Foto: Gerardo Torres. En un país en donde pocos leen, y mucho menos poesía, meritorio es saberse reconocido por muchos. Es el caso de Roberto Sosa, el poeta hondureño que cualquiera, aunque no leyera poesía, podía reconocer hasta hace poco caminando por las calles del centro de Tegucigalpa. Con sus 81 años a cuestas tenía que ser el corazón el que le exigiera la retirada. Un paro cardíaco, dictaminaron los médicos. Pero durante tanto tiempo se mantuvo erguido, al filo de la palabra, siempre puntual, con su poesía, en la observación de temas tan distintos como la sociedad, el amor o la política. Sosa es el poeta del pueblo por excelencia, el poeta difícil de olvidar porque un día se acordó de los pobres, el poeta que sufrió, hasta el último momento, por no tener la capacidad de multiplicar los panes y el que aconsejó no creer que la sonrisa de un payaso es su verdadera sonrisa. Sosa es lectura obligada para todo aquel que quiera probar el sabor de la mejor poesía hecha en Honduras. Sosa es ese hombre de barba blanca que se ve en las fotografías que cuelgan en las paredes de las escuelas y los colegios o en la cabecera de la cama de algún poeta joven, sustituyendo al crucifijo. Quizá ahora que su desaparición física es la noticia empiecen todos a recordar que en 1968 se convirtió en el primer latinoamericano en ganar el premio Adonáis, en España, y que tres años después, en 1971, ganó también el Casa de las Américas, en Cuba, uno de los más importantes de todo el continente. Desde entonces sus poemas empezaron a ser traducidos al alemán, chino, francés, inglés, italiano, japonés y ruso. Y empezó él también a viajar, a exportar la poesía hondureña adonde quiera que lo invitaran. Nació en Yoro en 1930 y es autor de unos 20 libros, la mayoría de poesía pero también de ensayo, de entrevistas y antologías, y tuvo una trayectoria que lo llevó a ser considerado uno de los mayores poetas de Centro América. Realizó estudios de maestría en Artes en la universidad de Cincinnati. Dirigió revistas literarias y hasta galerías de arte y fue catedrático de español en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, UNAH. Llegó a ser profesor de literatura y escritor residente en el Upper Montclair College de Nueva Jersey. Fue siempre un hombre celoso y cuidadoso en la publicación de sus poemas y aunque se sentía un hombre plenamente identificado con la sociedad hondureña, siempre aspiró a que su poesía trascendiera lo nacional y buscara lo universal. De gestos discretos y voz suave, casi susurrante, también se caracterizó por ser un hábil conversador. No se le conocieron nunca episodios de ligereza verbal pero sí de fina ironía, rasgo que le granjeó complicidades y una que otra enemistad. Su último reconocimiento en vida es muy reciente: el del Premio Rafael Alberti, en Cuba, por el conjunto de su obra. Dicen que hasta el domingo trabajaba entusiasmado con un nuevo proyecto editorial encomendado por la UNAH. Dicen que se fue o que aún se mantiene “como en espera de algo que no existe”.
QUIENES LO LEYERON OPINAN:“La muerte de Roberto Sosa significa una pérdida insondable para la literatura hondureña. Sosa fue un poeta riguroso, disciplinado, que supo encarar la escritura como un oficio, en base al manejo inteligente de las palabras, al trabajo finísimo con el lenguaje poético aunado a un extraordinario vuelo imaginativo. La sensación que queda tras su partida es la de orfandad, la del desaparecimiento de nuestro poeta mayor que siempre permanecerá en la memoria”. Hernán Antonio Bermúdez, crítico literario.
“He sentido un dolor profundo. Perder un gran poeta es como perder parte del alma nacional. Roberto Sosa es un símbolo de la dignidad, del orgullo de ser hondureño y gran artífice de la poesía continental. Me parece que algunos de sus poemas quedarán para siempre”. Rafael Murillo Selva, teatrista.
“La expresión de sus ideas en público, tanto en la platica común como en charlas y conferencias dictadas dentro del país o en el exterior siempre fue el fiel reflejo de su ideología, una ideología que partía del idealismo con el que construía un mundo para todos dividido”. Eduardo Bähr, narrador.
“Es importante darle la dimensión de poeta que era, a la altura de Ernesto Cardenal, Álvaro Mutis, Octavio Paz o Joaquín Pasos, de toda la gente de vanguardia. Las dos grandes figuras que marcan la poesía iberoamericana son Neruda y Vallejo. Inmediatamente después aparecen los poetas de vanguardia y Roberto Sosa está entre ellos”. Marco Antonio Madrid, poeta.
OBRA PUBLICADA POR ROBERTO SOSA:Caligramas, Muros (1966), Mar interior (1967), Breve estudio sobre la poesía y su creación (1967), Los pobres (1968), Un mundo para todos dividido (1971), Prosa armada (1981), Secreto militar (1985), Hasta el sol de hoy (1987), Obra completa y Antología personal (1990), Diálogo de sombras Máscara suelta (1994) y El llanto de las cosas (1995), Digo mujer (2004).
SUS PALABRAS:“Yo me siento fundamentalmente un hondureño. No podría sentirme de otro país. He nacido aquí, he vivido aquí y espero morirme aquí. Estoy plenamente identificado con la sociedad hondureña. Sin embargo, en el trabajo poético que hago, pretendo —y es una pretensión— que no sea localizado dentro del mundo hondureño sino sobre un techo universal. Básicamente lo que me importa es la universalización del texto poético”.
LOS COMENTARIOS (1)
publicado el 01 junio a las 06:28
roberto sosa nos dejo un legado de arte y belleza