La vida, que tiene estas cosas, me llevó durante un tiempo a trabajar de madrugada. Hacíamos lo que en todas las radios se conoce genéricamente como “matinal” y eso me dejaba libre buena parte del día…descontando los pocos ratos que dormía.
A la vista del panorama, se me ocurrió volver a mi universidad y ponerme a estudiar Ciencias Políticas. Sólo llegué a completar la mitad del llamado “curso puente” pero me dio para aprender algunas cosas curiosas. Cosas que ahora me vuelven a la memoria, a raíz del congreso del PSOE.
¿Cuál es el objetivo de la política? Eso nos preguntó el profesor (creo que era Gabriel Colomé) el primer día de clase. Uno, que siempre ha sido un incauto, tiró por lo de buscar el bien común, hacer prosperar a la sociedad, servir a tus semejantes…en fin, altruismo en estado puro.Pues no, señoras y señores. El objetivo de la política es alcanzar el poder y mantenerse allí el mayor tiempo posible. Lo demás, flores y pajaritos.
Esto explica el sarao que se han montado los socialistas en Sevilla, disputándose los despojos de un partido otrora de gobierno y que se ve abocado a una larguísima travesía del desierto. Porque, vamos a ser un poquito realista, es prácticamente imposible que el PSOE desbanque al marianismo en, por lo menos, los próximos 8 años.
¿Ustedes ven al ganador del aquelarre, al amigo Rubalcaba, como candidato a presidente del Gobierno en 2020? ¿Con 64 años?
Pero es que eso es lo de menos. Lo de más es que ni Alfredo, ni Carme-Carmen, ni la mayoría de los que han danzado, danzan y danzarán en las ejecutivas del PSOE saben hacer otra cosa.
Ese es el modelo que tenemos, el de políticos profesionales. Políticos de marketing.
¿Se acuerdan de una película de Doris Day y Rock Hudson que se titulaba “Pijama para dos”?
Hudson, que era publicista en la Meca del asunto, en la Avenida Madison de Nueva York, conseguía vender un producto…inexistente: el VIP.
La política se ha convertido un poco en eso: mucha frase hueca y mucha venta de burra. Y mucho repartirse las pocas sillas que quedan libres, que ahí afuera hace mucho frío.
Y, bueno, cuando las cosas van más o menos bien, eso se puede sobrellevar. Pero que estemos condenados al imperio de los mediocres con el panorama actual es de depresión. De Gran Depresión.