Revista Música

Rock inglés en la "Docta": Deep Purple 2011 - Parte II: El show

Publicado el 29 octubre 2011 por Bitacorock

Y Purple desembarcó en Córdoba una vez más, sumándose a la lista ya medio populosa de bandas inglesas que toda vez que aterrizan en Ezeiza son conducidas por vericuetos más allá de la Gral. Paz.

Es que es un negocio redondo a varias puntas: para el artista, complacido de ofrecer su música y recolectar ganancias dondequiera que lo lleven; para los empresarios, ya bien avispados de que cualquiera de estos "dinosaurios" del rock progresivo inglés es número puesto en los escenarios argentinos... y para el público, agradecido de contemplar a sus ídolos sin el oneroso desembolso para cubrir pasaje y -muchas veces- noche de hotel en Buenos Aires.

El 18 de octubre pasado el Orfeo del barrio Alto Verde puso a Deep Purple a resguardo del cielo encapotado y lluvioso de la Córdoba primaveral, y su techo y domo vibraron con las notas de estos cinco viejos rockeros que vaya si todavía tienen polenta para rato.

Debajo, la crónica del concierto tal como fue publicada en el diario local al día siguiente del evento. Y aunque disentimos en algunos tonos y matices con el autor de dicha crónica -¿acaso sólo los Stones pueden presumir de más de cuatro décadas de rock? Hmmm, la lista viene larga, amigo Leites- es al menos un premio consuelo para los que nos quedamos con las ganas de ser partícipes de la fiesta en vivo y en directo.

Deep Purple en Córdoba: Deuda saldada

La banda británica pudo resarcirse del show en Cosquín Rock con una noche memorable en el Orfeo.

Por Pablo Leites
(texto de "La Voz del Interior")

Más de cuatro décadas de historia del rock, pero de la que se escribe con tintes de leyenda. Apenas los Stones podrían presumir de esa cantidad de años. Poco cuenta a la hora de los bifes que Ian Paice sea a la fecha el único testigo de todas las formaciones de Deep Purple, ni que la banda haya reformulado su sonido a partir de la entrada de Morse (y la conflictiva salida de Blackmore, basta de extrañarlo), o el pasado cercano de un show fallido en Cosquín Rock con la garganta de Gillan a la miseria.

Las tres generaciones de fans metaleros cordobeses (y no tanto, en primera fila estaba la plana mayor de Attaque 77 moviendo las cabezas como el resto de los 2500 de asistentes en un formato reducido del Orfeo) que se acercaron anoche tuvieron su revancha. Y la banda también.

Con un show sustentado en gran medida por Machine head, el disco de 1972 que no envejecerá jamás gracias a siete tracks de los cuales tocan cinco en vivo, la banda inglesa se hace cargo del mote de una de las más influyentes del heavy metal desde entonces y hasta hoy. Ian Gillan, ahora sí con sus facultades vocales intactas, sigue siendo el frontman menos glamoroso del rock, podría ser un tipo común de su edad, si no fuera porque transpira la camisa como el vocalista (y eventual armonicista) que arrolla a la hora de Lazy, The Well Dressed Guitar y Rapture of the deep, este último y a propósito, la prueba de que las composiciones más recientes resisten la comparación mucho más que dignamente.

Claro que, como buena banda influenciada por todo, incluido el jazz y la música clásica, cada uno tiene su momento de explayarse en solos extendidos: Morse en Contact lost, Don Airey en una variación que incluye a Purple haze y un sorprendente Adiós Nonino de Piazzolla (un exceso innecesario pero efectivo), y el inefable Glover hacia el final, antes de Black night. Nada casualmente, la menor dosis de ego evidente se la lleva Paice, pero no hay dudas: es mucho más el alma del sonido Purple que el mismo Gillan.

De cualquier manera, y por previsible que pueda sonar, cuando Morse encara su segunda tanda de solos en la que deforma desde Sweet child of mine de los Guns hasta lo que se le cruce por la cabeza en ese momento, y todos saben en qué terminará, es que se entiende por enésima vez que el riff inicial de Smoke on the water esté prohibido en las casas de venta de guitarras: para preservarlo del sacrilegio y reservarlo para ocasiones como la de anoche. Ahí es cuando a más de un cincuentón le molestaron las butacas, y por un rato, aunque sea breve, hubiera valido un pogo en la pista.

Momento 1: El increíble solo de Steve Morse, una versión súper extendida de Contact lost, en la que el melenudo saca toda su batería de recursos: punteo filoso de la faceta más sinfónica de Purple, tapping frenético y siempre la predisposición a hacerse cargo del clima. En un show ajustadísimo, es la coda perfecta hacia When a blind man cries.

Momento 2: Maybe I’m a Leo. Es difícil competir en un repertorio que tiene a Smoke on the water como emblema de varias generaciones metaleras, pero esta al menos merece el podio de las tres mejores de Purple junto a Space Truckin’. El puente que la lleva a Strange kind of woman en vivo es sencillamente impresionante y el pulso que marca Paice es tremendo.

Momento 3: ¿Hace falta especificarlo? Smoke on the water. Escuchar en vivo y de manos de lo más original que se pueda presenciar hoy ese tema que no sale nunca de los diez más importantes de la historia del rock, no tiene precio. Por el tema en sí y porque sigue pareciendo que lo tocan como si no lo hubieran hecho miles de veces.

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