Las mejores entradas de este blog son manuseadas, como diría un lector portugués. Las escribí durante años en lasextanoticias.com, sólo por el placer de leer y escribir. Tener un blog era para mí un privilegio, no una obligación. Un día, sin previo aviso, las borraron. De aquella quema nació este blog. De sus 161 entradas, 128 pertenecen a ‘El hipopótamo funambulista’, un nombre extravagante creado para destacar en una red tan inmensa que convierte estos textos en una botella de náufrago. Aquí van cinco, elegidas este día del libro para celebrar el amor a ese objeto sin el cual no puedo entender mi vida. Rescatadas del fuego para volver a surcar el océano.
Los libros manuseados
Me gusta pensar que los libros que leemos se quedan con una parte de nosotros. Una frase subrayada, un pos-it para evitar el lápiz que nunca se borrará, una esquina doblada, un marcapáginas olvidado, un nombre escrito en la primera página, el tique de un regalo, el perfume inconfundible de la chica a la que presté el libro. Todos esos detalles son pistas para reconstruir un instante, un billete para viajar en el tiempo. Encontré por azar uno de estos billetes en un libro de la cuesta de Moyano, “Sociología”, de… (sigue leyendo).
Tirar un libro (6/5/10)
“Va contra mis principios comprar un libro que no he leído previamente: es como comprar un vestido sin probártelo”. Al contrario que Helene Haff, he comprado decenas de libros sin pasar por el probador. En algún momento de mi vida pensé que tener libros era casi como leer libros. Tres estanterías más tarde descubrí la mentira, pero el vicio de comprar ya me había mordido. Por eso me gustan las tiendas de saldo y las ferias de ocasión, donde los libros… (sigue leyendo).
Mi librero de cabecera (8/12/09)
El guardaespaldas llegó a primera hora de la mañana, mientras abría las cajas de novedades y hablaba en silencio conmigo mismo: “Una edición de ‘El libro del desasosiego‘ por Perfecto Cuadrado, ¡ja, ja!”… la tenía justo en mi mano cuando aquel tipo fornido entró en la librería, con su traje oscuro, gafas oscuras, pelo oscuro y camisa blanca. “Buenos días”, dijo con una voz nada oscura, casi amarillo chillón, una voz que desafinaba con aquel cuerpo disfrazado. “Buenos días”, contesté. “¿Es usted el responsable?” “¿De qué?”, contesté.”¡De la librería, de qué va a ser!” “No, pero… (sigue leyendo).
‘Tocar los libros’ (25/10/10)
Jugaba la lluvia con los cristales. Gota a gota componía una canción de ritmo irregular y el tintineo del agua se entremezclaba con el ruido del teclado. Como un oficinista entregado, copiaba los párrafos que más me habían gustado, esas líneas que justo cuando comienzas a leer prenden una señal, la luz de un faro en un mar de tinta. “Contaba Salman Rushdie que, de niño, en Bombay, en ciertas familias se besaban los libros sagrados, los textos divinos, igual que los trozos de pan que se caían al suelo. Pero en su casa no: se besaban los…” (sigue leyendo).
El ataque de los escritores del Sí
Los escritores del Sí tienen nombres y apellidos, pero nadie los recuerda. Su cara y sus ropas pueden parecer las de un habitante del país de los escritores, pero son invisibles para el común de los lectores y, ¡ay, aquí está su gran maldición!, para los editores. Esa desgracia condiciona sus vidas pero ellos no se resignan. “Hola, buenas tardes”. “Buenas tardes”. “Verá, hace unas semanas dejé unos libros en depósito y quería saber si les queda alguno”. El dependiente, que ha leído mucho antes de entrar a trabajar en la librería pero es un novato, no tiene ni idea de qué quiere decir este cliente. De hecho, aquí está su primer error: ¡Este señor… (sigue leyendo).