El marketing del miedo ha comenzado a hacer de las suyas a cuento del coronavirus que se ha descubierto en China. El nuevo patógeno, nos cuentan, ha provocado ya tres muertes, se está propagando. Ha llegado hasta Pekín y se han detectado casos en Tailandia, Japón y Corea del Sur. ¿Será una amenaza como la pintan o por suerte se quedará en "falsa alarma"?
Recordad, para mí es imposible no hacerlo cada vez que leo noticias de este tipo, aquella supuesta pandemia que en 2009-10 poco menos que iba a arrasar el planeta y que se calculaba que alrededor de 100 millones de personas morirían por la llamada gripe A. Por suerte, insisto en esto, no ocurrió.
Hace ya una década, como pasa el tiempo sí. De aquella mentira global, quizá una de las fake más destacadas del ámbito sanitario en toda su historia, quedaron varios nombres propios.Uno de ellos fue el del fármaco antiviral Tamiflu (cuyo principio activo es oseltamivir). Junto con las vacunas ad hoc fue un pelotazo económico sanitario cada día contestado con más datos.
Los beneficios fueron privados y los efectos secundarios del timo... públicos. Hubo dudas acerca de la efectividad de los antivirales y la presión científica y política obligó a que las compañías farmacéuticas compartieran los datos crudos de los ensayos clínicos de los mismos.
El análisis independiente permitió concluir en 2014 que los antivirales tenían una eficacia modesta en el alivio de los síntomas, carecían de impacto sobre complicaciones y muertes, tenían efectos adversos importantes y no modificaban la transmisión-contagio.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció después que el medicamento no es tan eficaz como se suponía y lo degradó en su lista de medicamentos esenciales. Roche, su fabricante, hizo el gran negocio. Gran Bretaña, por ejemplo, gastó 560 millones de libras en antivirales desde 2006-07 hasta 2012-13. De ellos, 424 millones se destinaron a Tamiflu.
Ahora, gracias a una demanda presentada a iniciativa del médico Thomas Jefferson, de la red mundial de investigación Cochrane Collaboration y defensor del acceso a los datos de los ensayos clínicos, sabemos que Roche consiguió 1.500 millones de dólares de la administración sanitaria estadounidense. Y que lo hizo tergiversando los estudios clínicos y afirmando falsamente que su antigripal Tamiflu es eficaz para contener posibles pandemias.
La demanda alega que la estrategia de Roche implicó la publicación de artículos engañosos que afirmaban falsamente que Tamiflu reduce las complicaciones, la gravedad, las hospitalizaciones, la mortalidad y la transmisión de la gripe.
Luego la compañía usó esos artículos para comercializar agresivamente el medicamento al gobierno para uso pandémico.
De acuerdo con la supuesta veracidad de las afirmaciones de Roche, los gobiernos federales y estatales gastaron alrededor de 1.500 millones para almacenar Tamiflu y combatir así la supuesta pandemia de gripe, según la denuncia.
Roche manipuló los datos de sus estudios sobre el antiviral, hizo lobby, usó líderes de opinión y escritores científicos fantasmas para promover Tamiflu con una promesa engañosa a los gobiernos, que temían las consecuencias de esa posible pandemia.
La demanda presenta reclamaciones en virtud de la Ley de Reclamaciones Falsas, que permite a las personas presentar reclamaciones en nombre del gobierno. Esta acción legal busca el reembolso de los fondos de los contribuyentes gastados para comprar decenas de millones de dosis de Tamiflu. Roche puede ahora perder 4.500 millones de dólares pues la Ley de Reclamaciones Falsas exige el pago de daños por triplicado, más sanciones civiles.
Se da la circunstancia de que Thomas Jefferson, investigador de salud pública, ha investigado los inhibidores de la neuraminidasa como Tamiflu durante más de dos décadas. Comenzó a cuestionar la eficacia de ese tratamiento en 2009 y encabezó los esfuerzos para que la compañía publicara los datos subyacentes de su estudio clínico. Cuando finalmente recibió los datos en 2013, el doctor Jefferson los analizó y concluyó que esos datos no respaldan las afirmaciones de Roche sobre la efectividad de Tamiflu para su uso en una pandemia de gripe, según la demanda.
Según los análisis, la efectividad de Tamiflu se limita a un pequeño beneficio de reducir la duración de los síntomas de la gripe y prevenir la aparición de síntomas, pero no la transmisión o infección. Además, ya en el año 2000, la FDA, la agencia estadounidense de medicamentos, había advertido a Roche que los datos no respaldaban sus afirmaciones de eficacia y que tales declaraciones eran engañosas.
Gran acción pues de este médico y sus colegas que intentan en los tribunales de Justicia poner en orden lo que el corporativismo desordenó. ¿Os imagináis el cuerpo que les quedaría a quienes organizaron el pelotazo si en cada país se desarrollasen estas acciones legales y si los propios gobiernos rectificaran y exigieran a Roche la devolución de lo gastado con penalizaciones? Seguiremos informando.