La permanente contradicción en que vive la izquierda que representa el progresismo militante, ofrece un espectáculo esperpéntico que se dilata en el tiempo; tal es el caso de Rodrigo Lanza, asesino convicto de un ciudadano -antiguo legionario- a quien mató por la discusión surgida a raíz de unos tirantes, que llevaba el asesinado, con la enseña española. El repugnante sujeto fue defendido por parte de la versión catala de Podemos, proponiendo se le tratase como víctima, en un deshaucio que terminó con un policía tetrapléjico. No es mal historial para este hombre, acumulando un inválido y un muerto en el plazo de poco tiempo, como corresponde a la voluntad de diálogo que preconizan los conspicuos de tales formaciones políticas. Y tampoco deja de ser curioso.