Revista Creaciones

robar sueño al tiempo

Por Patriciaderosas @derosasybaobabs

Intento aguantar despierta. Pongo todas los medios que están a mi alcance para mantener mis párpados bajo control, pero acabo por caer rendida. Una serie, un libro, un podcast o alguna conversación no demasiado profunda, pocos más recursos me quedan. Mi primera semana en la universidad conocí a una persona que decía que dormir era perder el tiempo y llevaba su teoría hasta el extremo. Ni un minuto más de lo estrictamente necesario. No trataba de ser productivo las restantes horas del día, ni de sacar provecho a cada instante. Eso sería agotador. Simplemente sentía que era más dueño de su tiempo cuando era consciente de él. Desde entonces siempre me he sentido un poco culpable cuando practico la procrastinación consciente, que a menudo lo es.

Confieso que desde siempre me atraen las películas o series en las que aparece algún personaje complejo con una mente atormentada por visiones que no logra comprender. Entonces, aparece un científico paternalista pero a menudo con oscuras intenciones que le guía en la búsqueda de respuestas. El método oficial pasa por colocar diferentes sensores en la cabeza del personaje e introducirlo durante horas en una piscina de flotación. Así lo hacían al menos con los Precogs de Minority Report o con Eleven, en Stranger Things.

Hace unos días pasé una hora en la Sala de Columnas del Balneario de Las Caldas. Su piscina de flotación tiene una concentración salina similar a la del Mar Muerto y, al parecer, veinte minutos allí equivalen a cuatro horas de sueño. Cuatro reparadoras horas. Me fascinaba la idea de poder ahorrar ese tiempo.

Apenas llevaba cinco minutos y mi cuerpo ya se encontraba estabilizado y sumergido apenas unos centímetros bajo el agua. Todo salvo los ojos, la nariz y la boca. Una pequeña superficie de piel que te conecta con la vida. Tardé un par de minutos más en habituarme al sonido, a la falta de él. En ese momento en que la ingravidez y el silencio tomaron el control, yo lo perdí. No puedo jurar que no me durmiese, pero sí que mi cabeza se despejó. No fui con la idea de dejar la mente en blanco porque no sé hacerlo. Tampoco de pensar, de reflexionar o de solucionar. Ni siquiera de relajarme. Simplemente flotar. Porque no siempre la respuesta está en fluir, a veces lo que urge es emerger.

Pensé en los Precogs y en Eleven. Pensé en una canción que había escuchado esa mañana. Pensé en mis cosas. Puede que me durmiese unos instantes. Pensé en algunas personas.

Al abrir los ojos, con la luz cálida del antiguo rosetón de la capilla reflejándose en mis piernas, la sensación fue maravillosa. Calculé haber logrado el equivalente a unas diez horas de sueño.

Me acordé de mi amigo de la universidad, preguntándome si seguirá robando sueño al tiempo para no sentir que se le escapa. ¡Qué iluso! Ojalá pudiera decirle que ya tengo la respuesta y que solo necesita unos cuantos centímetros cúbicos de Mar Muerto en su dormitorio. Tan sencillo.


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