Foto: Kate T. Parker
No me gustan los “Días Internacionales”, porque siempre he considerado que lo único realmente bueno de ellos es el día en que se dejen de conmemorar, porque supondrá que ese tema quedará zanjado y solucionado. Aun así, entiendo que a veces sean necesarios aunque sea sólo para recordarnos que en este mundo existen desigualdades, injusticias y problemáticas que deberían ser tratadas con urgencia y rigor y que por lo contrario, desgraciadamente, en el día a día de muchos de nosotros quedan olvidadas y en un segundo plano. Por eso, hoy, Día Internacional de la Niña, quiero hacer una excepción, y simplemente aprovechar que el flash de la cámara hoy mira hacía las niñas para reivindicar la necesidad de romper los estereotipos de la feminidad en general, y de la infantil en especial.
No, no tengo hijas, pero no por ello dejaré nunca de reivindicar sus derechos y la igualdad entre ellas y los niños, porque conseguir estas dos premisas sería conseguir que las mujeres del futuro tengan la misma consideración que los hombres en cualquier tipo de ámbito. Vamos, un gran avance conociendo lo que ahora conocemos.
Las mujeres, y las niñas, deberíamos decir basta al tener que encajar en esos moldes que otros nos fabrican, al tener que encajar en lo que hemos de ser y no en lo que verdaderamente queremos ser. Antes teníamos que ser sumisas, femeninas, sensuales y dulces, y ahora se está poniendo de moda que tenemos que ser todo lo contrario, más salvajes, más machorras, despreocupadas, guerreras y atrevidas. ¡No! No se trata de esto. Pensar así es sólo cambiar un estereotipo por otro y no se trata de tener que ser más masculinas o más femeninas, sino de ser lo que queremos ser y que se nos respete, sin tener que demostrar nada. El mundo está lleno de niñas y mujeres excepcionales, cada una a su manera.
¿Y qué me decís de cuando una mujer es madre? Aquí sí que nos tienen bien estereotipadas: debemos ser una madre ejemplar, vivir sólo y exclusivamente para nuestros hijos aunque eso suponga dejar a un lado nuestra profesión o cualquier cosa anterior que nos ilusionaba. No está bien visto que podamos volver a enamorarnos o ser amantes, recorrer mundo o querer vivir nuestro pedacito de vida. Debemos amamantar hasta los seis meses (y sin enseñar el pecho en público), tener preparado el plato en la mesa para cuando vuelvan los hijos del colegio, controlar los percentiles, el cuadro de vacunación y las mil y una pomaditas y tetinas de biberones de la farmacia para poder ser considerada una buena madre. Pues lo siento, pero no, prefiero ser imperfecta a esos estereotipos y declararme públicamente mala madre a tener que renunciar, no a lo que yo decida, sino a lo que los demás decidan por mí.¿Todavía dudáis de todo lo que os estoy contando? Pues demos una ojeada a la realidad que nos rodea, esta realidad dónde todavía una niña que juega al futbol o rugbi se la mira como un bicho raro o provoca comentarios indebidos por la espalda o esta realidad donde cada 16 segundos se casa una niña menor de 15 años.
Tanto niñas como niños tienen que ser libres para ser lo que quieran ser y hacer lo que quieran hacer, pero desgraciadamente todavía hay mucha gente que esto no lo sabe ver. Quiero ver por las calles, en los colegios, en los deportes, en los hogares, niñas y niños reales. Niñas disfrazándose de princesas o llenándose de barro hasta las cejas. Niños jugando a coches o escribiendo poesía y bailando ballet. De nosotros, madres, padres y educadores depende todo ello.