(Al filo de los días). El crítico Manuel Rodríguez Rivero —“famoso en el mundo entero”, como decía Elvira Lindo— se despide, a la fuerza, de su “Sillón de orejas” de 'Babelia', después de —se dice pronto y lo recuerda él— 765 sábados ininterrumpidos. Durante buena parte de esos casi 14 años (si no calculo mal), su sección fue lo primero que buscaba en un suplemento que ha tenido una historia muy irregular, si bien siempre me ha parecido, junto con 'El Cultural' de mal asiento, una publicación con firmas a las que había que prestar atención, pese a las evidentes servidumbres de que adolecen este tipo de publicaciones. De MRR, además de cierta retranca muy saludable, me ha interesado siempre su buena y a menudo inédita (de primicia) información editorial, su atención a sectores bibliográficos no habituales y, muy especialmente, los recuentos precisos pergeñadnos por de su memoria de lector y editor, repletos de magníficas resonancias y a menudo con pistas muy útiles. Durante el tiempo en que la sección iba acompañada de las ilustraciones de Max (“o viceversa”, como el propio plumilla solía decir), el placer era doble. Vaya desde aquí mi agradecimiento por esa larga travesía. No será fácil encontrar un recambio, ni sé si los hijos irredentos de Gutenberg vamos a tener la suficiente paciencia para buscarlo. Quizás el sillón de orejas se convierta en un sillón giratorio (incluso con el aspecto de aquel “sillón Voltaire” que tanto ‘fatigara’ un famoso autor peruano de noble nombre) y busque otras perspectivas o encuadres para enfocar la actualidad libresca. Gracias, maestro. Fue un placer.