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21 de octubre de 1967. 50.000 personas se manifiestan delante del Pentágono en contra de la Guerra del Vietnam. No gritan ni lanzan consignas pacifistas. Meditan. Intentan concentrar toda su energía en un sólo objetivo común: hacer que el inmenso edificio comience a levitar para luego vibrar, y finalmente cambie de color hasta ser naranja. En ese momento, explican, terminará la Guerra del Vietnam. ¿Cuantos de ellos pensaban realmente que aquello podía ocurrir? ¿Cuantos de los 50.000 soñaban con conseguirlo? Probablemente, muy pocos. Puede que la mayoría sólo estuvieran allí porque era una original manera de protestar contra algo que concebían como una enorme injusticia. En realidad, el sueño era acabar con la guerra, cambiar algo, moverse. Decir a la gente que si todos querían, si todos soñaban, todo era posible. Unos meses después, en una ciudad francesa al otro lado del Atlántico, alguien dijo: “Seamos realistas, pidamos imposibles”.
Entre aquellas decenas de miles de personas se encontraba Abbie Hoffman. No era uno más. De hecho, se trataba de uno de los “creadores” de tan original manera de protestar. Hoffman era uno, si no el más importante, de los “ideólogos” de una nueva hornada de activistas que cambiarían en los últimos años de la década de los 60 la manera de hacer política y mostrarian las grietas del sistema socioeconómico que había surgido de la Segunda Guerra Mundial.
Unos meses antes del incidente del Pentágono, el cachondo de Abbie y unos amigos se acercaron a la Bolsa de Nueva York y soltaron miles de billetes de dólar sobre los ejecutivos que trabajaban en el parquet. La que se lió fue de órdago, con los “respetables” brokers luchando como verduleras del Madrid del XVII por los billetes que caían del cielo, aunque en realidad la mayoría eran falsos. Al preguntarle, Abbie declaró que, al fin y al cabo, eso mismo era lo que hacían todos los días, luchar como fieras por el dinero. A partir de aquello, la Bolsa de NY instaló cristales anti-bala (y anti-Hoffman, imagino )
Alguna otra genialidad de este lumbreras fue urdir un plan en 1970 que consistía en administrar a un tal Nixon, una fuerte dosis de LSD en el te, en el transcurso de una velada a la que Tricia Nixon (la hija) había invitado a Grace Slick, de los Jefferson Airplane, en la Casa Blanca. O pretender que el departamento de Investigación de la NASA estudiase la posibilidad de que la mejor manera de “colocarse” fuera insertarse una banana por vía rectal. Una cajita de sorpresas, el chico.
Su momento de mayor gloria llegaría con el juicio al que se enfrento junto con 6 de sus compañeros por los enfrentamientos que causaron durante la convención demócrata de 1968. El juicio en cuestión fue un verdadero circo, empezando por que dio la casualidad de que el juez se apellidaba Hoffman también, lo que provocó más de un chascarrillo, y terminando con Abbie indicando a su tocayo posibles direcciones donde adquirir a buen precio unas dosis de LSD. Aunque fueron condenados en primera instancia, más tarde un Tribunal Superior desestimó la sentencia.
Esta joya de muchacho se definió a si mismo politicamente como anarco-comunista. Junto con otros activistas, creo el YIP (Youth International Party, o Partido Internacional de la Juventud), en la que pretendían evolucionar el movimiento Hippie hacia posturas más radicales y activas en contra del “Sistema”. Se les conoció como los “Yippies”, y tuvieron cierta relevancia dentro del movimiento contracultural de los 60 en Estados Unidos. En 1971, Abbie desplegó toda su acidez y su ideología en un libro cuyo título era toda una invitación: Roba este libro. En él, resumía todas las posibles alternativas para que alguien pudiera “vivir gratis”. Desde crear una comuna a realizar fraudes con tarjetas de crédito. Desde como hacer yogur con desperdicios de los supermercados a iniciar una emisora pirata, pasando por un listado de Universidades libres o un método para cultivar marihuana. Toda una guía de la contracultura. Fue todo un éxito, aunque muchas librerías declinaron su distribución porque la indicación que aparecía en su título fue seguida por muchísimos lectores, que simplemente se llevaban el libro sin pagar. Si el autor lo decia, no iban ellos a no hacerle caso. A propósito del éxito del libro, el mismo Hoffman declaró:
“Resulta embarazoso cuando intentas tumbar el gobierno y alcanzas la lista de los best sellers.”
Hoffman fue detenido en el 73 por posesión de cocaina. Se dice que fue una trampa policial. Abbie terminó escapándose y se convirtió en un fugitivo de la justicia. Fue su canto de cisne. Aunque volvió a reaparecer en la escena en los 80, ya era una reliquia de glorias pasadas. Los 60 habían muerto de sobredosis, excesos y sueños por cumplir.
Los años ‘60 han terminado, la droga nunca será tan barata, el sexo nunca será tan barato/libre (free), y el rock and roll nunca tan bueno.
150 pastillas de Fenobarbital acabaron con la vida de Hoffman en 1989. Visto desde la distancia de los años, lo que más me pica la curiosidad sería imaginar lo que hubiera hecho Hoffman en un mundo como el nuestro, con algo llamado “Internet”. El mero hecho de su existencia hace que su libro, empezando por el título, resulte una auténtica reliquia, en tan sólo 40 años. Sus sueños han sido comprados. Los Yuppies tomaron su nombre de los Yippies, la contracultura se convirtió en un negocio, y ahora se hacen “revoluciones” desde cacharros que cuestan el salario mínimo. La leyenda se ha hecho una camiseta.
Pero no todo se ha perdido. Gente como Hoffman, Ginsberg; movimientos como Mayo del 68 o acontecimientos como Woodstock no deben ser tomados como sólo anécdotas históricas, como sueños que estaban abocados al fracaso. Nos enseñaron a comenzar a soñar y terminaron también por enseñarnos que la derrota es posible y que sabor tiene. Nos mostraron que el camino no es fácil, pero existe, y que no es tanto realizar una lucha utópica contra el mundo sino pequeñas luchas en los particulares universos de cada uno. No es hacer que el Pentágono levite o se vuelva naranja, sino que cada vez más gente sea responsable de su vida y de su relación con el mundo y las personas que le rodean. No podemos decir a nadie que miente si nosotros nos mentimos a nosotros mismos.
Se filmo una película sobre la vida de Hoffman titulada “Roba está película“, y el mismo Abbie aparece en “Nacido el 4 de julio”, haciendo, básicamente, de si mismo. El libro “Roba este libro”, se puede consultar online aqui (en inglés)
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