Revista Música
Metallica – Kill’em all
Doy inicio con la misma frase (un poco modificada) con la que el diablo despidió a Bart del infierno.
Es que este disco y banda, son de esas honrosas excepciones que en los 80’s hicieron algo que produjera dividendos artísticos de movimiento o identificación, que no fuese calcinado ni estuviese envenado por la superficialidad, pomposidad y calamidades varias de la década de los sintetizadores y el pop super pop. Claro que si, púes fueron diez años de gloria y especial auge de esa corriente del rock más duro y que tantos y tantos adeptos suma.
A la hora de hablar de las características mas notorias de su debut, que fundo un subgénero, esta esa potencia desmedida y a ratos aplastante, que de no ser por el virtuosismo de sus integrantes terminaría consumiendo el entendimiento y el disfrute de una obra tan densa en si misma, abundan en sus costillas, fuerza, rapidez, ira, y oscuridad, pero de la oscuridad violenta, casi cataclismica.
Los vertiginosos dedos de Kirk Hammet, hacen escupir a su guitarra sablazos frenéticos, rebanando el aire con una celeridad casi sobre- humana, Lars Ulrich, el encargado de marcar las pisadas con olor a terremoto de su batería, conlleva perfectamente la aparente naturalidad destructiva propia del hálito del grupo, en palabras de el mismo se define asi mismo como “un ser antipático, obstinado que le gusta la espontaneidad y el sarcasmo”. Cliff Burton, para muchos el espíritu de Metallica, capaz de crear con su bajo efectos increíbles, unas distorsiones propias de un guitarras pero no, sorpresa!! Sus maniobras van en la misma sintonía que la banda, pero sobresalen, dando un dignísimo y sobresaliente papel a su instrumento. James Hetfield, aun no se haya en la cúspide de su capacidad vocal, de hecho se pensó en reemplazarlo, tal como hicieron con Mustaine (a quien le deben gran parte de la influencia y composiciones de este debut, no obstante, gracias a esta expulsión fundaría otra banda estandarte como lo es Megadeath) sonando plano y no sugiriendo un avance demasiado colosal a la estructura de los temas como si lo hacen sus compañeros.
La temática del disco, si bien suena al relincho de mil infiernos, las letras y composiciones líricas se encausan por esa misma vía, narrando un contenido habitual en las canciones del genero, ya saben, demonios, Apocalipsis, lo genial que es ser una banda de metal y demases tópicos…
Una verdadera parodia de holocausto sísmico es Hit the lights, partiendo con un espesor angustioso, luego la batería contestándose con la guitarra, y después soltando todo el potencial en un tema apropiado para abrir fuegos, y mientras sigue una línea demoledora de banda al completo dejando el alma en bruto, en cada pasada, se introducen entremedio los hilos protagónicos de Hammet, metiendo sus atropellados despliegues de virtuosismo.
Le sigue la extensa The four horsemen, da inicio con sonidos arenados, para luego retomar la trinchera habitual, pasados dos minutos realiza un despliegue, gigantesco de radiación pesadísima, donde la voz es reemplazada por el rugir de la guitarra mas tosca, la misma que mejorara su lenguaje al llegar a los cuatro minutos, parafraseando unos cuantos resueltos cambios. Esta secuencia se verá reiterada, otra vez aunque de una perspectiva levemente diferente, mucho mas rauda. Una buena machacada para los oídos.
“Te estás muriendo desde el día en que naciste
Sabes que todo ha sido planeado
El cuarteto de la liberación cabalga
Pecador una vez, pecador dos veces”
Motorbreath, la batería parece marcar unos pasos de vacío, dando plena libertad a la guitarra para que debute en esta pista, suena más asequible, teniendo una columna visible y las cuerdas voraces metiéndose de lleno en el maquinal juego del tema. La escolta Jumpin in the fire, va y viene entre sus acostumbrados golpeteos alentadores, casi como un escena brutal de llamas y cenizas, hasta aquí el álbum resulta bastante poderoso, aunque la fuerza trata de ser salpicada con los solos, que a ratos suenan algo forzados. Pero el esperado matiz llega con (Anesthesia) Pulling Teeth, track instrumental que huele a pura estática, con el bajo elucubrando sonidos tecnologizados de Ultratumba, quien dijo que ese instrumento era un mero acompañamiento, así mismo podría sonar cuando la nada te come el alma.
Whiplash, retoma la esencia previa, sometiendo flexiblemente la catarsis extrema, Phantom Lord, engaña al principio con atmosferas lóbregas, regenera la imagen de su titulo, un señor fantasma al más puro estilo Nazgul y No Remorse, bebe literalmente de la destrucción bélica, y el caos provocado por las toxinas de la guerra, y por toxinas no me refiero literalmente aun químico nocivo, sino mas bien a los resultados, en los que solo salen beneficiados los intermediarios. “la sangre alimenta la máquina de la guerra, mientras se come el camino al otro lado de la Tierra”
Seek and destroy
Casi anárquico track, que he de mencionar se encumbra alto en mi lista de los favoritos del álbum, es que acá, si se miden bien en cuanto agobiar con la dureza, y brindar ganchos naturales, que dejen un apego por el tema. Si bien cuenta con repetitivos acompañamientos, el quiebre que se produce al minuto tres, llena de jocosidad explosiva que soslaya al tema inmediatamente de clásico, y dejando un espacio propio a la habilidad de Hammet, que se aprovecha de la oportunidad. Por último se acaba la opera prima, con Metal Militia, y la utopía en esos días de un ejército de fanáticos, y los ecos de una militarización en formación.
Tal vez cueste al principio una empatía inmediata con este debut, por su agobiante carácter y presteza, mas por ser una piedra angular de lo que vendría después, merece una oportunidad, brincos van y brincos vienen. Y si buscan una imagen mental para tildarlo, pues la encontraran en su caratula, nada mas explicito para acelerar su comprensión, un martillo con sangre que aúlla, ¡mátalos a todos!. Anarquía y potencia levemente tosca, pero es sin dudas una obra separadora de aguas. Abuelitas y abuelitos, escapen de kill’em all.