Nuestras experiencias fueron muy diferentes. Lo mío fue un aborto diferido inducido con medicación y ella hizo un manejo expectante. Recuerdo que en los primeros días después de aquello yo la veía muy fresca, muy entera. Poco después ella me reconocía que era el efecto del subidón hormonal del posparto y que lo peor había venido después.
Quizás por eso yo estaba preparada para estos dos días después del parto de Mi Pequeña Flor de comerme el mundo, de ganas de hacer miles de cosas diferentes y de sentirme poderosa. Sin embargo, poco a poco esa sensación se fue pasando. El subidón hormonal se fue dispersando sin bebé que lo mantuviera en marcha y empezaron a acosarme los fantasmas.
En estos días que han pasado desde mi parto no dejo de darle vueltas a dos cosas:
- La "nostalgia de tripa". Por llamarlo de alguna manera. Cuando nació Darío me pasó alguna vez que al ver alguna embarazada sentía cierta envidia de ellas y recordaba con pena la tripota que había llevado hace unas pocas semanas. Lo bueno es que luego tenía a mi pequeño y enseguida se me pasaban esas sensaciones. Ahora sin embargo, no tengo bebé que me consuele de la pérdida de mi tripa. Todas las mañanas, según me despertaba, tocaba y acariciaba mi tripa, sentía mi útero y conectaba con Mi Pequeña Flor. Y eso es algo que echo tremendamente de menos, porque ahora no hay nadie esperando mis caricias ni recibiéndolas. Mi niña ya no está y ese es el primer pensamiento que me viene a la cabeza todas las mañanas.
- La "amnesia posparto". Muchas veces, por muy mentalizadas que vayamos, nuestras experiencias en el parto no son las esperadas. No estamos para pelearnos, son lentejas, y no nos queda otra que tragar con rotura de bolsa, monitorización continua o una vía que no deseamos. Sin embargo, al final del camino hay un bebé, el mayor pico de oxitocina de la vida reproductiva de la mujer y todas estas cosas empiezan a desvanecerse y a pasar a segundo plano. Sin embargo, ahora que no tengo a ningún bebé que llene mis horas de compañía, mi torrente sanguíneo de hormonas reconfortantes y mi cerebro de nuevas conexiones... ahora es cuando no dejo de darle vueltas a todos esos detalles, a todas esas frase y a todo lo que no me gustó de este parto. Las escenas, las imágenes, las frases se agolpan en mi cabeza, me paso las noches reviviendo esos momentos, y no me gusta lo que veo. Pero eso ya lo contaré en otro post.
La parte más positiva de todo esto son esas mujeres que conociendo mi historia me cuentan la suya. Compartimos nuestros sentimientos, nuestras frustraciones, lloramos juntas expresando cómo nos sentimos con respecto a nuestros bebés que ya no están. Descubrir esa hermandad oculta entre mujeres, dejar aflorar el dolor y los sentimientos que permaneces ocultos y hablar de manera sincera y despreocupada de cosas que nos cuesta expresar frente a otras personas.
Por eso mis Por qués de ayer. Esto es una realidad. Es insoslayable. Está ahí, al alcance de cualquiera que lo quiera tocar. No entiendo que no se hable de ello, que se oculte, que incluso entre nosotras no seamos capaces de hablarlo con cierta normalidad hasta que no nos encontramos entre una audiencia afín. Pero tampoco entiendo que en el ámbito sanitario no se ofrezca más apoyo, más empatía en un momento doblemente frágil del ciclo reproductivo femenino.