Ronda de Dalt

La Ronda de Dalt es una de las vías de circunvalación de la ciudad de Barcelona y parte de su área metropolitana. Hace por la parte alta (Dalt) de la ciudad lo que la Ronda del Litoral por la costa y juntas soportan más de un cuarto de millón de vehículos al día.

Demasiados para mi gusto. Al menos en hora punta. Pero como la paternidad me ha dotado de nuevos horarios a veces la utilizo para ir a trabajar. Solo un tramo pequeño y en moto, lo justo para no desesperar. Y aunque poco, el tiempo invertido da para observar y pensar. Para convivir un rato con conductores novatos, sobrados que creen controlar, gente educada, irresponsables temerarios y temerosos habitantes del carril central.

El carril central es el ecosistema seguro: no hay que superar el límite de velocidad para adelantar obligatoriamente y no molestar a los sobrados y temerarios que habitan el carril izquierdo, y tampoco hay que atender desde el carril derecho a las entradas y salidas, disminuyendo la velocidad por si alguien pretende incorporarse o hay atasco para abandonar la ronda. El carril central es la zona de confort donde uno se puede limitar a cumplir con la ley (el límite de velocidad de 80 km/h en este caso) y no hacer nada más. Permaneciendo allí podemos permitirnos no pensar, no valorar, no estar pendiente de nada más que de nosotros mismos. Da igual lo que ocurra alrededor, las necesidades del tráfico, de los conductores vecinos, del momento del día y de la vía. El carril del medio no molesta a nadie y nadie espera nada de él. Está cerca y lejos de todo a la vez. Y si mi coche, llegado el momento, ya no está para muchos trotes, tampoco pasa nada: 80 km/h no son gran cosa, y bajar a 70 o 60 no tiene por qué suponer una diferencia significativa. No hacemos nada de malo si nos instalamos en el carril central. Es más, somos los buenos, ¿no? Cumpliendo con la ley y atendiendo a lo nuestro, sin meternos con nadie.

Los más peligrosos. En la ronda como en la vida.