Porque realmente se trata de uno de los mejores documentales deportivos de la historia, y por su duración, se convirtió en un fenómeno de masas que excedió ampliamente a los fanáticos de la NBA.
Por eso, este período que nos dejó huérfanos seguimos viendo otros documentales sobre basket y así quizás nace una sección. En realidad, no sabemos, la constancia no es algo que nos caracterice y más en los últimos tiempos.
Pero toda esta introducción sirve para decir que, dentro del universo del basket, ESPN produjo (o ayudo a producir) otros documentales, no solamente de la serie 30×30, sino que va un poco más allá. En este caso, vamos a lo que nos compete, la historia de un integrante de The Last Dance. Quizás la figura pop más relevante del documental, más que Michael Jordan. Sí, es obvio que estamos hablando de Dennis Rodman.
El jugador de por sí es todo un ícono de los noventas, casi que lo lleva tatuado. Un tipo controversial, con una vida realmente digna de un documental. Porque como producto, el documental es lineal, cuenta con testimonios muy valiosos y hasta hay momentos dramatizados por actores, pero la figura siempre es el homenajeado. Y si bien se encuentra contado correctamente, realmente es una vida bastante particular la del exjugador de los Chicago Bulls y los Detroit Pistons, entre otros equipos.
No solamente por su carrera vertiginosa, ni todo lo que conocemos de él, sino por varias características. Se trata de una persona que creció sin su padre, entre sus hermanas y madre, sin figura masculina fuerte, en sus años de secundaria no pudo adaptarse a la vida e incluso le costó salir de ella. Así fue despedido de su trabajo luego de robar cosas para sus amigos, por el simple hecho de ser querido. Al quedar sin trabajo, su madre lo echó de la casa para intentar movilizarlo.
Es notable cómo pudo salir de eso, y no solamente como el deporte fue su salvación, sino como una persona quizás en apariencia antisocial, inmadura, casi sin salida, encuentra un talento natural escondido en sí mismo y se empieza a destacar en el basket. Atraviesa la NBA, y no solo se destaca por su personalidad, en principio extravagante por su forma de jugar, sino que se convierte en ícono pop, gay (sin ser homosexual), y vivir casi como una estrella de rock.
Como todo relato amado por los estadounidenses, Rodman también tiene su caída y es una muy fuerte. Se termina su protagonismo en la NBA, y empiezan sus problemas personales y también su "ida" del espectro público. Hasta que decide hacerse amigo de Kim Jong-Un. Entiendan de qué va esto: un tipo que salió con Madonna, estuvo en los dos de los equipos más importantes de dos décadas, forjó su personalidad alrededor de la cultura alternativa de los noventas, y al final, se convierte en el puente entre dos países peleados a muerte, amenaza nuclear de por medio. Una verdadera locura.
Además conocer su intimidad y la cercanía de un tipo que no tiene ningún problema en decir: "Fui un pésimo padre, me gustaría ser mejor para ustedes", con la evidente caradurez de saber que nunca lo va a ser.
Conocer a Rodman en "For better or worse" realmente es conocer de primera mano a una "rockstar" que vivió al límite e hizo lo que quiso. Un tipo que de alguna forma encontró de adentro algo escondido que le permitió salir del pozo. Y que constantemente se reinventa. Hay muchos detalles de la vida pública, conocidos más o menos -como su casamiento en vestido de novia al presentar su libro, o su intento de suicidio en el estacionamiento del Palace de Auburn Hills (estadio de los Detroit Pistons)- que presentados todos juntos son bastante impactantes. Y los testimonios no fallan, aportan y mucho. Por eso resulta muy recomendable para aquellos que se quedaron manija de The Last Dance, continuar con Rodman: For better or worse. Para ver un poco del espectáculo que brindó Rodman sobre el universo Rodman.
Por Germán Morales