Mi relación con Rival Sons ha sufrido una metamorfosis brutal en los 2 últimos años. Hasta hace un par de veranos, antes de escuchar con detalle "Pressure & Time" y "Head On", se me podía considerar un detractor de la banda. Tras presenciar su actuación en el Azkena de 2011 y picotear superficialmente entre su discografía, en mi psique Rival Sons no eran más que unos clones de Led Zep -de esforzado directo y estética molona, eso sí- sin demasiado talento a la hora de componer canciones perdurables. Si me pedías consejo, no ibas a encontrar palabras amables. Sin embargo, aquí me teneis ahora, hecho un hooligan de la banda. Aguardé con enorme ansiedad el lanzamiento de "The Great Western Valkyrie", trabajo que a la segunda escucha ya se había convertido en mi disco del año, y compré el ticket de su show de BCN con 6 meses de antelación. Así que si te digo que el pasado viernes vimos en Bikini algo extremadamente grande y especial, un concierto increible por parte de la formación que ahora mismo ocupa el trono mundial del rock clásico, y que todas las expectativas se vieron confirmadas y superadas, podrás tacharme de parcial y subjetivo. Y tendrás razón. Así que mejor será que te redirija a crónicas tan buenas como esta, esta, esta o esta otra.
Yo seguiré fantaseando con la inmaculada voz de Jay Buchanan y sus pasionales -y peculiares- maneras de frontman, con la clase, presencia y solvencia de Scott Holiday -con un porte que asocio a tipos como Page, Duffy o Keith Nelson de Buckcherry- y, sobretodo, con un cancionero de ensueño que en directo todavía obtiene una dimensión mayor.
La noche del 5 de diciembre de 2014 -quién si sabe estabamos ante un canto de cisne- el ROCK, así, en mayúsculas y sin etiquetas, volvió a ser importante en Barcelona.