Revista Baloncesto

Roberto Soldado, con el gol como paraguas

Publicado el 23 octubre 2013 por Toni_delgado @ToniDelgadoG
A través de testimonios como Del Bosque, Emery o Arbeloa, el periodista Fernando Álvarez retrata, al delantero valenciano en 'Soldado. Un verdadero nueve'

Roberto Soldado, con el gol como paraguas

Soldado celebra un gol en su etapa en el Valencia - EFE.


Esa mañana, como tantas otras, Antonio está pendiente del partido de su hijo Sergio con el Don Bosco hasta que un conocido se le acerca con los ojos como platos.– Ven y verás que hay un nano ahí que tiene un chupinazo impresionante. Fíjate cómo para el balón y cómo chuta.
Intrigado, Antonio le sigue. Le pica la curiosidad por saber quién es el pequeño fenómeno, que no es otro que su hijo menor, Rober. Roberto Soldado.
Ésta es una de las anécdotas de Soldado. Un verdadero nueve, editado por Al Poste y escrito por el periodista Fernando Álvarez, delegado de Marca en Valencia. Dividido en 14 capítulos, el libro funciona como una trabajada y amena colección de reportajes de suplemento dominical de la trayectoria vital y deportiva del jugador hasta el curso pasado, antes de la Copa Confederaciones y su fichaje por el Tottenham. Es cierto que algunos episodios se despachan demasiado rápido, pero también que se ha hecho un buen esfuerzo documental –lástima que los datos del jugador no figuren en un cuadro al final del libro y que a veces no se mencione o no se recuerde de qué temporada se está hablando–.
Fernando Álvarez ha sabido enlazar con acierto muchos testimonios de personas que nos hablan de Soldado, desde el propio jugador –que es una fuente más, de hecho, no pidió leer antes lo que iba escribiendo el autor: “Roberto ha hecho un acto de fe”–  y su padre hasta los de su amigo Arbeloa, Del Bosque, Emery, Míchel o López Caro. En la obra se refuerza la teoría que puede tener cualquiera que repase la carrera de  Roberto Soldado (Valencia, 1985). Es un jugador que ha sabido navegar y aguantar chaparrones con el gol como paraguas.
Soldado celebra los goles haciendo el avión, como Ronaldo, el brasileño y con quien compartió vestuario en el Madrid, aunque podría hacerlo señalando su dorsal como Raúl, por lo mucho que algunos han dudado de él pese a sus números. Su gran espina es que no le dieran bola con los mayores en el Madrid, con los que completó tres pretemporadas consecutivas y solo un curso completo. Fue con Schuster, que le infravaloró dándolo menos minutos (208) que a nadie y convocándole por primera vez en Liga en la octava jornada. Un chasco para el jugador, que sufrió su peor temporada después de la alegría de firmar la renovación de su contrato. 
Schuster pudo cortar la progresión de Soldado. Aunque antes, en el Castilla, estuvo a punto de ser otro juguete roto. Fue un año en el que compartió piso con dos perlas del filial, Diego León y Dani Morales, de más años y peores ideas, y tuvo un esguince de tobillo que le apartó de los terrenos de juego unos meses: “No me cuidaba, no tenía control ninguno y me importaba todo menos el fútbol”.
Maduró, pidió a su familia que se mudase a Madrid para tenerlo más cerca y aprendió mucho de López Caro, un técnico que lo trató como a un hijo, premiándolo y castigándolo según su comportamiento. Entre las reprimendas, obligarle a jugar con el Madrid C en Tercera y hacer de segundo entrenador del alevín B. López Caro le había dado la oportunidad de estrenarse con el filial en la liguilla de ascenso a Segunda contra el Almería en 2002.  
Aunque para confianza, la que le dio Osasuna cuando apenas tenía quilómetros en Primera y tras la vuelta de Capello al Madrid y que Soldado contribuyese al ascenso a Segunda del filial, a la tercera tentativa y como estrella. En Pamplona, con Savo Milosevic como padre deportivo, cayó en la previa de la Champions ante un Hamburgo liderado por Van der Vaart y alcanzó las semifinales de la UEFA. El equipo pasó un bache de más de un mes sin marcar y fue Soldado quien rompió la racha y volvió a Madrid para quedarse con el primer equipo.
Tras un año casi en blanco con Schuster, en el verano de 2008 dejó atrás nueve años en el Madrid estampando su firma con el Getafe. Dejaba pocos recuerdos con el primer equipo, si caso el debut en Copa, con 19 años y ante el Tenerife, el estreno en Liga, en el Bernabéu y sustituyendo a Zidane –pese a la derrota ante el Valencia de Cañizares, que se encarga del prólogo del libro– y sobre todo el gol salvador ante el Olympiacos, en casa y en sus primeros minutos en la Champions, un torneo que se le da de maravilla.
En el Getafe, primero con Laudrup –final perdida de Copa contra el Valencia y cuartos de final de la UEFA contra el Bayern de Múnich– y después con Víctor Muñoz –al que salvó de la cuerda floja con dos goles ante el Recre; después el técnico fue fulminado tras una disputa con el presidente– y Míchel, que lo tuvo, junto a Granero, como jugador clave para que el equipo se salvase.   
Delantero afilado y concreto, más de primer toque que de retóricas, siempre ha sido un poco mejor que el año anterior y ha sabido cumplir con las expectativas. También en el Valencia, donde aterrizó tras el adiós del Guaje Villa y no pudo empezar con peor pie, lesionado en el último amistoso de pretemporada. El acierto de Aduriz y su propia falta de puntería hicieron que Soldado lo pasase muy mal al principio.
Pero, como otras veces, con ese espíritu de supervivencia que le define, resurgió con actuaciones estelares, como los cuatro goles que no celebró en el Coliseum Alfonso Pérez de Getafe o los 12 que anotó en los últimos nueve partidos de su primera temporada en Mestalla. Acabó con 25 tantos. Emery ya le nombró como uno de los capitanes la temporada siguiente. Un rol en el que encajó a la perfección. Es un líder.
Es de buen compañero que fuese el primero en felicitar a Álvaro Negredo por su convocatoria para la Eurocopa de Polonia y Ucrania, a pesar de que él fue quien se quedaba fuera después de otro gran curso y de haber vuelto como una fiera a la selección –tres goles ante Venezuela en un amistoso– cinco años después –cuatro años, 8 meses y 24 días más tarde, para ser más exactos– de que Luis Aragonés le llamase por primera vez para dos partidos de clasificación del anterior Europeo, el de Austria y Suiza. Del Bosque se había cansado entonces de responder de elogiar y responder preguntas sobre Soldado, pero no acabó convocándole. El salmantino le conoce bien, pues fue quien le fichó para el Madrid con 14 años.
La recompensa esperada para Soldado llegó cuando entró en la lista de la Copa Confederaciones, un dato que no figura en Soldado. Un verdadero nueve, publicado días antes del anuncio de Del Bosque y semanas antes del fichaje de Soldado por el Tottemham, que le había pretendido el verano anterior y en el que tiene el reto de ocupar el hueco de Bale. En el  último capítulo, el autor se cura en salud por lo que pudiera suceder. Se titula Un futuro incierto.      
Es una lástima que la salida del jugador de Valencia se cerrase con un cruce de mensajes envenenados de una parte y otra. No podía haber habido peor epílogo para uno de los grandes goleadores que han pasado por el club de Mestalla. Y eso que venía para sustituir a Villa.         
Título: Soldado. Un verdadero nueve. Autor: Fernando Álvarez. Editorial: Al Poste. Páginas: 188. Valoración: 4 sobre 5. 

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