Revista Salud y Bienestar
En un estudio de prevalencia del insomnio en Atención Primaria se barajan las siguientes cifras:
-. El 17,4% de la población lo padecería, según los criterios establecidos.
-. El 27% se quejaría de "mal dormir", aunque sin ser diagnosticados de insomnes.
-. Y por último estaría el grupo del 55,5%, cuyos integrantes no tendrían problemas de sueño.
Hablamos de un problema definitivamente más frecuente en mujeres, en personas mayores, separadas, viudas o divorciadas, y en individuos que no trabajan de manera remunerada.
Para su tratamiento y antes de comenzar a usar remedios farmacológicos, se ha de animar al paciente a probar con otras medidas, aparcando los ansioliticos e inductores del sueño en el lugar que correspondería al último recurso...
-. Evitar estimulantes como el café, la nicotina...
-. Evitar las cenas copiosas, el alcohol y el ejercicio intenso en las horas previas al sueño.
-. Acostumbrar al reloj biológico a un ritmo y a unos horarios... Establecer comportamientos rutinarios que se asocien al momento de tomar la cama.
-. Tener en cuenta que "La cama es para dormir" (fundamentalmente). No conviene acostarse ni permanecer en ella si no se tiene sueño. Tampoco parece ser el lugar idóneo al que llevarnos las preocupaciones.
Pero es que además de los problemas relacionados con la conciliación y el mantenimiento del sueño, también resultan muy frecuentes los que tienen que ver con el despertar... Incluso ahora, aunque en mucho menor medida que antaño, cuando no existían los despertadores, el levantarse a una determinada hora de la mañana y conseguir la exigida puntualidad no resultaban moco de pavo...
Por este motivo, a principios del siglo XX y en determinadas ciudades, existía la figura de los "despertadores". Resultaban de gran utilidad ya que: bien fuera golpeando con un palo en el cristal de las ventanas, bien lanzando "chinitas" desde la boca de una cerbatana, iban despertando a cada hijo de vecino a la hora convenida.