proponen un narrador omnisciente pero implicado, que opina y se moja en una novela que no ahorra escenas grotescas bien descritas, con más gusto que saña, lo que acompaña el visual de la lectura como una buena bebida. Su descripción de los asesinatos (¡vaya homicidios de culto!), cada uno con su detalle y marca sin mácula, se aúna con el buen hacer para quienes conocen Gijón, meticuloso con sus calles y parajes en un homenaje a los tantos que vivimos sus días y noches en algún momento. Estas y otras formas del estilo aportan credibilidad y verosimilitud a una historia compleja, anímica, emocional. Son las entrañas quienes escriben.
Pero es el protagonista (interesante personalidad que se desglosa a fondo para hurgar en sus secretos), desgastado antes de empezar a ser desgastado por un villano (¿es un villano?) absurdo en su genialidad. Un detective clásico sin sombrero quien nos guía a través de cada asesinato o pista, llevando el género negro un poco más allá. Porque pese a su tendencia supranormal, tratamos con realismo crudo, masticable, masturbable. Jugando entre sus diálogos (cuchillos verbales afilados) donde se miden con habilidad y contundencia el protagonista contra esa némesis elegida de forja y forma unidireccional.
No faltan los pasados, génesis que acuden para rellenar lagunas y pesquisas poco a poco que te arrastran y atrapan en esta espiral narrativa (aunque un proceder de comas excesivamente tradicional pueda romper en ocasiones el ritmo de algunas frases, y una arriesgada ausencia de "que" como conjunción también se muestre). Toda la obra tiene ese terror subyacente provocado por la pérdida de privacidad y casi de la identidad. Sin rendiciones, pese al miedo que inevitable atenaza a los «buenos» cuando el cierre se cierne, avanzando la historia lesiva con un remarcable logro: no podemos como lectores intuir el final, ese desenlace que es descubrimiento y asunción, que nos explota en la mente. Con la gran pregunta de fondo: ¿qué y cuál es la realidad? ¿Se trata de algo individual o colectivo?
Posee una conclusión quirúrgica, coherente, puede que fría en consonancia y a la vez contradicción con la misma historia y el personaje situado en su centro. Y me encanta el guiño final, el capítulo X, para creyentes, para cafeteros lectores.
Buena novela de un autor meticuloso de prosa elaborada y concisa, que presenta un gran respeto por la literatura y que encaja tanto con suspense, género negro, thriller policiaco y escrito seudo-paranormal. Un tipo de obra que, de ser leída y expandida en el boca a boca, saldría de su marginalidad (que tantos escritores y escritoras comparten de forma injusta).
Atreveos y apostad por su lectura, no decepcionará.