Nada más conocertepude ver nuestra vida entera
en lo que duró mi único parpadeo.
Conducías incendiando kilómetros
con la estela áurea de tu pelo.Las carreteras enfermaban de nervios.
Poseíamos la actitud y arrogancia necesarias
para que esos cerdos que nos pisaban los talones
también nos los besaran.
Llamábamos hogar a la porción de desierto
en que cada tanto nos deteníamos ansiosos
para follarnos el amor.
No teníamos tiempo de sentir compasión
por las víctimas que poblaban nuestro camino
como las migas de pan de Pulgarcito;
al fin y al cabo ellos tampoco pensaron en nosotros
cuando estábamos bajo tierra.
Adorabas aquella foto que cubría bancos y gasolineras
decías que era la primera vez que me viste sonreír.
Nos turnábamos en llevar el sombrero
y proferir nuestro grito de guerra.
De noche éramos hoguera saliva de peyote madriguera.
Aprendíamos el lenguaje de los coyotes
despreciábamos conscientemente la cercanía de las huellas.
Y aquella vez acorralados sobre el desfiladero
amé el eco de tus carcajadas justo antes de gran salto.
Cuando te confesé que no sabía nadar.
