En plena vorágine de compras navideñas y a dos días de que empiecen oficialmente las rebajas, quiero que reflexionéis conmigo sobre lo malos consumidores que somos. Sí, es el tema de siempre y ahora además estamos en crisis y la cosa está fatal. Pero quiero que vayáis un poco más allá. Yo lo he hecho después de ver el documental Comprar, tirar, comprar: la historia secreta de la obsolescencia programada. Lo he colgado en mi Facebook pero también lo podéis ver aquí si pincháis en el nombre del vídeo.
La historia es que nunca hemos tenido tanto como ahora, pero de poca calidad y con menor durabilidad que antaño. Ahora, cada vez queremos precios más bajos, porque no sabemos cuánto cuestan en realidad las cosas, las compramos, nos aburrimos (o se nos gastan en X años, está programado en su fabricación, lo veréis en el documental), lo tiramos (contaminando más el planeta) y compramos otro (agotando los recursos limitados de la naturaleza). A simple vista es una visión algo perroflautística, ecologista y lo que queráis, pero es la pura verdad, y mirar para otro lado no es la solución (aunque sí es lo más fácil). Yo muchas veces he pensado adónde va todo lo que tiramos, dónde estará metido todo eso...
Respecto a la moda y a las compras textiles, el ver este vídeo me ha venido muy al pelo porque últimamente estoy cansada de las llamadas tiendas low cost: o sea, producción de prendas en masa, con tejidos (en ocasiones) contaminantes, de mala calidad para la piel, que duran poco y ná, se quedan horribles a los dos lavados y se pasan de moda enseguida para que compremos más. ¿Que cuesta sólo 15 euros? Me da igual, me va a durar tres meses y tendré que comprar otro artículo. Al final, lo barato sale caro. Y te acabas gastando lo mismo que si de una vez por todas adquirieras un artículo de calidad (y a un precio normal, o sea, eso que ahora nos parece "caro" por culpa de estas tiendas tan low cost, tan democráticas) en un comercio de barrio y no en la cadena en la que se compra todo el mundo el mismo modelito.
Uno de mis propósitos para el nuevo año (aunque ya me lo venía proponiendo tiempo atrás) es apostar por las marcas desconocidas para el gran público, que ofrecen tejidos de calidad, buenos cortes y prendas más exclusivas. Me gasto más (o lo mismo, porque compraré menos, pero mejor, ¡y que me durará más tiempo!). Además, pago más a gusto a los dueños de una tienda vintage o a los de la zapatería de mi barrio que a los de las grandes cadenas. Estas pequeñas tiendas necesitan más nuestro dinero, se están viendo más afectadas por la crisis. Prefiero tener un vestido vintage como el que me compré el otro día, un artículo exclusivo y especial, confeccionado con tejidos y materiales que no hay ahora, que cinco vestidos de Inditex. A ver, tampoco creo que haya que desterrar estas multinacionales de nuestra ruta de shopping, pero sí dejarlas en un plano más secundario. Me imagino que esto es algo que se aprende con la edad y la experiencia. Y después de ver ese documental, estoy aun más segura de mi nuevo rumbo frente al acto de consumir.