Por Iván Rodrigo Mendizábal
Pensemos en la palabra “robot”. Hoy en día es un término que se entremezcla en el lenguaje cotidiano, siendo sus imágenes diversas. La más común es una máquina inanimada que cumple funciones programadas. De hecho nos la imaginamos como un muñeco metálico, autómata e inexpresivo.
En sí el término nació en el contexto de la ciencia ficción a inicios del siglo XX. Quien lo acuñó es el checho Karel Capek –aunque este reconoce que fue idea de su hermano Joseph– como parte de su obra teatral: R.U.R., Rossumovi Univerzální Roboti o R.U.R, Robots Universales Rossum en 1920. Aludía a entidades diseñadas de modo artificial, construidos con cierta combinación orgánica que hoy pueden comprenderse como ciborgs.
Capek puso en boca de un sector de la sociedad europea una palabra que para su tiempo era nueva, aunque las reminiscencias a su significado eran a entidades ya viejas, sean estos autómatas, seres mecánicos o de madera a los cuales se les dotaba algo de vida; inclusive al propio Golem judío. Habría que decir que la Modernidad puso de moda a los autómatas tanto como novedad cuanto como promesa tecnológica. Pues el ideario de suplantar la mano de obra humana por seres maquínicos, aunque no era nueva, se hizo más presente en los albores del industrialismo y del capitalismo.
Empero Capek traduce en tal palabra, robot, una implicancia ideológica: el “trabajo”. Sin embargo, para ser más precisos, “robot” quiere decir esto: “trabajo forzoso”. Pues va más allá del propio trabajo que puede emprenderse con voluntad, sino esa labor que es forzosa, que es obligatoria, que es gravada; alude a las relaciones laborales impuestas, hecho que nos hace pensar inmediatamente la idea de esclavitud. En otras palabras, robot es la referencia al trabajo esclavo. Robot es un término que en el checo –y en ciertas lenguas eslavas– tiene justamente esta connotación, de un tipo de trabajo subordinado, obediente y mecánico.
Cuando se había consolidado la producción en serie en las fábricas y acelerado este a inicios del siglo XX, el trabajo tendría connotaciones problemáticas, mecanizando al propio ser humano, despersonalizándolo. El problema ya lo habría prefigurado Karl Marx para quien el trabajo, para incrementar la riqueza de una formación social, a cambio de un salario, se tornaba alienante. El trabajador alienado, aquel que no puede realizarse a sí mismo, sino que debe servir, está en la base, entonces, de tal palabra que pusieron a circular los hermanos Capek.
Aunque dicha palabra se volvió popular gracias a la obra teatral, así como en otras obras de ciencia ficción, pronto se deslindó de la dimensión ideológica que ella denunciaba: el trabajo esclavo en beneficio del nuevo capitalismo. En realidad puso un nombre propio a una entidad que la que electrónica, la computación, etc., buscaba.
Hoy en día “robot” es una representación fantástica. El trabajo esclavo ha pasado a ser una representación del viejo marxismo. Puesto que el consumismo nos ha hecho perder el sentido de las cosas, olvidamos a esos niños o adolescentes “robots” en las fábricas de multinacionales en países de cordón capitalista, o a las mujeres que son transportadas a otros países con la promesa de mejores condiciones de vida, puestas a trabajar como prostitutas, etc. Los actuales “robots”, es decir los trabajadores esclavos no están en la ciencia ficción sino en la realidad.
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