Revista Opinión

Rogativas

Publicado el 29 diciembre 2011 por Miguelmerino

A Beatriz

El pueblo de Solana de la Sierra sacó en rogativa a la Virgen de la Covacha, su santa patrona, que era llevada en volandas por las autoridades locales. A saber: el maestro; el médico; el boticario y el hijo de la beata. El señor cura, que también era autoridad local, precedía a la imagen con el incensario bailándole en las manos y un monaguillo a cada lado. Detrás de la imagen, el resto del pueblo. Sus sesenta almas con sus cincuenta y nueve cuerpos y medio y el carrito. El carrito era el del Gervasio, que le tuvieron que cortar las dos piernas, a la altura de las ingles, por la doble mordedura de una víbora y desde entonces se servía de este artefacto para sus desplazamientos.

En Solana del Valle, también sacaron en rogativa, el mismo día, a la Virgen de la Cañada, no menos santa y no menos patrona. Igualmente, portaban el paso las autoridades locales. El maestro; el boticario; el médico y, en este caso, la propia beata, que además de no tener hijo, podía cargar tanto o más que cualquier varón del pueblo. Tras la imagen, al igual que en el caso de sus vecinos de la sierra, iba todo el pueblo, es decir, los otros cuarenta y siete vecinos. Bueno, en realidad faltaba una vecina: la Janete. Su verdadero nombre era Inmaculada, pero tuvo que cambiárselo porque no parecía apropiado para su profesión, que me abstengo de mencionar, dando por supuesta la perspicacia del lector. La Janete no iba en la procesión por motivos igualmente obvios.

Al día siguiente, una lluvia fina e intensa empezó a calar los campos de Solana de la Sierra. La lluvia tuvo una finura, intensidad y duración suficientes para que se pudiera prever, sin riesgo de equivocación, una cosecha récord.

En cambio, en Solana del Valle, continuó la sequía. Los campos se agostaron y pronto, autoridades y pueblo llano, se hicieron a la idea de que la cosecha de ese año se había perdido.

Pero bien dice el refrán que Dios aprieta pero no ahoga. En Solana de la Sierra era necesaria mano de obra para segar la mies, recolectar, aventar y finalmente, almacenar el grano. Para ello, se contrató a todos los habitantes de Solana del Valle, cierto que con condiciones draconianas, pero, al menos, llevaron un jornal a sus depauperados hogares.

Una vez acabada la recolección, en Solana de la Sierra volvieron a sacar en procesión, esta vez en acción de gracias, a su santa patrona, la Virgen de la Covacha. La comitiva era exactamente la misma y en la misma disposición que cuando la rogativa, aunque con un aire mucho más festivo.

En Solana del Valle, también sacaron en procesión a la Virgen de la Cañada. La comitiva, aunque también era la misma de la vez anterior, se veía menos entusiasta, como con pocas ganas. Incluso el cura se había olvidado de encender el incensario y, aunque lo movía displicente a uno y otro lado, lógicamente no conseguía impregnar el aire del olor a incienso, tan necesario para elevar el espíritu.

Al cruzar por el puente, un traspié de la beata hizo tambalear el paso y aunque intentaron por todos los medios recuperar el equilibrio, no pudieron evitar que la talla se precipitara al río. Todos se quedaron mirando como impactaba la santa patrona contra los secos guijarros. la beata alzó, con un golpe seco, el hombro izquierdo y el trono siguió el mismo camino que la Virgen de la Cañada. Luego, todos regresaron con rostro indiferente y andar cansino a sus hogares.


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