Lo del color de la edición de Robert Alcázar y Pedrín que acaba de salir en los quioscos me parece terrible, pero lo que es de juzgado de guardia es que en ningún lugar del libro se indique la autoría. Ni la de Eduardo Vañó ni la de los guionistas. Me parece indignante, humillante y vergonzoso, una práctica con innegable tufillo a otras épocas pasadas con suficiente importancia como para no volver a comprar ni una sola entrega más.