Hay que ser muy osado para rodar una nueva versión de Robin Hood puesto que, tras decenas de estrenos en los más variados estilos y géneros, sólo cabe reconocer que se trata de un personaje exprimido hasta la saciedad. Incluso la reciente versión del prestigioso Ridley Scott sostenida sobre el estrellato de un solvente Russell Crowe, ya daba muestras de ser una historia suficientemente trillada y que evidenciaba claros signos de agotamiento. Comedias, parodias, cintas de animación, de aventuras, de acción, incluso melodramas crepusculares como “Robin y Marian”, de Richard Lester, con unos maravillosos Sean Connery y Audrey Hepburn, han dado cobijo al peculiar arquero y tan célebre héroe ha sido analizado desde todas las perspectivas posibles. Así que, a la hora de abordar un enésimo proyecto, resulta imprescindible ofrecer una aportación lo bastante original como para evitar la repetición y, por ende, la desidia. En este sentido, el atrevimiento de Otto Bathurst no ha obtenido recompensa alguna y su resultado final puede calificarse con claridad de prescindible y fallido. El realizador británico, curtido en esporádicos episodios de series televisivas como “Peaky Blinders” y “Black Mirror”, ha escogido la opción menos adecuada para dar el salto a la gran pantalla. Es como si el peor Michael Bay (o el mejor, pues tampoco existe una gran diferencia) se hubiera situado detrás de la cámara. ¿Qué ha querido Bathurst rodar exactamente? ¿Adaptar un video juego? ¿Competir con los grandes “Blockbuster” del cómic? ¿Modernizar el relato imprimiéndole velocidad a todo? Desconozco las motivaciones y propósitos de quienes han apostado por este último largometraje pero, por desgracia, conozco la conclusión: es un auténtico desastre. Cuando el joven Robin Hood regresa a su hogar tras luchar en las Cruzadas, descubre que lo que le espera es un reino corrupto. Decide entonces formar un grupo de bandidos junto a su compañero morisco y liderar una rebelión en la que se enfrentarán al malvado Sheriff de Nottingham. En otras palabras, se cuenta lo mismo que en las innumerables veces de antaño, sólo que con menos audacia y habilidad y al margen de cualquier emoción. Ni siquiera la desproporción visual maquilla la ausencia de ingenio. El “Robin Hood: Príncipe de los ladrones” de Kevin Reynolds parece obra de Orson Welles al lado de este burdo y pretencioso film que, por lo visto, pretende llamar la atención de Guy Ritchie o, quizás, imitarle, fracasando también en dicho objetivo. Para colmo, el presupuesto se ha disparado hasta los cien millones de dólares, aunque en Estados Unidos apenas ha recaudado una cuarta parte. Confío en que semejante batacazo económico sirva de lección, porque los responsables de semejante despropósito tiene que sufrir algún castigo. En esta ocasión, el nuevo aspirante a defensor de pobres y oprimidos es Taron Egerton, conocido por las también innecesarias dos entregas de “Kingsman”. Le acompaña Jamie Foxx, Oscar al mejor actor por “Ray” y muy popular por sus participaciones en “Ali”, “Collateral”, “Corrupción en Miami” y “Django desencadenado” pero que, últimamente, no acierta con sus papeles. Ben Mendelsohn interpreta a un desdibujado Sheriff de Nottingham, tras haberle podido ver en “Ready Player One” o “Rogue One: Una historia de Star Wars”. La actriz Eve Hewson, que participó fugazmente en “El puente de los espías”, se encarga de dar vida a Marian.
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Datos del film:Título original: Robin Hood
Año: 2018
Duración: 116 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Otto Bathurst
Guion: Ben Chandler, David James Kelly
Música: Joseph Trapanese
Fotografía: George Steel
Reparto: Taron Egerton, Eve Hewson, Jamie Foxx, Ben Mendelsohn, Tim Minchi