Revista Opinión

Rompiendo las Matemáticas

Publicado el 30 agosto 2014 por Icastico

Este verano estoy compartiendo vacaciones con un crio de cuatro años y medio que, como muchos de esa edad, es un rey del mambo porque se mueve entre adultos a los que no ve en mucho tiempo. Lo sabe. Nació en Santiago de Compostela, vive en Valencia pero pasa sus vacaciones en Pontedeume, provincia de A Coruña, porque su madre es de aquí, y su abuela materna, y sus tías y tío. El nene pide por esa boquita y listo, es la debilidad de tod@s (y la fortaleza de él), ya volverá a su rutina cuando regrese a su tierra – piensa la familia – y los padres enderezarán el rumbo de sus caprichos y sus “yo quería yo quería yo quería”, secuencia rítmica sin pausas que no deja lugar a negociaciones.

Una de sus “órdenes” es jugar con él al Juego de la Oca y a otro (en perfecto estado) que pertenece a un primo ya adulto – producto Doraemon – que viene siendo similar al de la Oca, con normas copiadas y tal y cual; que si te caes en el pozo tira el otro dos veces, que si lo haces en tal casilla avanzas (o retrocedes) hasta tal otra y la fatídica: si caes en ella vuelves al punto de partida. Xoel, que así se llama el fenómeno, impuso unilateralmente sus reglas. Si él cae en la fatídica y tiene que volver a empezar tu TIENES que ir con el muchacho al principio, comenzando ambos la partida. Si, habéis adivinado, si tienes la “desgracia” de dar con tus huesos en la peor casilla posible, empiezas solo, el sigue a su bola, por supuesto. La cosa es ganar. Le encanta. Y no tiene favoritos (ni piedad), de nada vale que la madre o la tía de turno le baile todas las gracias, le compre el helado-plátano que se pela (se lo pelan) o el traje de hombre araña que le fascina en esta época o le dejen el iphone para que juegue a lo que le plazca cuando lo solicita. Tiene otras reglas “estupendas”, pero, resumiendo, todas le son muy favorables.

Xoel

Xoel

No sé por qué, pero inmediatamente me acordé de Marianico Rajoy, en automático, e intenté explicarle al crio que lo suyo era la política, en su idioma, y lo bien que le iba al que nos “manda” a todos inventándose también sus cositas para ganar, y que, como a ti, Xoel, siempre le toca porque nos mete al resto en los pozos que puede y hasta le echa un candado para que no salgamos; es mucho más tramposo que tú, Xoel, porque no es un niño, y sabe lo que hace, imagínate. En este país de la oca solo a la élite le toca, los demás tienen que volver a empezar cuando están a punto de ganar algo, de alcanzar alguna meta.

Me acordé, pero ya no agobié al chico con mis cuitas, de todas las gordísimas que lleva haciendo este otro fenómeno, de todo el retroceso social emprendido a conciencia, con nocturnidad, alevosía, en vacaciones, al despiste. Léase desprecio. De que se mueran los autónomos, hasta el punto que ahora emprender es emigrar. De que no haya pilar del bienestar sin demoler. Conquista conseguida, conquista herida (de muerte). Y claro, me acordé de la última, o la penúltima, porque a Mariano siempre se le va la mano. Esa reforma electoral, en ciernes, debe ser algo así como unas poluciones nocturnas que le hacen temblar de gusto solo con imaginarla, pero con imaginación y “rodillo” (una receta sencilla) puede hacer realidad cualquier fantasía, cualquier fantochada.

Al PP le ha valido tradicionalmente un socio de cualquier calaña para gobernar, desde los nacionalistas de poco o mucho pelo (a los que tanto odian) hasta IU en Extremadura. Ahora que comprueba, cada vez más inquieto, que ni las matemáticas nacionalistas o comunistas le valen para mantener el poder, las quiere romper. A capricho, a lo niño de papá de toda la vida, a lo Real Decreto, a lo “me sale de los cojones”, que es de lo único que puede presumir esta gente cuando tiene mayoría absoluta, con orgullo. Quiere que gobierne la lista más votada. Nada que objetar…si los demás no objetan nada. Muchos otros partidos están de acuerdo, pero cuando toque, reseteando, partiendo de cero, no al final de la partida, cuando ven que pintan bastos. Mientras les ha valido todo tipo de coalición no importó, ahora que las coaliciones le vienen mejor a los demás no vale lo de toda la vida y la reforma es una prioridad, cuándo y cómo ellos quieran, que suele ser justo en el momento en que al PP le viene al pelo y a los otros a contrapelo. Estilo totalitario, para que nos vayamos acostumbrando si no queremos cambiar DE VERDAD las cosas.

Hay asuntos fundamentales ante los que la mayoría absoluta no debería imponerse, ¿podría el partido en el poder, por ejemplo, cambiar la Constitución a su gusto y medida? ¿Qué pasaría una vez que lo perdieran, cuando dejaran de gobernar? Eso es lo que están haciendo con la educación, con la sanidad y con otros derechos fundamentales. Lo que pretenden, y tal como lo pretenden, es un pucherazo en toda regla, como el de Cospedal en su Castilla La Mancha reduciendo el número de diputados, trampa que copiará pronto Feijóo en su Galicia si nosotros, sus ovejas, no lo remediamos; en ambos casos el argumento es el ahorro, fíjate tú, que guays, les da por ahorrar cuando se trata de mantener la mayoría absoluta. Pero no facilitan números, datos, unas matemáticas sencillitas para que los más tontos podamos entender el beneficio; los números ya los hizo la oposición y se ha visto claro que ese ahorro es ridículo. Lo que importa es que puedan gobernar aunque sea la segunda fuerza en número de votos, aunque tenga un 35% de las papeletas que, en la práctica, podría transformarse en una mayoría absoluta en escaños.

Como a esta tropa le encantan los partos y, por supuesto, los bautizos rimbombantes le han puesto a la criatura “Regeneración Democrática”, por más fea que sea, tanto que Degeneración Democrática se me antoja más acertado, como acertado me resulta Demorragia, breve y conciso. Ya no vale solo con indignarse, hay que reaccionar; una manifestación periódica en cada ayuntamiento robado, una concentración semanal como la de las Madres de la Plaza de Mayo en Chile, porque esto es una pinochetada de nuestro pinocho patrio con master en 5D (Donde Dije Digo Digo Diego). A la indignación ya están acostumbrados y se la bufa, se la bufa “es-tas son nues-tras ar-mas” y hasta este es mi cipote, si fuera el caso; ellos se mean en nuestros derechos y no pasa ná. Es necesario saltar de nivel, ya cuentan con eso y están comprando cañones de agua, para que nadie se quede sin el Ice Bucket Challenge.

Quieren deshacerse de los partidos “pequeños” que se han convertido en un grano de feo aspecto. Como no lo consiguen atacando e insultando a esas formaciones porque ya nadie cree a los calumniadores no les “queda más remedio” que recurrir a la ley, usándola cual chicle, estirándola a su gusto, que no deja de ser un mayor agravio o insulto por la manera de saltarse a todo el arco parlamentario, si fuera menester. Esto no deja de ser un test. Si tragamos con la alcaldada el siguiente paso serán las comunidades autónomas y si seguimos tragando lo harán con el gobierno de la nación. Su mejor acción será nuestra inacción.

Yo también deseo que se rompan las matemáticas, que miren para donde miren sus viejas señorías no encuentren fórmulas que los mantengan en el poder, que no les salgan los números con los recién entrados aunque estos no accedan de primeras al poder, me vale con que lo alteren hasta el punto de que no gobiernen ni Gürtel ni los Muy Honorables. Que su reforma electoral se convierta en un búmeran como la teoría de la conspiración del 11M. Que les entre por las urnas que un 35% o un 40% no es mayoría absoluta. Que por no querer perder sus bastiones acaben perdiendo todo el País, liberado de una puñetera vez de discursos de plantilla, vacuos, cansinos, pueriles. Todo llega.

Remato con otra historia de “reales decretos”. Cuando tenía 16 años, hace 42, mi padre, que era un tirano en casa y un borrego fuera (QEPD) me obligó a aprender ajedrez solo para tener un “sparring” con el que emplear las tácticas que luego utilizaba en sus partidas del club Mercantil de Vigo. Durante años me obligó a jugar con él horas y horas; he dejado plantada muchas veces a mi chica de entonces en la calle desde las 3 de la tarde hasta las 8 porque no tenía forma de avisarla, mi padre lo sabía y le importaba un huevo, él quería jugar…y ganar. Odié el ajedrez. Aprendí a ganarle y él quería la revancha: “cómo me vas a ganar tú”, decía. Lo dejaba perder para poder salir pero se daba cuenta, se enfurecía y me “castigaba” a seguir jugando. Alteraba los movimientos cuando le placía, si yo le hacía una celada en cinco jugadas y “picaba” corregía su último movimiento y hacía inservibles los últimos míos, yo se lo razonaba, “papá, pieza tocada pieza jugada, he desarrollado mis cinco movimientos anteriores para conseguir justamente esto, que cayeras en mi trampa; si rectificas tu última jugada mi juego, mi estrategia, no ha valido de nada, no puedo rehacer la partida”. “No digas tonterías”, respondía, y mantenía su rectificación, ante la cual yo tiraba el rey (dándolo a él por ganador), con su consiguiente cabreo.

Un día, en una partida en el Mercantil le hizo lo mismo a su contrincante y este le repitió lo que tantas veces le había dicho yo: “pieza tocada, pieza jugada”, mi viejo se alteró. El otro se levantó y se despidió diciendo “no me gusta jugar con tramposos”. Nos miramos y no dijo nada, pero debió notarme feliz. De camino a casa liberó un pensamiento en voz alta, “mamarracho”, dirigido a quien lo había puesto en su sitio. Me siguió puteando entre alfiles y caballos, yo era un simple “peón”. A mi, ahora, como en aquella época, no me queda más remedio que aguantar a tramposos, no en mi casa, sino en la presidencia del gobierno. Telita.


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