Título original: Career of evil (Cormoran Strike Book 3)
Idioma original: Inglés
Año: 2015
Editorial: Sphere
Género: Novela negra
Valoración: Infumable
Las reseñas de este libro en Goodreads están claramente divididas en dos grupos: las oh-dios-mío-he-flipado-con-esta-novela-lo-mejor-que-ha-escrito-J.K.-Rowling-nunca-cómo-la-amo (el 90%) y las esto-es-un-ñordo-de-tal-calibre-que-supone-un-insulto-a-la-inteligencia (el 10% restante). La presente se va a situar en este segundo grupo.
Robert Galbraith empezó bien, muy bien. El primer libro, El canto del cuco, fue escrito antes de que se supiera quién se escondía tras ese seudónimo. Y en líneas generales es una obra que funciona. Estoy convencida de que J.K., sentada sobre su montaña de monedas de oro a lo Tío Gilito, decidió embarcarse en el pasatiempo de ver si podría triunfar de nuevo bajo otra identidad. Y se nota que se esmeró: tanto el estilo como la trama están muy cuidados.
Con el segundo, El gusano de seda, hubo un bajón importante de calidad, como ya os contamos en nuestra reseña. Mi impresión es que, como todo el mundo ya sabía que Robert Galbraith era J.K. Rowling, ella no sintió la necesidad de esforzarse tanto. Resultado: un libro escrito con prisas cuya calidad deja bastante que desear.
Carrera de maldad es harina de otro costal. No es que sea simplemente un libro malucho, es que es un desastre a todos los niveles. De nuevo, parece haber sido escrito apresuradamente, pero además con un estilo que peca de torpe y farragoso, un narrador que no se decide entre omnisciente o equisciente, muchas frases que cantan por repetitivas, y otras tantas tan mal redactadas que sorprende que los editores las hayan dejado pasar.
Dejando a un lado el estilo, la trama adolece de unos defectos muy graves para una novelista que no es precisamente amateur. Para empezar, resulta muy aburrida. Decía uno de los reseñadores en Goodreads que cualquiera puede captar Carrera de maldad en su práctica totalidad leyendo sólo los primeros cuatro capítulos y los últimos dos. Y así es. En los iniciales, el detective Cormoran Strike y su ayudante Robin reciben un paquete que contiene una pierna. Strike rápidamente se saca de la manga cuatro individuos que le odian tanto como para enviarle ese regalito, y que se convierten, ipso facto, en los sospechosos. Los capítulos centrales del libro (estamos hablando de unas 400 de las 500 páginas del mismo) narran el lento y tedioso proceso por el que Strike y Robin localizan a estos sospechosos y comienzan a vigilar sus movimientos. Cuando quedan aproximadamente 50 páginas, la acción se acelera y por fin ocurre algo (¡ya era hora, J.K.!). Pero no tanto como querría el lector…
Y es que si J.K. pretende que se sostenga tal peñazo es mediante la genial idea de aderezarlo con una creciente tensión sexual entre Strike y Robin. No es algo nuevo; es un tema que se venía anticipando en las anteriores entregas, pero en esta los protagonistas parecen por fin ser conscientes de sus sentimientos hacia el otro, aunque ninguno de los dos quiera admitirlo. J.K. sabe que aquí tiene un filón (es lo único que mantiene mínimamente en vilo al lector) y trata de exprimirlo al máximo. Pero se acaba tornando repetitivo y enervante, en especial porque cualquiera con dos dedos de frente sabe que no va a ocurrir nada entre ambos, por lo menos no hasta que la autora esté decidida a finiquitar la saga (que parece que va para largo). Como no podía ser menos, el libro termina con tal cliff-hanger que dan ganas de tirarlo por la ventana.
Que el culebrón Strike-Robin sea lo único de interés en este libro dice mucho de la historia que cuenta. Recordemos que se trata de una supuesta novela negra, que debería generar suficiente misterio como para mantenernos interesados en conocer el final. El problema es que Rowling no consigue que empaticemos con ninguna de las víctimas (de las que apenas conocemos dos detalles) ni tampoco con ninguno de los sospechosos (presentados de forma tan abrupta y entrelazada que resulta fácil confundirlos entre sí). Entre nosotros, la identidad del malo me la ha traído al fresco en todo momento.
Mención aparte merecen los capítulos escritos (atención, novedad) desde el punto de vista del asesino, que rozan la vergüenza ajena. El estilo narrativo escogido es zafio a más no poder, pero eso lo puedo perdonar. El mayor problema es lo increíblemente cliché que es este personaje. Es un malo que es malo porque mola ser malo, o algo así de absurdo, no sé. Muy plano, sin ningún tipo de humanidad, sin una razón clara detrás de lo que hace. No hay dios que se lo crea.
En fin, señores, una lectura del todo prescindible que, para colmo, deja una desagradable urgencia por leer la continuación para saber si estos dos follan o no follan. Literatura de bajos vuelos.
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