Revista Homo

Rompiendo barreras, superando prejuicios

Por Javiermadrazo

Las parejas homosexuales, integradas por dos hombres o dos mujeres, ofrecen un ambiente familiar “excelente” para el cuidado y educación de hijas e hijos, según un informe realizado conjuntamente por las Universidades del País Vasco y Sevilla, con el asesoramiento y colaboración de la Universidad de Cambridge. Es cierto que se trata de un estudio que contribuirá a desmoronar prejuicios, tan nocivos como falsos, pero, en realidad, la izquierda progresista siempre ha sabido que las parejas o las personas homosexuales están, tan o más preparadas que el resto, para formar a niñas, niños y adolescentes en valores de respeto e igualdad.

Por ello, en el año 2003, Ezker Batua-Berdeak, entonces al frente del Departamento de Vivienda y Asuntos Sociales del Gobierno Vasco, presentó en el Parlamento de Gasteiz la llamada Ley de Parejas de Hecho, que contemplaba, entre otros derechos hasta entonces negados, la adopción conjunta por parte de dos personas del mismo sexo, la adopción del hijo o hija biológico o biológica de su pareja y el acogimiento de menores como unidad familiar. Fue, sin duda alguna, una victoria de la izquierda, que ganamos en Euskadi, gracias al apoyo y a la colaboración de las asociaciones y colectivos homosexuales. Abrimos un nuevo camino en el Estado, que fue en su día cuestionado, y aún hoy genera reticencias en las mentes más reaccionarias.

En este sentido, entiendo que son necesarios estudios como éste, más acordes con los modelos de convivencia actuales que con estereotipos tradicionales, en los que hombres y mujeres jugaban roles diferentes y no había espacio para las familias monoparentales y menos aún para las familias compuestas por dos personas del mismo sexo. Una vez más, la hipocresía de una sociedad, que esconde aquello que no le gusta o le incomoda, sabiendo que lesiona los derechos de otras personas, sin que ello les importe. El Partido Popular, hoy socio preferente del PSOE en Euskadi, recurrió en 2003 la adopción aprobada dos meses antes en el Parlamento Vasco, y lo hizo contra el criterio mayoritario de la sociedad vasca.

Confío en que el citado informe cierre definitivamente el debate maniqueo, promovido por la derecha y la jerarquía eclesiástica, con el único objetivo de cuestionar la capacidad de las personas homosexuales para educar a menores y adolescentes. Me consta, porque lo he visto en mi entorno cercano, que las familias integradas por dos hombres o dos mujeres transmiten mejor valores como son el diálogo y la convivencia. Han aprendido por propia experiencia cuál es el coste de la intolerancia y por ello apuestan por principios de pluralidad y tolerancia. Han superado barreras y han pagado un alto precio por ello; ahora llega el momento del reconocimiento y la justicia. Sin embargo, la lucha continúa y aún queda mucho por hacer en el ámbito de la adolescencia, la vejez, el medio rural y en países en los que la homosexualidad está incluso castigada con la pena de muerte.


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