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Rompenieves o la rebelión final

Publicado el 11 mayo 2015 por La Cara De Milos La Cara De Milos @LacaradeMilos
Rompenieves o la rebelión final

Es muy normal para un cinéfilo encontrarse, cada cierto tiempo, con una película de la que no había conocido su estreno o su salida al mercado, y verla un par de años después de su fecha de nacimiento. Eso mismo me sucedió con Rompenieves (2013), a pesar de que he disfrutado de dos de las cintas emblema de su director, Boon Joon-ho, como son The Host (2006) y Crónica de un asesino en serie (2003). Sí, Rompenieves es un película surcoreana, pero en la que el 98% de las personas son de ojos redondos (en su mayoría); basada en un cómic, pero no en un manga, si no en una novela gráfica francesa, Le Transperceneige, de Jacques Lob y Jean-Marc Rochette, la cual, por otro lado, me era desconocida.

Rompenieves nos traslada a un futuro distópico no muy lejano en el que un experimento para acabar con el calentamiento global terminó mal y desató un invierno extremo y perpetuo por todo el planeta. Los únicos supervivientes viven en un tren, para así evitarse, de paso, el morir congelados. Desde el principio, Rompenieves es una batalla que se extiende hasta el final de la cinta y a lo largo de sus dos horas de duración. No una simple batalla, sino la batalla final de la lucha de clases. Olvidaos de metáforas hacia la crisis actual, el mensaje de Rompenieves es una denuncia conspicua del sistema de clases capitalista: no hay más misterio.

Rompenieves o la rebelión final
Rompenieves o la rebelión final

El punto de partida para la narración, por tanto, no es excesivamente original, pero si lo es, en cambio, el vehículo (nunca mejor dicho) utilizado para contarnos la historia, la batalla. Todo transcurre en el tren, dentro del tren. Otro aspecto que dota a la obra de un sabor distinto es la brutalidad y salvajismo que transmite su desarrollo. Fuera balas, dentro hachas, machetes y otros amigos cortantes para intentar reprimir la violenta insurrección: metáfora audiovisual -esta sí- que nos refleja una realidad en la que vivimos pero que nunca termina de manifestársenos tan despiadada como en realidad es; hecho que los apolíticos y bobos publicistas y marketers se encargan de dulcificar a diario en forma de anuncio lacrimógeno, esperanzador o simpático.

Rompenieves o la rebelión final

Se nota que procede de una obra narrativa gráfica: es especialmente visible en algunas escenas, en fotogramas que se empeñan en condensar el poder expresivo de una viñeta, bien sea en secuencias laterales a cámara lenta con música clásica en momentos de máxima acción, bien en la aparición de las distintas realidades sociales que conviven segregadas en el tren por el poder del dinero.

Rompenieves o la rebelión final

En esta road trip distópica la sensación de ahogo económico se entiende gracias a la vivencia claustrofóbica y a la repugnancia gastronómica y la ya nombrada brutalidad represora, ritos y naturalezas que perfilan el rostro de la madre de todas las batallas y de un ritmo narrativo imparable. Así, sin actuaciones estelares (a pesar de la aparición de John Hurt y Song Kang-ho), sin un guion apasionante (pero muy pulido) y sin grandes alardes técnicos es un filme delicioso, cuyo regusto rememorarás como si fuera un buen bocado de chorizo que se te repite con cada eructo.

Cada vagón de Rompenieves es una pista sobre nuestra propio mundo, y su final también.

Esta obra está licenciada bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.


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