Revista Opinión

Rojava, la revolución anarquista de Oriente Próximo

Publicado el 14 marzo 2019 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Es 16 de septiembre de 1998 y el comandante de las Fuerzas Armadas turcas, Atilla Ates, acusa al Gobierno de Háfez al Asad de ser el origen de la inestabilidad y el terrorismo en suelo turco y pide la extradición inmediata de Abdalá Ocalan, líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK por sus siglas en kurdo), protegido de Damasco. La Guerra Fría ha terminado y, sin el apoyo de los soviéticos, el régimen sirio cede ante la presión turca y sus amenazas de invasión.

Se inicia así una persecución internacional de tintes novelescos en la que se implican los servicios secretos de Grecia, EE. UU., Turquía, Rusia e Israel. Ocalan marcha a Moscú, luego a Roma y, finalmente, de la mano de los servicios de inteligencia griegos, a la embajada de este país en Nairobi. Sin embargo, tras la sucesión de ataques terroristas ocurrida el mes anterior, Kenia se encuentra en el punto de mira de la CIA y el Mosad y no está dispuesta a facilitar la estancia a terroristas internacionales. El 15 de febrero de 1999 Ocalan es detenido.

Las aspiraciones turcas de entrada a la UE salvaron a Ocalan de la pena de muerte, pero no le esperaba un destino nada alentador: Imrali, una prisión de máxima seguridad específicamente pensada para él y en la que permaneció solo durante casi diez años. La detención del que fuera el líder absoluto del PKK, además de una figura mesiánica para el pueblo kurdo, supuso un duro golpe para el movimiento. Sin embargo, en la oscuridad de la prisión terminó fraguándose una deriva ideológica que ha terminado transformando de manera radical el escenario ideológico de Oriente Próximo.

El Estado: de sueño a némesis

El PKK fue un producto del siglo XX, de la Guerra Fría y los movimientos anticoloniales. Ideológicamente alineado con el marxismo-leninismo, el objetivo fundamental del movimiento fue siempre establecer un Estado propio para los kurdos de Turquía. No obstante, tras la detención de Ocalan, con el mundo bipolar convertido en un vestigio del pasado y en un Oriente Próximo en el que los islamistas ganaban cada vez más fuerza, el proyecto original del PKK ya no servía.

En la soledad de Imrali, Ocalan dedicó sus días a leer los trabajos de autores anarquistas y posmarxistas, ideólogos que buscaban la revolución social al margen de la línea soviética. Ya en los 90, el movimiento había reflexionado sobre el autoritarismo interno del PKK, influido por iniciativas como el movimiento zapatista. Entre muchos nombres, el líder del PKK quedó especialmente impresionado con el estadounidense Murray Bookchin, cuyos textos sobre la ecología social y el municipalismo libertario pasaron inmediatamente a ser de lectura obligatoria para todos los cuadros del partido. Ocalan llegó incluso a pedir un encuentro cara a cara con el teórico. A partir de las ideas de Bookchin, Ocalan concibió el confederalismo democrático, un proyecto político que pretendía establecer un modelo de democracia radical para todos los kurdos —divididos entre Turquía, Siria, Irak e Irán— en forma de confederación, por encima de las fronteras estatales.

Para ampliar: “Definiendo el Kurdistán”, Gemma Roquet en El Orden Mundial, 2017

Rojava, la revolución anarquista de Oriente Próximo

El Estado había dejado de ser la meta para convertirse en el principal obstáculo para la liberación. Para Ocalan, si se creaba un Estado propio, los kurdos quedarían atrapados bajo las mismas dinámicas de clase que los habían oprimido hasta entonces. No debe olvidarse que, si algo diferenció al PKK de otros movimientos políticos kurdos, es que no solo catalogó como enemigo al Estado turco, sino también a las élites terratenientes kurdas

En marzo de 2005, el confederalismo democrático se impuso como la ideología oficial del movimiento, lo que dio el pistoletazo de salida a la Confederación de las Comunidades del Kurdistán, una plataforma para coordinar de manera asamblearia a todas las organizaciones que quisieran formar parte del proyecto. Bookchin falleció en 2006, antes de que la reunión con Ocalan se pudiera celebrar, pero la semilla ya había sido sembrada, y con el estallido de la primavera árabe en 2011 los kurdos encontraron la oportunidad perfecta para hacer germinar su proyecto.

Cómo administrar una revolución anarquista

Es julio de 2012 y las tropas aún leales a Al Asad comienzan a abandonar las regiones al este del Éufrates. El régimen está perdiendo la guerra, acorralado por unos rebeldes entre los que comienzan a destacar los elementos yihadistas; Al Asad necesita soldados que defiendan Damasco y su feudo de Latakia. Los kurdos no pierden el tiempo e inmediatamente comienzan a tejer estructuras asamblearias para la organización política de Rojava o Royava —literalmente, el ‘occidente’ del Kurdistán—, que tradicionalmente ha sido el huerto de Siria, además de concentrar numerosos recursos petrolíferos

Los protagonistas de este proceso son los miembros del Partido de la Unión Democrática (PYD por sus siglas en kurdo), una organización fundada en 2003 por kurdos sirios y afines al PKK huidos de Turquía que, junto a otros partidos políticos y consejos comunitarios dentro del Movimiento por la Sociedad Democrática, fundado en 2011, tomó el testigo de Ocalan para llevar a término en Siria el proyecto confederalista de su líder. Es notable señalar que hasta 1999 Ocalan no había tenido ningún interés en la cuestión kurda de Siria y que, mientras Al Asad reprimía a las poblaciones kurdas de su territorio y les negaba la ciudadanía, daba vía libre y una base segura a movimientos nacionalistas kurdos de Turquía e Irak.

Incentivados por miembros del PYD y sin que ningún ejército ni Gobierno pueda oponerse, las comunidades de Rojava comienzan a organizarse en comunas —algo que el movimiento llevaba fomentando desde 2005—, asambleas con comisiones mediante las cuales canalizan la toma de decisiones. Al mismo tiempo, la organización asamblearia va extendiéndose poco a poco a los centros de trabajo y a asociaciones y la economía comienza a organizarse bajo un modelo social de cooperativas

Este proceso fue lento y desigual a nivel territorial. Además, el contexto de la guerra siria ha condicionado el proyecto de transición hacia un modelo de economía social. Aún hoy conviven tres modelos económicos: el de las comunidades, basado en cooperativas que no dejan de crecer; el capitalista, previo a la declaración de autonomía, y el propio de la guerra, férreamente centralizado y que ha llegado a suponer el 70% del presupuesto del Gobierno autónomo de Rojava, ya de por sí con un presupuesto limitado y un sistema impositivo muy poco desarrollado

Por encima de las comunas se organizan los consejos, estructuras integradas por representantes de las comunas y que buscan coordinarse para el autogobierno. Los consejos eligen, de manera rotativa, una junta que transmite sus demandas a nivel regional, donde se deja también espacio para representantes de partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil.

Esta organización funciona de manera paralela en las tres regiones o cantones de Rojava —Afrín, Kobane y Yazira—, coordinadas por el Consejo de los Pueblos del Oeste del Kurdistán y que a finales de 2016 se organizaron oficialmente en la Federación Democrática del Norte de Siria. Es necesario remarcar que a estas alturas el proyecto confederalista de Ocalan no solo implicaba ya a los kurdos, sino también a árabes, asirios y a todos los colectivos y minorías étnicas y religiosas que lo desearan

Para ampliar: “El nuevo mapa de Oriente Próximo”, Clara Rodríguez en El Orden Mundial, 2018

Las comunas van a la guerra

El 24 de agosto de 2014, tras conquistar la base aérea de Tabqa, el autodeclarado califato del Daésh se extiende oficialmente por toda la provincia de Raqa. La guerra civil siria es ya una crisis humanitaria de alcance internacional y, entre Irak y Siria, el grupo yihadista controla ya una población de unos diez millones de personas.

En el noreste de Siria, bajo control kurdo, hasta ahora sin duda la región más segura del país, la situación da un vuelco al convertirse Raqa en el centro del califato del Dáesh. Miles de refugiados kurdos huyen hacia Turquía, que no parece muy interesada en frenar a los yihadistas, pues ve en el proceso autónomo de Rojava una amenaza directa a su seguridad. Tan solo la ciudad de Kobane, en la frontera turca, resiste al invasor, aunque su suerte parece estar decidida.

Llega octubre y la bandera negra del Dáesh ondea ya en partes de la ciudad. Pero las milicias kurdas afiliadas al PYD —las Unidades de Protección Popular y las Unidades Femeninas de Protección (YPG e YPJ, respectivamente)— resisten. Kobane se convierte en la Stalingrado del Kurdistán, la última trinchera contra el imparable avance del Dáesh. Con ello se inicia también un limitado flujo de voluntarios procedentes de todo el mundo dispuestos a luchar por Rojava, al estilo de las Brigadas Internacionales de la guerra civil española.

Es entonces cuando las guerrilleras kurdas comienzan a ocupar las portadas de la prensa internacional y hacer que los ojos del mundo entero miren hacia Rojava y su proyecto de autonomía. Es necesario recalcar la importancia ideológica de estas milicias: al oponerse a la existencia del Estado y su monopolio de la violencia, al igual que los zapatistas, el confederalismo democrático pone énfasis en el concepto de la autodefensa, la necesidad de las comunas de organizar y garantizar su propia seguridad para defender el proyecto de democracia radical.

La organización y resistencia de las YPG e YPJ en las calles de Kobane marcaron además un punto de inflexión en la guerra: EE. UU. pasó a considerarlas la mejor fuerza de choque contra un enemigo, el Dáesh, que había demostrado tener unas capacidades bélicas inusuales. Así, el 27 de septiembre EE. UU., símbolo por excelencia de todo lo que Ocalan y el PKK se habían jurado destruir, suma su fuerza aérea a la lucha de los kurdos en las calles. El 26 de enero de 2015 Kobane sería liberada

Rojava, la revolución anarquista de Oriente Próximo
Control territorial en Siria a finales de junio de 2015. Fuente: Wikimedia

A partir de este momento, los kurdos pasan a convertirse en la punta de lanza de la resistencia contra el Dáesh y, armados, entrenados y coordinados con las fuerzas especiales y la aviación estadounidense, poco a poco van consumando la reconquista de los territorios perdidos. La alianza entre Washington —que, por supuesto, tenía muchos intereses en disponer de otra plaza fuerte en la región— y Rojava culminará con la creación en octubre de 2015 de las Fuerzas Democráticas de Siria (SDF por sus siglas en inglés). Aunque formadas en un 80% por kurdos, suman en sus filas a combatientes árabes y turcomanos y a minorías religiosas como los yazidíes, tanto con unidades propias como integradas en las YPG e YPJ.

Para ampliar: “Los yazidíes, una historia de persecución”, Daniel Rosselló en El Orden Mundial, 2018

La revolución de Rojava será feminista o no será

Si bien Bookchin nunca incluyó de manera explícita la liberación de la mujer dentro de su visión ideológica, Ocalan sí lo hizo dentro de su idea del confederalismo democrático como un pilar fundamental: para conseguir la liberación de la humanidad era necesaria la liberación de la mujer. Si se tiene en cuenta que los crímenes de honor siguen siendo comunes en la sociedad kurda, es evidente que incluir una visión radicalmente feminista dentro del proyecto confederalista —como ya hiciera el PKK en su día— lo ha dotado de un carácter revolucionario único en la región. No obstante, una cuestión debe quedar clara: fueron las propias mujeres dentro del movimiento, y no Ocalan, las que durante años lucharon por hacer oír su voz y las que consiguieron hacer del feminismo una parte fundamental de su ideología.

Esta perspectiva atraviesa las estructuras políticas y sociales de Rojava de principio a fin. Desde las mundialmente famosas YPJ, un cuerpo militar formado íntegramente por mujeres, hasta el establecimiento en sus órganos de liderazgos bicéfalos —una mujer y un hombre—, en Rojava la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres se lucha cada día y en cada uno de los aspectos de la vida. Todos los cuerpos de decisión deben contar con al menos un 40% de representación femenina y todos los consejos cuentan con otro paralelo íntegramente formado por mujeres para tratar asuntos que solo les afectan a ellas. De la misma forma, los delitos de abuso sexual y violencia de género son tratados por un cuerpo de policía —Asayish-J— y unos tribunales formados exclusivamente por mujeres. Esto no significa que la situación de las mujeres sea idílica; aún queda un largo camino por delante —en cuanto a la protección de los colectivos LGTB, por ejemplo—. Aunque en el proceso también se ha ganado acusaciones de violar los derechos humanos, el proyecto de Royava ha marcado un antes y un después en la región.

La sombra del sultán es alargada

El 15 de enero de 2018 las bombas turcas comienzan a caer sobre Afrín. Los tres años anteriores han sido una sucesión de victorias para los kurdos. Los milicianos de ambos sexos han conseguido convertir el supuesto califato del Dáesh en un vestigio de lo que era. A lo largo de estos años, la alianza con EE. UU. se ha solidificado y, aunque sin haber sacrificado el proyecto confederalista, los kurdos han terminado por convertirse en un subsidiario o proxy de Washington en la región.

Para ampliar: “La guerra en tierra de otros”, Trajan Shipley en El Orden Mundial, 2017

Tras tres años de avance imparable, sintiéndose intocables por el apoyo de EE. UU. y con buenas relaciones con Moscúprincipal valedor de Al Asad y que mantiene asesores militares en Afrín—, los kurdos deciden dar un paso adelante en su proyecto de autonomía y hacen progresar sus conquistas territoriales para conseguir, por fin, la unión de sus dos cantones orientales —Kobane y Yazira— con Afrín, hasta entonces aislado. No obstante, con esta decisión las tropas kurdas se acercan demasiado al sol en su vuelo ascendente.

Rojava, la revolución anarquista de Oriente Próximo
El juego de influencias regionales en Oriente Próximo ha sido uno de los grandes determinantes del devenir de la guerra en Siria.

Este movimiento supone el cruce de una línea roja infranqueable para Ankara, que no puede consentir que toda su frontera meridional esté controlada por los que considera su mayor amenaza. Moscú decide no poner en peligro sus buenas, aunque delicadas, relaciones con los turcos y retira a su personal de la zona. La respuesta turca es arrolladora: en pocos días, los kurdos son barridos de la mayor parte de Afrín en la llamada Operación Rama de Olivo, lo que otorga a Turquía el control de una zona tapón del territorio sirio hasta la ribera oeste del Éufrates

Para ampliar: “Pulso de fuerzas sobre Siria”, Andrea Moreno en El Orden Mundial, 2017

Solo la presencia de EE. UU. a la otra orilla del río, que sigue considerando a los kurdos su mejor fuerza de choque sobre el terreno —y que no ha cumplido aún su objetivo de eliminar al Dáesh—, evita que Turquía finalice lo que ha empezado. Sin embargo, queda patente para los kurdos que su alianza con la Casa Blanca se ha tornado en dependencia. A finales de ese mismo año, los acontecimientos afianzarán esta creencia.

Pactos con el diablo

Es 19 de diciembre de 2018 y los peores miedos de Rojava se hacen realidad: el presidente estadounidense, Donald Trump, anuncia que el Dáesh ha sido derrotado y que, por lo tanto, la presencia de tropas de EE. UU. en Siria ya no es necesaria. Al otro lado de la frontera, Erdoğan mantiene su firme mensaje: las SDF, YPG e YPJ no son más que terroristas del PKK bajo otras siglas y una amenaza directa a su seguridad y, cuando EE. UU. se retire, las tropas turcas entrarán a aniquilarlos. Finalmente, el mensaje inicial queda matizado: la retirada se hará de manera gradual y condicionada a diversos factores, sin dar más detalles

Con el califato del Dáesh condenado, el frente diplomático se manifiesta como el más relevante para Rojava. En él se decidirá si el proyecto de Rojava queda condenado a los libros de Historia como otro levantamiento kurdo fracasado o si, por el contrario, realmente consigue marcar un punto de inflexión en la Historia de la región. Putin ya ha dejado claro que no pretende dejar a los turcos entrar en Rojava; su intención es que sean las tropas del régimen sirio las que recuperen el gobierno de las regiones bajo control kurdo, algo que también interesa a Irán. El propio presidente sirio ya ha comenzado a presionar a los kurdos para conseguir su alianza y reunificar con ellos el territorio nacional, y les ha recordado que no serán los estadounidenses quienes los protejan de los misiles turcos.

Les toca mover ficha a los kurdos, y deberán tener presente que, si toman la decisión equivocada y sobrepasan los límites de su autonomía, les puede ocurrir lo mismo que a sus hermanos iraquíes. En definitiva, les toca pactar con el diablo, pero también mantener las distancias para no convertirse, como le ha ocurrido tantas veces al pueblo kurdo, en un proxy en manos de otro dueño, ya sea ruso o árabe. Mientras tanto, el 15 de febrero de 2019 Ocalan cumple 20 años en su celda de Imrali, y en Siria la revolución del confederalismo democrático continúa.

Rojava, la revolución anarquista de Oriente Próximo fue publicado en El Orden Mundial - EOM.


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