Revista Videojuegos

Rocket Knight Adventures a través de la melodía

Publicado el 26 marzo 2013 por Deusexmachina @DeusMachinaEx

Nota: Si deseas sacarle el verdadero sentido a lo escrito aquí, te recomiendo darle al play a los reproductores que encuentres. Sólo reproducen música, no es necesario que los contemples, tan sólo presta tus oídos. Sin prisas. Disfruta de las melodías, se compusieron para ello.

Sobre Rocket Knight Adventures pesa la maldición del olvido, lo que hoy conocemos como “ser un tapado” y sólo obtener reconocimiento por una parte del público que se aventuró a darle una oportunidad, sin esperar mucho a cambio. Resulta curioso, porque Konami apostó mucho por Rocket Knight Adventures y en la prensa especializada todos levantaron sus pulgares en señal de aprobación, bueno, todos menos unos gabachos desconsiderados.

Pero hoy en día son pocos los que recuerdan al bueno de Sparkster, una zarigüeya enfundada en una armadura, con un cohete propulsor en la espalda y una afilada espada en la mano. Sí, en los años 90 los de Konami fumaban caballo, como todo el mundo. Y bendito caballo, porque Rocket Knight Adventures es simple y llanamente una jodida maravilla, una pequeña obra de orfebrería digital y uno de los juegos que nos permitió (y nos permite aún) sacar pecho a los poseedores de una Megadrive.

Rocket Knight Adventures empieza en silencio, ni siquiera el logo de SEGA viene acompañado con el esperado cántico de SEEEEEEEGAAAA. Konami tampoco se rompió los cuernos con la sonoridad del menú de inicio del juego, tras el característico tintineo de su logo y acompañado simplemente por unas breves explosiones del propulsor de Sparkster . Quizá la razón más probable para tanta quietud es que Konami quería que Masanori Ohuchi, Aki Hata, Michiru Yamane, Masanori Adachi y Hiroshi Kobayashi nos volarán el puto cerebro con la mejor banda sonora que ha tenido un juego de Megadrive en su historia.

Porque al pulsar START Sparkster aparece encaramado en una anónima cima, desenvaina su espada y esto empieza a sonar.

La primera en la mejilla izquierda. Como infante que era, con mi limitada capacidad de raciocinio, sospechaba que algo grande estaba pasando en mi pequeña consola negra. La siguiente secuencia confirmó mis temores.

Esta melodía suena al inicio de cada una de las siete fases que componen Rocket Knight Adventures y simplemente me parece la puñetera perfección resumida en 10 segundos. Si no fuera más miope que una pared sin alicatar y hubiera podido acceder al servicio militar ESTA hubiera sido la música que hubiera puesto todas las mañanas en la megafonía del cuartel. Una música que grita “DESPIERTA YA , PEQUEÑO BASTARDO, ES HORA DE DAR CAÑA“. A lo que yo simplemente respondo con un grito visceral y una mirada loca en busca de enemigos que diseccionar sin anestesia.

Pero, un momento, porque tan solo hemos rozado la superficie. Comienza la primera fase, comienza la aventura de Sparkster por el Reino de Zebulos, y esto que vais a escuchar resuena en los altavoces.

Una orquesta, en mi puta Megadrive hay una orquesta. No más “bip bop” ni “chundi chunda”, no más Yuzo Koshiro in da jous, esto es sublime, superior, venerable, algo tan increíble que en su día me hizo soltar el mando y reverenciar una composición musical que se convirtió en lo más grande que había escuchado hasta el momento. Rocket Knight Adventures me había dado ya una bofetada en la mejilla izquierda seguida de una dulce patada en los cojones.

Acompañado con semejante melodía, uno disfruta el doble triple quíntuple de un juego, y si este cuenta con un diseño fantástico, algo habitual en la Konami de los años 90, ya sólo queda abandonarse a un placer que hace que te des cuenta de una cosa: para esto se crearon los videojuegos.

Volar, ¿cómo no iba a ser posible volar si Sparkster lleva una cohete a su espalda? Tan sólo son tres los momentos en los que el juego pasa a ser un shooter de scroll lateral, mientras manejamos a la mejor zarigüeya del mundo. El primero de ellos, camino del castillo de Zebulos, está amenizado con esta apropiada pieza, que nos recuerda la magia del vuelo unipersonal, que somos uno más con las aves, y que ningún dragón acuático y mecánico puede tocarnos los huevos de buena mañana.

Pero delante tenemos nuestro objetivo, el castillo del rey que está siendo atacado por Axle Gear, un Rocket Knight renegado que tiene una capacidad innata para molar más que tú, por eso le odias tanto y merece morir bajo intensos dolores. Por supuesto Axle no se va a poner a tiro a las primeras de cambio y por eso planta ante ti al primer Boss de final de fase.

Espeluznante, así defino esta música que sonoriza los enfrentamientos con cada jefe de final de fase. Ojo, se tratan de combates serios y así lo deja perfectamente claro esta melodía compuesta para meternos el miedo en el cuerpo. Y os digo que teniendo 12 años, funciona muy bien. pero el miedo no nos va a paralizar, podemos vencer a una araña gigante mecánica y a lo que se nos ponga por delante con tal de saltar al siguiente nivel y salir de la relativa comodidad de nuestro hogar en pos de rescatar a la princesa Sherry. Efectivamente, hay princesa que rescatar, deal with it.

Dos son las armonías que nos acompañan en la segunda fase del juego, y me quiero quedar con esta, que ilustra en nuestros oídos un frenético viaje en vagoneta camino del enfrentamiento con el segundo Boss del juego, una furiosa locomotora con manos demasiado largas y mucho tiempo libre. Lo más curioso de esta alegre música, digna de un circo a tres pistas, es que es muy sencillo cuadrarla con la acción en pantalla, ya que esta es sobre raíles (JAJAJAJA, chistaco) y nuestro cometido “simplemente” es esquivar bombas, matar cerdos en vagoneta y saltar abismos sin fondo, lo clásico.

Permitidme que me seque las lágrimas porque hemos llegado a mi pieza favorita de esta magistral banda sonora, la cual curiosamente pertenece a la mejor fase de todo el juego, por lo menos en lo que a diseño se refiere. Un variado y frenético paseo por cuevas magmáticas y pozos subterráneos decorados con la mayor variedad posible de afilados pinchos buscando carne para atravesar. La propia música de esta fase es un tremendo viaje por la escala musical y ofrece una sorprendente variedad en tan sólo un minuto de duración (sí, se repite una y otra vez, como TODA la música de videojuego de la época).

Desde unas trompetas que resuenen con el eco de una profunda y cristalina cueva hasta una alegre fanfarria que acompaña los acrobáticos movimientos que deberemos realizar si queremos llegar hasta el tercer Boss, el cual también nos exigirá unos reflejos más avispados si no queremos acabar con el pelo y el rabo calcinados.

Cambio de escenario. De las profundidades de la tierra pasamos (gracias a la simpática ayuda de nuestro rey y su cañón) a las alturas, y asaltamos la nave de batalla de Axle Gear, con la que el muy bribón atacó el castillo de nuestro reino. Es hora de tomarse la revancha, y vaya si nos la tomamos. Llegados a este punto nadie puede con nosotros, somos Sparkster, el puto Rocket Knight del reino, despachar cerdos marineros a base de espadazos es un juego, y esta melodía así nos lo deja claro. “Disfruta, aquí tú eres el amo” es lo que nos dice una música que sólo se podría disfrutar más si contáramos con una pajarita en nuestro cuello.

Esto es una fiesta, estamos aquí para disfrutar, que corra la cerveza y la alegría, porque la princesa Sherry está a punto de ser rescatada. Sólo que no.

Vaya por Dios… Axle Gear ha conseguido escapar con la princesa en el último momento y nos obliga a perseguirla hasta el Reino de Devotindos, el hogar del enemigo, una ciudad habitada por piaras y piaras de porcinos cabreados porque Sparkster ha decidido invadirles. Una ofensa que no van a permitir y como prueba de ello liberan todo su fuego antiaéreo contra nuestra pobre zarigüeya, que creía que todo el pescado estaba vendido. Grave error.

Sparkster debe infiltrarse cuanto antes en el cuartel general del Emperador Devligus Devontindos, una descomunal construcción industrial que está abarrotada por la guardia de élite Devontinda.

Pero no sólo eso le espera dentro. Desproporcionadas salas repletas de peligros se plantan a nuestro paso con la esperanza de convertir nuestra cabeza en un elemento decorativo del Emperador. Y si los mencionados peligros no lo consiguen, el mismo Axle Gear lo hará subido en un robot gigante y con muchas ganas de fregar el suelo con nuestro hígado. Por fortuna, algún piloto de “mecha” gigante tenía el día libre, lo cual nos permite hacernos con el control de una máquina tan mortífera como la de Axle y hacerle frente en igualdad de condiciones.

Si somos lo suficiente hábiles, ya que esta se puede considerar una de las partes más complicadas del juego, mandaremos a Axle Gear a casa con el rabo entre las piernas y a la espera de nuestro próximo enfrentamiento, que no tardará en llegar.

Nada se halla ya entre Sparkster y la princesa Sherry, ni siquiera el Emperador, que huye dejando atrás a la pobre cautiva y se lanza al espacio dispuesto a alcanzar el Pig Star, un satélite artificial, a la par que arma mortífera capaz de destruir todo el planeta. Sí, lo sé, guardaos las quejas. Lo importante es que hay que ir al espacio y hacia allá que va Sparkster.

Esta fase transcurre completamente en vuelo y es un puñetero homenaje que grita PARODIUS a viva voz. Desde el inicio hasta el Boss, una nave que muta de forma a medida que la vamos acribillando a espadazos, todo recuerda a los grandes shooters de Konami. Y por mi genial, absolutamente genial, porque esta fase es frenética sin tener que recurrir al dogma de los bullet hell tan afincado hoy en día. Lógico también porque la Megadrive no es una máquina de parir sprites.

En esta sexta fase, al igual que en el resto del juego, todo está ideado para maximizar la diversión del jugador, que cada elemento provoque una reacción en él o ella y que reaccione en consonancia, no sólo a nivel jugable, sino también emocional. Es por eso, entre otras razones que no me veo capaz de explicar en palabras, que la banda sonora de Rocket Knight Adventures es una maravilla gigantesca, porque se entrelaza con los personajes, con el escenario y con la acción para darnos un paquete más homogéneo que el Nesquik batido, y que eleva nuestro ser como pocas obras pueden hacer.

Pero esto aún no ha terminado. Nos queda la fase final, el Pig Star, el arma con la que el enemigo amenaza toda vida en nuestro planeta. Ha llegado la hora de las tortas.

Tecnología. Eso es lo primero que pienso cada vez que escucho esta pieza, lo cual calza como un calcetín nuevo en un pie con las uñas cortadas. Estamos a bordo de un satélite artificial, creado con el ingenio y la habilidad de científicos que buscaban tocar las pelotas a nuestra gente a un nivel épico. Menos mal que Sparkster ha entrado por la puerta grande y comienza repartir estopa a quien se cruce en su camino. Enemigos inesperados (que no desvelaré para no spoilear) y esperados, como Axle Gear, que se presenta ante nosotros sin ningún arma más allá que su espada y su cohete propulsor.

Rocket Knight contra Rocket Knight, el combate que temíamos desde la primera fase, un combate que está a la altura de lo esperado y que acaba a un nivel tan épico, que sólo el silencio puede acompañar a la derrota de Axle Gear, porque sí, Sparkster ha vencido y frente a él sólo queda el Final Boss.

Tres. Tres son las melodías que ponen banda sonora al combate final de Rocket Knight Adventures, un combate que, si bien no resulta ser lo más complicado del juego, sí que nos hará sudar un poco de tinta con tal de obtener la victoria final y librar al Reino de Zebulos y al planeta Elhorn de la mayor amenaza de su historia. Y no sólo lo habrá conseguido Sparkster, lo habremos conseguido nosotros, que en esta ocasión somos un pasajero en una historia de una grandeza tan enorme que desearíamos que rompiera su propio cartucho y durase el doble triple quíntuple.

Pero por desgracia no es así. Rocket Knight Adventures acaba mientras nuestro corazón va acallando sus palpitaciones y nosotros tomamos aire para que nuestro cuerpo se recupere de una de las mejores experiencias que ha proporcionado Konami en su historia. Aquí está parte de su banda sonora para dar fe de ello. Podéis fiaros de ella o de mí, la conclusión será la misma Rocket Knight Adventures es una jodida obra maestra y eso no se lo va quitar nada ni nadie, ni siquiera el olvido.

La entrada Rocket Knight Adventures a través de la melodía es 100% producto Deus Ex Machina.


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