El día 14 de octubre de 1944, la radio alemana emitía una noticia que inundó de dolor y tristeza todos los hogares alemanes. “El mariscal de campo Erwin Rommel, el más famoso y querido generalfeldmarschall del Reich, moría en su hogar de Herrlingen a consecuencia de las graves heridas recibidas en el frente de Normandía el pasado 17 de Julio”.
La realidad fue bien distinta, y probablemente nunca se conozcan todos los detalles que rodearon la muerte de Rommel, pero en base a ciertos hechos, pueden reconstruirse parcialmente los acontecimientos. Tras la fallida conjura del 20 de julio, el jefe de la conspiración, general Von Stülpnagel, después de intentar suicidarse, pronunció en su delirio varias veces el nombre de Rommel, lo cual, causó inmediatas sospechas en la Gestapo. Lo cierto es que si Rommel tenía algún conocimiento del atentado, nunca se unió al grupo ni participó en ninguna de las reuniones de los conspiradores, pero sin embargo, las sospechas estaban cada vez más centradas en él.
El día 7 de septiembre, su jefe de estado mayor, general Hans Speidel, es detenido por la Gestapo en su casa, e inmediatamente Rommel se pone en contacto con el Alto Mando para recibir aclaraciones sobre éste hecho, pero no recibe contestación alguna. Justo un mes después, Keitel le llama a audiencia en Berlín, pero por los consejos de los médicos se niega a realizar el viaje. El mariscal estaba ya al corriente de las sospechas que pesaban sobre él.
El día 13, el V Distrito Militar de Stuttgart le llama anunciándoles la visita de dos generales para el día siguiente; “Vendrán a hablarme de la invasión o de un nuevo destino” le confía a su hijo Manfred. El día 14, los generales Wilhelm Burgdorf y Ernst Maisel llegan a Heirrlingen a mediodía. La conversación dura una hora y en ella ponen al mariscal al corriente de la situación. Por orden de Hitler, Rommel debe elegir entre dos alternativas; someterse a juicio por un Tribunal popular –en el que la sentencia estaba ya dictada- o bien suicidarse con una capsula de cianuro. Rommel escoge ésta última opción y se despide de su mujer, de su hijo, y de su ayudante Aldinger.
Finalmente, Rommel sube en el coche y tras recorre apenas 300 metros el vehículo se detiene. El chofer, un soldado de las SS llamado Doose, recuerdo los hechos. “El general Maisel y yo bajamos del coche y anduvimos unos treinta metros; entonces, Burgdorf nos llamó y volvimos rápidamente. Rommel estaba doblado hacía adelante y su gorra estaba en el suelo del coche. Mientras volvíamos a Herrlingen, Burgdorf me ordenó dirigirme al hospital militar de Ulm porque el mariscal se había sentido mal durante la conversación. Para entonces el glorioso mariscal, héroe de Áfrika, era ya un cadáver.”
Cuatro días después se celebraron los funerales oficiales con la asistencia de altos dignatarios del Reich. Posteriormente, el cadáver fue incinerado y los restos descansan ene el cementerio cercano a su villa de Herrlingen.
Fuente:
Enciclopedia ABC, SGM.
Bundesarchiv