Yo recuerdo que de pequeño se utilizaba mucho más la palabra colorado que la de rojo para hacer mención a dicho color. Incluso se utilizaba mucho más que ahora la palabra encarnado.
Creo que respondía al momento que vivíamos. Decir rojo nos remitía a recuerdos que para uno eran penosos y para otros odiosos, pero incómodos. Desgraciadamente el miedo hacía buscar palabras que evitaran decir la palabra rojo. Algunas, como colorado o encarnado las recogía la RAE y se utilizaban como sustitutos perfectos.
Eran tiempos grises de censura, de miedos y de eufemismos. Supongo que también eran tiempos de supersticiones porque decir que uno de los colores de la bandera era gualda, me hace pensar en que ya entonces el amarillo para muchos debía traer mala suerte.
Sin embargo, ya con la transición, la palabro rojo –en la acepción política— cobró cierto auge. Se podía decir que uno era rojo y no pasaba nada, se decía con orgullo. Al contrario que decir franquista o fascista, palabras de las que se escondían los que habían practicado, seguido o alimentado ese régimen durante tantos años. Y así ha llegado hasta nuestros días, donde resulta que a los partidos de derechas, les da vergüenza decir que son de derechas –es el caso del PP, del PNV, de CiU, de CC— y hacen alusión a su centrismo, como mucho dicen ser de centro-derecha.
En estos tiempos los rojos, al menos yo, nos sentimos identificados con ese sustantivo. Sin problemas, es más, con orgullo. Y precisamente hoy deberíamos sentirnos todavía más satisfechos. Porque la RAE ha puesto las cosas en su sitio y acabo de enterarme de que ha introducido una nueva palabra en el diccionario: rojillo. Cuya significación es: “el que tiene tendencias políticas más bien izquierdistas". Mientras que rojo según la RAE, en su cuarta acepción, es: “En política, radical, revolucionario”
Y, miren ustedes, estoy contento porque había muchos de los que se llamaban rojos y se quedaban en el intento y los pobres no encontraban un apelativo con una definición más suave que eso de radical, y no digamos revolucionario. Así es que la RAE les ha resuelto el problema y ha puesto las cosas en su sitio, ahora seremos menos los rojos y se pasarán en oleadas muchos a los rojillos. Y así podremos diferenciarnos, puesto que supongo que si a muchos no les gusta que les llamen radicales o revolucionarios, a mí eso de “tendencias más bien izquierdistas” no me llega.
Hoy, muchos del partido del gobierno, se sentirán más cómodos habiendo pasado de rojos a rojillos. Aunque me temo que a algunos también les irá grande eso de tendencias izquierdistas. Por ejemplo, los que van a aprobar y apoyar esa infame y canallesca reforma laboral, me temo que no lleguen ni a rojillos. Seguramente la RAE, en ese esfuerzo ímprobo de reflejar la realidad, tendrá que acuñar otra palabra, que bien podría ser decolorados (aunque tampoco iría mal desteñidos).
Salud y República