Revista Opinión

Rodea el Congreso

Publicado el 26 septiembre 2012 por Mikelarana

Tal y como era previsible la iniciativa Rodea el Congreso, lejos de convertirse en un acto de protesta ante las medidas de Rajoy y una demostración de la desafección de la ciudadanía hacia el modelo de democracia formal establecido, acabó siendo noticia por la violencia registrada.
Y digo que era previsible no por los participantes de la iniciativa, sino porque el gobierno del PP, tanto el central como el de la Comunidad de Madrid, había decidido de antemano que ese era el único final que iba a permitir para esa protesta.
Las declaraciones de Cospedal comparando el 25S con el 23F, la caverna mediática calentando previamente el ambiente y el desproporcionado despliegue policial, hacían imposible que las cosas acabaran de otra manera.
Lamentablemente, el PP ha conseguido su objetivo, es decir, que nadie hable del origen y motivación de la protesta y que estemos todos concentrados en averiguar si las pocas personas que intentaron romper el cordón policial era o no manifestantes y si la cargas policiales, a todas luces desproporcionadas e innecesarias, causaron más o menos heridos.
La iniciativa Rodea el Congreso, al margen de las idas y venidas con su convocatoria, es la muestra del descontento de una ciudadanía con un gobierno que cada vez está más lejos de representarla y con una oposición incapaz de hacer frente a unas políticas de recorte impuestas por el PP.
Si yo hubiera estado en Madrid también hubiera acudido a esa concentración, puesto que creo que cada día se hace más evidente la necesidad de reformar el actual sistema de participación popular en las decisiones que nos afectan.
No podemos dar por buena una democracia que nos pide opinión cada cuatro años y ante la constatación de que quien gobierna hace justo lo contrario de lo que dijo que iba a hacer la única alternativa que nos propone es la de esperar al final de legislatura.
O desde las formaciones políticas somos capaces de reconocer los errores del sistema y proponer una auténtica revolución democrática, o llegará un momento en el que las tasas de abstención serán tan altas que gobierne quien gobierne no tendrá ninguna legitimidad para hacerlo.


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