Revista Religión
En esta fértil llanura,
donde florece el naranjo
y el azahar perfuma
las risas y los cantos;
donde el Viar generoso
cubre con verde manto
los oteros hermosos
y los campos del llano.
En la lontananza brilla,
entre fuegos de ocaso,
Cantillana, la villa
que nace en su trabajo.
La actividad se para
en día señalado
porque fiel Cantillana
es homenaje en acto.
La Divina Pastora,
radiante y fulgente astro,
maravillosa aurora,
nace de entre alabastros.
Sale la romería
por el pórtico santo
y en la faz de María
su sonrisa es encanto.
Acude el pueblo entero
tras el maternal rastro,
que las calles del pueblo
pasea con encanto.
El sol le envía besos
en sus ardientes rayos
y los cantillaneros,
de sus amores dardos.
La Divina Pastora
con el Pastor a su lado
bendice y enamora
la fe de los cristianos.
Junto a las bellas andas
devoto he caminado
entre las calles blancas
y los óptimos campos.
En el cauce del Viar
la Pastora se ha parado,
las aguas de su cristal
le cantan con entusiasmo.
Los Pajares al frente
sueñan ilusionados
que a la Virgen los fieles
la entronicen en sus brazos.
Rafael Jover González